jueves, 31 de enero de 2013

JESUS VA A REGRESAR



Así también Cristo fue ofrecido una sola vez para llevar los pecados de muchos; y aparecerá por segunda vez, sin relación con el pecado, para salvar a los que le esperan.
Hebreos 9:28
La Biblia no es tan sólo un libro de sana literatura, de poesía inspirada o de predicación dinámica, sino sobre todo el libro de Aquel que mandó que se escribiese en él: “Lo que pasó, ya antes lo dije… por mí, por amor de mí mismo lo haré” (Isaías 48:3, 11).  Las sagradas Escrituras anuncian con muchos detalles la primera venida de Jesucristo a la tierra: “La virgen concebirá, y dará a luz un hijo” (Isaías 7:14).  “Se quitará la vida al Mesías” (Daniel 9:26).  También profetizan que Jesús vendrá una segunda vez: “Este mismo Jesús, que ha sido tomado de vosotros al cielo, así vendrá como le habéis visto ir al cielo” (Hechos 1:11).  Si vino una primera vez como varón de dolores, regresará como el Dios poderoso que pondrá orden en la tierra mediante el juicio, antes de establecer su reino de justicia y paz por mil años.
La Biblia es muy clara a este respecto.  Todas las profecías relativas a la primera venida de Jesucristo se cumplieron, pese a la incredulidad y la oposición de los hombres.  Las que tratan de su segunda venida se cumplirán con la misma exactitud, sea cual sea la actitud de los hombres.
Antes de venir para juzgar a los hombres y luego establecer su reinado, Cristo volverá para recoger a aquellos a quienes salvó por su obra en la cruz, los creyentes.  Para ellos es este mensaje: “Ciertamente vengo en breve” (Apocalipsis 22:20).  ¿Cuál es su respuesta a esta promesa? ¿Duda de esta clara declaración de la Palabra de Dios? ¿Se goza esperando su venida, y dice junto con la Palabra de Dios: “Amén; sí, ven, Señor Jesús”? (Apocalipsis 22:20).

© Editorial La Buena Semilla, 1166 PERROY (Suiza)

miércoles, 30 de enero de 2013

¿QUIEN PUEDE PERDONAR LOS PECADOS?



¿Quién puede perdonar pecados sino sólo Dios?
Lucas 5:21


Por gracia sois salvos por medio de la fe; y esto no de vosotros, pues es don de Dios.
Efesios 2:8

Desde siempre las religiones han intentado responder a esta pregunta.  La diversidad de soluciones es sorprendente.  La mayoría de las religiones piden al hombre que haga o dé algo para obtener el perdón divino.  Incluso en medio de la cristiandad algunos afirman que mediante ciertos ritos se podría obtener la seguridad del perdón de Dios.
Sin embargo, ¿qué dice la Biblia, la Palabra de Dios, a este respecto? “¿Quién puede perdonar pecados sino sólo Dios?” (Lucas 5:21).  En efecto, el pecado es una ofensa a Dios.  Por ello sólo él puede perdonar los pecados y mostrar al hombre las condiciones de ese perdón.  El Señor Jesús, que es Dios, tiene el poder para perdonar los pecados (Lucas 5:24).
El apóstol Pedro respondió lo siguiente a alguien que quería comprar un regalo de Dios: “Tu dinero perezca contigo, porque has pensado que el don de Dios se obtiene con dinero… Arrepiéntete, pues, de esta tu maldad, y ruega a Dios, si quizá te sea perdonado el pensamiento de tu corazón” (Hechos 8:20, 22).
Efectivamente, es muy grave querer pagar o pedir que se pague lo que Dios mismo ofrece gratuitamente.  La Biblia dice que somos “justificados gratuitamente por su gracia, mediante la redención que es en Cristo Jesús… por medio de la fe en su sangre” (Romanos 3:24-25).  Sólo los que creen en todo el valor de la obra de Cristo, de este muy precioso regalo pueden decir: él nos perdonó “todos los pecados” (Colosenses 2:13).

© Editorial La Buena Semilla, 1166 PERROY (Suiza)

martes, 29 de enero de 2013

De un ídolo al Salvador


Ten misericordia de mí, oh Dios, ten misericordia de mí; porque en ti ha confiado mi alma, y en la sombra de tus alas me ampararé hasta que pasen los quebrantos. Clamaré al Dios Altísimo, al Dios que me favorece.
Salmo 57:1-2
David pasaba su tiempo libre lustrando su moto, que era para él un verdadero ídolo.  Se había convertido en un profesional en sus pruebas en la carretera.  Cierto día un automóvil de gran cilindrada lo siguió.  Era imposible alejarse de ese vehículo, así que David se detuvo y el otro conductor también.  – ¡Qué control, qué soltura… fue un verdadero placer seguirle!, dijo el conductor del automóvil.  Usted es el hombre que estoy buscando para exhibir la marca de motos que represento.  Entonces David entrevió la competición, el éxito, la gloria y la fortuna.
Después de la moto vino el automóvil.  Pronto formó parte de un rally internacional.  Practicaba todos los domingos para estar bien preparado el día de la salida.
«Un domingo, dijo él, después de haber conducido diecinueve horas seguidas, me dormí al volante… Me sacaron de en medio de un montón de chatarra.  En la cama del hospital sólo tenía un Nuevo Testamento que mi tía me había dado.  Nunca lo había abierto, pero lo guardaba en mi bolsillo por amor a ella y porque me lo había recomendado.  Lo abrí al azar y leí: “¿Qué es vuestra vida? Ciertamente es neblina que se aparece por un poco de tiempo, y luego se desvanece” (Santiago 4:14).
¡Una neblina! Sí, estuve al borde de la muerte y del juicio que le sigue (Hebreos 9:27).  Dios me hablaba solemnemente. Reconocí mi locura y la misericordia divina».  Ese día David encontró la paz con Dios y puso toda su energía al servicio de su nuevo Maestro.

© Editorial La Buena Semilla, 1166 PERROY (Suiza)

lunes, 28 de enero de 2013

Mucho fruto (Léase Juan 15:1-17)



(Jesús dice:) Yo soy la vid verdadera, y mi Padre es el labrador… Yo soy la vid, vosotros los pámpanos… En esto es glorificado mi Padre, en que llevéis mucho fruto, y seáis así mis discípulos.
Juan 15:1, 5, 8
Durante el invierno, si pasamos por las viñas, veremos a los viticultores podando con sus tijeras las ramas de la viña, es decir, los sarmientos.  Quitan la mayoría de los sarmientos, dejando sólo una o dos ramas.  De éstas saldrán los nuevos pámpanos con sus ricos frutos, los racimos de uva.
Entonces recordamos lo que el Señor Jesús dijo a sus discípulos: “Como el pámpano no puede llevar fruto por sí mismo, si no permanece en la vid, así tampoco vosotros, si no permanecéis en mí” (v. 4).  ¡Qué importante es permanecer unido a la cepa (el tronco de la viña), es decir, permanecer en comunión con Jesús!  Así como la sabia sube de la cepa al sarmiento, indispensable para su vida, la fuente de la vida para el creyente se halla en Jesús.
“Permaneced en mí” (v. 4); pero también: “Permaneced en mi amor” (v. 9).  ¿Cómo podemos poner en práctica esto? Obedeciendo al Señor.  “Si guardareis mis mandamientos, permaneceréis en mi amor” (v. 10).  Para guardarlos es necesario tener presente sus palabras y que ellas actúen en nuestros corazones; pero como a veces nuestros corazones no están muy dispuestos a obedecer, el divino viticultor debe emplear la tijera para «podarnos».  “Todo aquel que lleva fruto, lo limpiará, para que lleve más fruto” (v. 2).  Esta formación del Padre no siempre nos gusta, pero tiene el único objetivo de que “llevemos fruto”, “mucho fruto”.
El Señor Jesús, quien siempre había guardado los mandamientos de su Padre y permanecía en su amor, añade: “Para que mi gozo esté en vosotros, y vuestro gozo sea cumplido” (v. 11).

© Editorial La Buena Semilla, 1166 PERROY (Suiza)

domingo, 27 de enero de 2013

EL MELON DEL DESIERTO



Bendito el varón que confía en el Señor, y cuya confianza es el Señor. Porque será como el árbol plantado junto a las aguas, que junto a la corriente echará sus raíces… en el año de sequía no se fatigará, ni dejará de dar fruto.
Jeremías 17:7-8
                                                                                     

Todas mis fuentes están en ti.
Salmo 87:7

En el desierto de Namibia en el sur de África, existe un fruto parecido a un melón, que es cosechado para ser consumido.  Su presencia en semejante lugar nos sorprende.  ¿Dónde encuentra el agua indispensable para crecer en un lugar tan árido?
Los botánicos que lo estudiaron hallaron que no sólo posee raíces muy largas que van hasta la más pequeña veta de agua, sino que también absorbe la más mínima humedad del aire.
Este ejemplo nos recuerda el versículo del día y nos anima a permanecer cerca de Jesús, “manantial de aguas vivas” (Jeremías 17:13), a fin de llevar fruto para Dios.
La primera condición es, por supuesto, ser un hijo de Dios, haber puesto su confianza en él por medio de Jesucristo.  “Cree en el Señor Jesucristo, y serás salvo” (Hechos 16:31).
Luego, así como la planta extiende sus raíces hacia la corriente, es necesario ir a Él, a su Palabra, cada día, para sacar agua, lo que sacia la sed interior.
Jesús nos dice: “El que permanece en mí, y yo en él, éste lleva mucho fruto; porque separados de mí nada podéis hacer” (Juan 15:5).
“Arraigados… en él” (Colosenses 2:7) tendremos todas las fuentes necesarias para desarrollarnos y vivir para él.
Por medio de la lectura de la Biblia escuchamos a Dios hablarnos. Mediante la oración somos nosotros quienes le hablamos.

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viernes, 25 de enero de 2013

¿QUE ES UN CREYENTE?



A los discípulos se les llamó cristianos por primera vez en Antioquía.
Hechos 11:26


…El buen nombre que fue invocado sobre vosotros.
Santiago 2:7

Hoy día hay muchos que se llaman cristianos, y a nosotros no nos corresponde juzgar la realidad de su fe.  Pero, ¿qué es un creyente según la Biblia? ¿Es sólo una persona que fue bautizada y que de vez en cuando va a un lugar de reunión? ¡No, es mucho más que eso! Ser cristiano, en el sentido estricto de la Biblia, es haber recibido la vida de Cristo, es haber nacido “de nuevo” (Juan 3:3) y comportarse de una manera digna de él.
Los primeros cristianos eran personas que habían creído en el Evangelio, se habían vuelto al Señor y permanecían aferradas a él de todo su corazón.  Se reunían regularmente para escuchar la Palabra de Dios y no dudaban en compartir sus bienes con los hermanos más necesitados (Hechos 11:21, 29; 4:34-37).
Su conducta es un ejemplo para nosotros, y nos enseña cómo debemos actuar si queremos ser dignos del nombre que llevamos.  No se trata de tener una religión más o menos vaga, sino de creer y de amar a una persona, Jesús, el Hijo de Dios, quien un día descendió a la tierra para darnos la salvación por medio de su muerte y su resurrección.  Si comprendemos esto, desearemos de todo corazón honrar a nuestro Salvador y mostrarle nuestro amor comportándonos como él lo desea, según sus enseñanzas.
Preguntémonos, cada uno de nosotros: quienes nos rodean, ¿nos ven como verdaderos cristianos, discípulos consagrados a su Señor?
“Todo lo que hacéis, sea de palabra o de hecho, hacedlo todo en el nombre del Señor Jesús, dando gracias a Dios Padre por medio de él” (Colosenses 3:17).

© Editorial La Buena Semilla, 1166 PERROY (Suiza)