martes, 30 de enero de 2018

¿SOY UNO DE LOS NUEVE?

 
Sed llenos del Espíritu... cantando y alabando al Señor en vuestros corazones; dando siempre gracias por todo al Dios y Padre, en el nombre de nuestro Señor Jesucristo.
Efesios 5:18-20
 
 Lea Lucas 17:11-19
 
 
Jesús se encontró con diez hombres que tenían lepra, enfermedad que en aquella época era incurable. Puestos en cuarentena, estaban abandonados a su triste suerte. La ley de Moisés declaraba: El leproso “habitará solo; fuera del campamento será su morada” (Levítico 13:46).
Estos hombres fueron al encuentro del Señor y, a distancia, le suplicaron: “¡Jesús, Maestro, ten misericordia de nosotros!”. Su oración fue rápidamente escuchada: Jesús no los rechazó. Lleno de compasión respondió a su miseria, como lo hace con todos los que se dirigen a él con fe. Les dijo que fueran a mostrarse a los jefes religiosos para que fuesen testigos de su curación. Y mientras iban, fueron sanados. ¡Qué felicidad debieron sentir! Uno de ellos, un extranjero, al ver que estaba sanado, volvió a Jesús “glorificando a Dios a gran voz”. Él, quien antes no podía acercarse a Jesús, se echó a sus pies dándole gracias. Esta manifestación de agradecimiento alcanzó el corazón del Señor. Pero, ¿dónde estaban los otros nueve leprosos sanados? Ninguno había vuelto para dar gloria a Dios.
Nuestro Señor desea que aquellos a quienes salvó le expresen su agradecimiento. Lo espera de cada uno en particular, pero también nos invita a alabarlo colectivamente. ¡Qué gozo cuando, con simplicidad, en espíritu y en verdad, podemos hacerlo juntos, incluso si somos pocos, para recordar al Señor Jesús y ofrecerle nuestra adoración por medio de cánticos espirituales y oraciones que expresan nuestro agradecimiento! ¡Él es digno de ello!

© Editorial La Buena Semilla, 1166 PERROY (Suiza)

miércoles, 24 de enero de 2018

LO QUE ME MOSTRÓ LA BIBLIA

 
Enséñame tú lo que yo no veo.
Job 34:32
Crea en mí, oh Dios, un corazón limpio.
Salmo 51:10
 
 
«Cuando era niño vi cómo mis padres se agredían verbalmente. En la escuela vi cómo mis compañeros se peleaban por un lápiz. Cuando era joven presencié la violencia de los chicos de la calle. En el mundo del trabajo observé luchas por el poder, injusticias, promesas incumplidas, mentiras, hipocresía... En el hogar vi engaños, intolerancia y traiciones. No vi de cerca grandes actos de delincuencia, tampoco viví la guerra, pero vi imágenes de ella. En todas las esferas de la sociedad, en la familia, tanto en los contextos ricos como en los más modestos, vi en qué se convirtió el hombre abandonado a sus pasiones: orgulloso, pretencioso, mentiroso, infiel, perezoso, irascible, hipócrita, codicioso...
Luego la Biblia surgió en mi vida y me vi a mí mismo, descubrí lo que hay en mi corazón. ¡Había visto muy bien los errores de los demás, pero no los míos! La Biblia me mostró primeramente a Dios el creador. Luego me mostró a Jesús, el hombre perfecto, el Hijo de Dios. Me habló del pecado. Era un espejo en el que me vi por primera vez como un hombre desfigurado debido a las numerosas y profundas marcas del pecado. La Biblia me mostró claramente mi fealdad interior, me mostró que era incapaz de mejorarme por mí mismo. Entonces se me presentó como el único y último remedio».

“Todo hombre sea pronto para oír, tardo para hablar, tardo para airarse; porque la ira del hombre no obra la justicia de Dios. Por lo cual, desechando toda inmundicia y abundancia de malicia, recibid con mansedumbre la palabra implantada, la cual puede salvar vuestras almas” (Santiago 1:19-21).

© Editorial La Buena Semilla, 1166 PERROY (Suiza)

domingo, 21 de enero de 2018

LA EXPRESIÓN DE LA SALVACIÓN

(El ladrón) dijo a Jesús: Acuérdate de mí cuando vengas en tu reino. Entonces Jesús le dijo: De cierto te digo que hoy estarás conmigo en el paraíso.

Lucas 23:42-43

Esta segunda frase de Cristo en la cruz es una respuesta a la petición del ladrón que estaba crucificado a su lado.
Los enemigos de Jesús parecían haber triunfado... La mayoría de sus amigos lo había abandonado. La crucifixión misma iba en contra de todo lo que se esperaba del Mesías. A pesar de todas las apariencias y contradicciones, uno de los dos ladrones condenados al mismo tiempo que Jesús se dirigió a Él y le dijo: “Acuérdate de mí cuando vengas en tu reino”.
Había empezado injuriando a Jesús, pero arrepentido terminó confesando: “Recibimos lo que merecieron nuestros hechos; mas este (Jesús) ningún mal hizo” (Lucas 23:41).
Viendo que Jesús iba a morir, ¿cómo pudo discernir que él era el Rey y que volvería, y esperar que Jesús le prestara atención a él, un criminal?
Como era una persona excluida de la sociedad, sería olvidada pronto. Pero allí, muy cerca de él, estaba aquel a quien se atrevía a hacerle la siguiente súplica: “Acuérdate de mí”. La respuesta de Jesús fue inmediata: “Hoy estarás conmigo en el paraíso” (v. 43). Esta nos revela su amor y su poder para salvarnos.
Independientemente de cuál sea nuestro estado, Jesús siempre está listo para recibirnos si vamos a él mediante la fe. ¡Su amor es infinito y su poder también! “Dios, que es rico en misericordia, por su gran amor con que nos amó, aun estando nosotros muertos en pecados, nos dio vida juntamente con Cristo (por gracia sois salvos)” (Efesios 2:4-5).

© Editorial La Buena Semilla, 1166 PERROY (Suiza)

viernes, 19 de enero de 2018

EL MILAGRO DE LA RESURRECCIÓN

 
(El cuerpo) se siembra en debilidad, resucitará en poder. Como hemos traído la imagen del terrenal, traeremos también la imagen del celestial.
1 Corintios 15:43, 49
 
 
En mi jardín, en la rama de un rosal, una oruga gris trepaba y tanteaba buscando probablemente un lugar apropiado para hacer su metamorfosis. Se instaló en una horquilla y, pacientemente, empezó a confeccionar su capullo.
Como me interesaba el fenómeno, a menudo iba al jardín para no perderme la eclosión. En efecto, un buen día tuve la alegría de presenciar el nacimiento de una magnífica mariposa que desplegó sus alas multicolores y las dejó secar al sol. Aún era frágil y estaba como aturdida por la extraordinaria transformación que acababa de tener y deslumbrada por la luz del día.
Esa oruga y esa mariposa era un solo y único ser; había empezado su vida trepando y la terminó volando. Sucede lo mismo con el creyente, a quien el Señor salvó. Mientras vive en la tierra va caminando a duras penas, vinculado a la naturaleza contaminada por el pecado, soportando la enfermedad, el cansancio, las dificultades. Luego se duerme y su cuerpo es colocado en una tumba, al igual que una crisálida aparentemente sin vida. Pero este no es el final de su historia. Llegará el día en que el Señor lo revestirá con un cuerpo inmortal semejante al suyo, y entonces emprenderá el glorioso y definitivo vuelo hacia la casa del Padre.
“Entonces se cumplirá la palabra que está escrita:... ¿Dónde está, oh muerte... tu victoria? ya que el aguijón de la muerte es el pecado, y el poder del pecado, la ley. Mas gracias sean dadas a Dios, que nos da la victoria por medio de nuestro Señor Jesucristo” (1 Corintios 15:54-57).

© Editorial La Buena Semilla, 1166 PERROY (Suiza)

domingo, 14 de enero de 2018

LA EXPRESIÓN DEL PERDÓN

 
Cuando llegaron al lugar llamado de la Calavera, le crucificaron allí, y a los malhechores, uno a la derecha y otro a la izquierda. Y Jesús decía: Padre, perdónalos, porque no saben lo que hacen.
Lucas 23:33-34
 
 Los evangelios relatan siete frases que Jesús pronunció cuando estaba en la cruz. En la primera, Jesús intercede a favor de los que lo crucificaron: “Padre, perdónalos”. ¿Pensó en sí mismo? ¿Se quejó de su dolor? No, sino que intervino a favor de los demás. Había empezado su ministerio público orando (Lucas 3:21), y terminó de la misma forma, es decir, cumpliendo lo que había enseñado a sus discípulos: “Orad por los que os ultrajan y os persiguen” (Mateo 5:44).
El Hijo de Dios fue clavado en la cruz por los hombres. Él, el creador del universo, fue despreciado y rechazado por su criatura. ¡Es impensable que los hombres hayan actuado así contra el santo Hijo de Dios, burlándose de la verdad y de la justicia, sin que el juicio y la condenación haya caído sobre ellos! Pero Jesús pidió el perdón para aquellos que lo crucificaron. Y en su gracia Dios detuvo el juicio que merecía toda la humanidad. Dios ofrece su perdón a todos los que acepten mediante la fe el mensaje de Cristo.
Amigos cristianos, esta primera frase de Jesús nos invita a no excluir a nadie del campo de nuestra oración y a no cansarnos de orar. También nos muestra que el perdón siempre es posible. Por medio de Jesús, ese perdón es una realidad para todos los que confían en él. Como hemos sido perdonados, así también debemos perdonar a los demás (Colosenses 3:13).
 
© Editorial La Buena Semilla, 1166 PERROY (Suiza)

lunes, 8 de enero de 2018

EL LIBRO VIVIENTE

 
La palabra del Señor permanece para siempre.
1 Pedro 1:25
(Jesús dijo:) El cielo y la tierra pasarán, pero mis palabras no pasarán.
Marcos 13:31
 
 
La Biblia no es un libro religioso entre otros, sino el Libro único, pues Dios nos habla por medio de ella. Es el fundamento de la fe cristiana; es el Libro del pasado, del presente y del futuro. Es un Libro que nunca pasa de moda, un Libro rico y profundo que podemos leer cientos de veces sin agotarlo jamás. ¡No hay ningún libro que podamos comparar a la Biblia!
Esta fue escrita por cuarenta escritores diferentes, pero tiene un único autor: Dios. No es la expresión de los pensamientos humanos, “sino que los santos hombres de Dios hablaron siendo inspirados por el Espíritu Santo” (2 Pedro 1:21).
En la Biblia Dios nos explica por qué el hombre ya no puede comunicarse con Dios ni tener comunión con él. Este Libro es el mensaje de amor de Dios, quien quiere establecer con el hombre una relación nueva, viva y eterna. Leer la Biblia creyendo lo que Dios dice abre efectivamente ese camino hacia él.
Nos complace llamar la Biblia la Palabra de Dios, una palabra viva. Ella actúa y penetra en el corazón. Responde, entre otras, a dos grandes preguntas:
– ¿Qué hace que el hombre esté, de una u otra manera, en rebelión contra Dios? Su pretensión de vivir sin Dios, como resultado del pecado.
– ¿Cómo encontrar la felicidad de vivir con él? Por medio de Jesucristo, quien vino a la tierra para liberar al hombre de su estado de pecado y llevar a su Padre a cada uno de los que creen en él.

© Editorial La Buena Semilla, 1166 PERROY (Suiza)

sábado, 6 de enero de 2018

JESÚS ES EL ÚNICO CAMINO

 
Dios nuestro Salvador... quiere que todos los hombres sean salvos y vengan al conocimiento de la verdad. Porque hay un solo Dios, y un solo mediador entre Dios y los hombres, Jesucristo hombre, el cual se dio a sí mismo en rescate por todos.
1 Timoteo 2:3-6
 
 
Varias veces la Biblia afirma claramente que solo podemos ser salvos mediante Jesucristo:
–Jesús declara de forma precisa: “Yo soy el camino, y la verdad, y la vida; nadie viene al Padre, sino por mí” (Juan 14:6). Jesús no solo es un modelo o un pensador, sino el único medio para ir a Dios. Es la única fuente de verdad, y el único medio para obtener la vida eterna.
–Jesús representa a Dios en la tierra, es “la imagen del Dios invisible” (Colosenses 1:15) y el único que ha visto a Dios el Padre (Juan 1:18).
–Jesús es el único mediador entre Dios y los hombres. Dios quiere que todos sean salvos. Ofrece gratuitamente la salvación a todos los que creen en Jesús.
–La Biblia precisa que no hay un medio alternativo, es decir, no hay otro camino para ir a Dios: “En ningún otro hay salvación; porque no hay otro nombre (que el de Jesús) bajo el cielo, dado a los hombres, en que podamos ser salvos” (Hechos 4:12).
–Jesús dice que él es la puerta por la que entran las ovejas, y denuncia a aquellos que se presentaron antes o después de él, diciendo que eran el Mesías. Declara: “Yo soy la puerta; el que por mí entrare, será salvo” (Juan 10:9).
–Jesús no solo es el único camino para ir a Dios, sino que también es el que nos libera y nos salva si creemos que él es “el Cordero de Dios, que quita el pecado del mundo” (Juan 1:29).

© Editorial La Buena Semilla, 1166 PERROY (Suiza)