domingo, 29 de mayo de 2011

REPOSO Y PAZ

No es este el lugar de reposo, pues está contaminado (por el pecado).

Miqueas 2:10



(Cristo) vino y anunció las buenas nuevas de paz a vosotros que estabais lejos.

Efesios 2:17

El hombre es incapaz de encontrar la tranquilidad en un mundo destrozado por la violencia y consumido por la corrupción. Sin embargo Dios, en su gracia, quiere ofrecerla a todos. El que reconoce su culpabilidad ante Dios y acepta por fe la liberación que él le da, recibe la paz de la conciencia. “Creemos en el que levantó de los muertos a Jesús, Señor nuestro”. “Justificados, pues, por la fe, tenemos paz para con Dios” (Romanos 4:24; 5:1). Después de resucitar, Jesús dijo a sus discípulos: “Paz a vosotros” (Juan 20:19). Él hizo “la paz mediante la sangre de su cruz” (Colosenses 1:20).
Al que cree se le ofrece también la paz del corazón: “Venid a mí todos los que estáis trabajados y cargados, y yo os haré descansar” (Mateo 11:28). Podemos dejar en sus manos todas nuestras preocupaciones. ¡Que podamos decir: “En Dios solamente está acallada mi alma; de él viene mi salvación”! (Salmo 62:1).
La Biblia nos dice que después de haber creado los cielos y la tierra, Dios descansó (Génesis 2:2), pues todo lo que había hecho era perfecto. Pero el hombre desobedeció y corrompió todo, de modo que el reposo de Dios se vio perturbado. Entonces Dios tuvo que trabajar (Juan 5:17) y hacer una obra de un valor infinito: dio a su Hijo unigénito para ser el Salvador del mundo. El descanso de Dios sólo será perfecto cuando todo su plan se haya cumplido. Entonces “descansará en su amor” (Sofonías 3:17, V.M.).


© Editorial La Buena Semilla, 1166 PERROY (Suiza)

sábado, 28 de mayo de 2011

LA CONVICCION DE SER SALVO

Estas cosas os he escrito a vosotros que creéis en el nombre del Hijo de Dios, para que sepáis que tenéis vida eterna.1 Juan 5:13.

A todos los que le recibieron, a los que creen en su nombre, les dio potestad de ser hechos hijos de Dios.Juan 1:12.

Algunos creyentes se hacen tantas preguntas acerca de su estado espiritual que terminan por perder la convicción de ser salvos: ¿Comprendí bien el mensaje del Evangelio? ¿Creí bien lo que hace falta creer para ser salvo? Los pecados cometidos antes de mi conversión son perdonados, pero, ¿los que cometo ahora lo son también? Todas estas dudas y muchas otras turban su alma y les quitan la paz.

A toda persona así atormentada queremos decirle: es cierto que usted era una criatura perdida, indigna, pero Dios mostró su amor para con usted al enviar a Su Hijo para que llevara en la cruz su culpabilidad. Échese en el océano de ese amor infinito, en el cual nadie puede zozobrar. Todo fue hecho para usted: la deuda moral que tenía con Dios está pagada, Satanás fue reducido al silencio, todos sus pecados fueron expiados. Todas las exigencias de Dios han sido satisfechas. ¿Qué más quiere? ¿Sería usted más exigente que Dios mismo? ¿Por sus preguntas puede usted reducir el valor del sacrificio de Cristo? ¡Por supuesto que no!

Entonces, que Dios disipe con los rayos de su amor las nubes que oscurecen nuestra mente. ¡Que nos llene de gozo, seguridad y certeza, pero no olvidemos que Dios también quiere que vivamos como cristianos!

viernes, 27 de mayo de 2011

ADMIRADO..., PERO YA NO VIVIA


El que oye mi palabra, y cree al que me envió, tiene vida eterna; y no vendrá a condenación, mas ha pasado de muerte a vida.
Juan 5:24.

El que cree en mí, aunque esté muerto, vivirá.
Juan 11:25.

Marc-Vivien Foé era un futbolista talentoso del equipo nacional del Camerún. Se había preparado con esmero para un encuentro con Colombia, y todo su país contaba con una brillante actuación por su parte en ese día de junio de 2003. Desde el noveno minuto su equipo abrió el marcador y ya todo el mundo vislumbraba la victoria.

Pero en el minuto 28 del segundo tiempo, sin ninguna razón aparente, Marc-Vivien se derrumbó sobre el césped, bajo los ojos espantados de millones de espectadores. Permaneció tendido con los ojos en blanco. Los médicos acudieron y trataron de reanimarlo, pero todo fue en vano. Murió unos minutos después a los 28 años de edad.

Sin cesar, la vida nos obliga a prepararnos para un examen, un oficio, un viaje, una visita, un casamiento u otra cosa. Pero a través de los años, la misma advertencia resuena: “Prepárate para venir al encuentro de tu Dios” (Amós 4:12). Quizás usted piensa que todo termina con la muerte. Entonces, cuando haya cerrado los ojos a la luz, comprenderá, demasiado tarde, su trágico error.

Pero he aquí una buena noticia: el que cree en el sacrificio expiatorio de Jesús, confesando sus pecados y su culpabilidad ante Dios no será condenado, sino que gozará de la vida eterna junto a Jesucristo, Aquel que lo salvó.

jueves, 26 de mayo de 2011

CINCO CONSEJOS DEL SALMO 37

No te impacientes a causa de los malignos… Confía en el Señor, y haz el bien… Deléitate asimismo en el Señor… Encomienda al Señor tu camino… Guarda silencio ante el Señor, y espera en él.

Salmos 37: 1, 3-5, 7

“No te impacientes a causa de los malignos”. El mal siempre debería interpelarnos, pero el denunciarlo con firmeza, el no pasarlo por alto, no debería crear en nosotros un espíritu de venganza contra los que lo cometieron. Al contrario, Jesús nos enseña a orar por ellos. Abrigar amargura anularía cualquier posibilidad de perdón. Pongamos nuestra confianza en Dios, quien sabrá encargarse de nuestro asunto.
“Confía en el Señor, y haz el bien”. Esta confianza en Dios nos incita a hacer el bien, y para ello la vida de Cristo nos sirve de modelo: él “anduvo haciendo bienes” (Hechos 10:38). Una fe profunda en el Señor nos conduce a imitarlo por amor y no por conveniencias.
“Deléitate asimismo en el Señor”. Aprendamos a hallar nuestro gozo en el Señor Jesús, leyendo la Palabra de Dios. Su perfección moral cuando hacía el bien, su sumisión y su humillación en la cruz nos unirán a esta persona, la única que es digna de nuestra adoración.
“Encomienda al Señor tu camino”. Si nos gozamos en el Señor, sencillamente pondremos toda nuestra vida en sus manos. Él conoce nuestras necesidades, ora por nosotros y se encarga de nuestro futuro.
“Guarda silencio ante el Señor, y espera en él”. Dios nunca actúa demasiado pronto ni demasiado tarde. ¡Él siempre interviene en el momento oportuno! Para sentir su paz, escuchemos su precioso secreto: esperar “en él”, confiando en sus promesas.


© Editorial La Buena Semilla, 1166 PERROY (Suiza)

martes, 24 de mayo de 2011

JESUS ME SACO DE AHI

No cesamos de orar… para que andéis como es digno del Señor, agradándole en todo, llevando fruto en toda buena obra, y creciendo en el conocimiento de Dios.

Colosenses 1:9-10.

Un hombre le decía con tono irónico a su compañero, un alcohólico recientemente liberado de su esclavitud: – ¡Cómo cambiaste! Se habrá necesitado mucha gente y muchos discursos para inducirte a no beber más y a cambiar de vida. – ¡Oh!, se necesitaron sólo dos personas, contestó el interpelado. Yo que resistía con todas mis fuerzas, y Cristo, quien me amó y me sacó de ahí. Él me liberó del alcohol.

¿Adónde pueden llevarnos nuestras pasiones? “Cada uno es tentado, cuando de su propia concupiscencia es atraído y seducido. Entonces la concupiscencia, después que ha concebido, da a luz el pecado; y el pecado, siendo consumado, da a luz la muerte” (Santiago 1:14-15).

Jesucristo nos ama y a causa de su amor desea salvarnos, no sólo de lo que nos mantiene esclavos, sino de la muerte a la que nuestras pasiones nos conducen. ¿De la muerte del cuerpo, piensa usted? Es posible, pero ante todo de “la segunda muerte”, más terrible aún, la que después de nuestra comparecencia en juicio delante de Dios nos arrastrará inevitablemente al castigo eterno. ¿Por qué resistir a Aquel que quiere nuestra felicidad y desea llevarnos a su presencia? Liberados de nuestras cadenas y limpiados de nuestros pecados por la fe, en virtud de “la sangre preciosa” derramada en la cruz, somos salvados por Cristo eternamente (Lea 1 Pedro 1:18-19).