domingo, 31 de marzo de 2013

JESUS RESUCITO



Con gran poder los apóstoles daban testimonio de la resurrección del Señor Jesús.
Hechos 4:33

En el libro de los Hechos, los apóstoles Pedro y Pablo insisten sobre la resurrección de Jesucristo.
Los hombres hubiesen podido considerar la muerte de Jesús como la de un mártir, similar a la de muchos otros, pero su resurrección le da un carácter único. Demuestra la victoria de Cristo sobre Satanás, sobre la muerte y sobre el mundo. La muerte y la resurrección de Cristo forman un conjunto indisociable. Jesús pasó por la muerte, pero la venció.
Su resurrección es prueba de que:
–Es Hijo de Dios. Jesús “fue declarado Hijo de Dios con poder… por la resurrección de entre los muertos” (Romanos 1:4).
–Dios aceptó perfectamente su sacrificio en la cruz; por lo tanto, nuestros pecados fueron borrados. Jesucristo “fue entregado por nuestras transgresiones, y resucitado para nuestra justificación” (Romanos 4:25).
Para el creyente Su resurrección es:
–La seguridad de su salvación: “Si confesares con tu boca que Jesús es el Señor, y creyeres en tu corazón que Dios le levantó de los muertos, serás salvo” (Romanos 10:9).
–El motor de su vida: “A fin de conocerle, y el poder de su resurrección” (Filipenses 3:10).
Su resurrección incluso es:
–La prueba segura de la resurrección de los creyentes: “El que resucitó al Señor Jesús, a nosotros también nos resucitará con Jesús” (2 Corintios 4:14).
–La seguridad de nuestra felicidad eterna: “Dios… nos hizo renacer para una esperanza viva, por la resurrección de Jesucristo de los muertos” (1 Pedro 1:3).

© Editorial La Buena Semilla, 1166 PERROY (Suiza)

sábado, 30 de marzo de 2013

LA CRUZ DE CRISTO (2)



La palabra de la cruz es locura a los que se pierden; pero a los que se salvan, esto es, a nosotros, es poder de Dios.
1 Corintios 1:18
Aunque el hombre no se preocupe mucho por ello, lo que ocurrió en el Gólgota hace más de 2.000 años, cuando Jesucristo fue crucificado, es el acontecimiento más importante de la historia de la humanidad. Fue ahí donde Dios manifestó su gracia en favor de los pecadores, juzgando a su Hijo en nuestro lugar. De esta obra cumplida en la cruz se desprende toda bendición para el que la reconoce.
El apóstol Pablo tenía una profunda convicción del valor de la cruz de Cristo, y su ardiente deseo era darla a conocer. Debía proclamar todo el sentido y alcance del sacrificio de Cristo en la cruz, sus maravillosas consecuencias para salvar perfectamente al hombre pecador. Su predicación no se apoyaba en la seducción de la elocuencia ni en los razonamientos de la sabiduría humana.
En efecto, el mensaje de la cruz no tiene ese brillo exterior que agrada a los hombres. La sabiduría de Dios no da una vana satisfacción a la curiosidad de la inteligencia, sino que se dirige a la conciencia. Por eso el hombre que cuenta con su propia justicia o su propia sabiduría considera como locura la predicación de la cruz. Si ésta es su apreciación, escuche el terrible veredicto de Dios: “La palabra de la cruz es locura a los que se pierden” (1 Corintios 1:18).
Pero si usted reconoce la necesidad de ser salvo porque sus faltas lo exponen a la condenación divina, si reconoce que la cruz es su único medio de salvación porque Cristo expió los pecados de los que creen en él, entonces, para usted, ella es “poder de Dios”.

© Editorial La Buena Semilla, 1166 PERROY (Suiza)

viernes, 29 de marzo de 2013

LA CRUZ DE CRISTO (1)



Todos sus conocidos, y las mujeres que le habían seguido desde Galilea, estaban lejos mirando estas cosas (la crucifixión).
Lucas 23:49


Cuando vio Jesús a su madre, y al discípulo a quien él amaba, que estaba presente, dijo a su madre: Mujer, he aquí tu hijo. Después dijo al discípulo: He ahí tu madre.
Juan 19:26-27

Los que amaban a Jesús miraban la cruz desde lejos. Con profundo respeto levantaban los ojos hacia el Señor, ultrajado por los hombres, clavado entre dos malhechores.
“Era la hora tercera cuando le crucificaron” (Marcos 15:25). Aquellos que le acompañaron en su camino y su servicio miraban a distancia esa escena única en la historia del mundo, incapaces de sondear su intensidad ni de entender su significado. Estaban sin palabras ante los sufrimientos de su amado Señor.
“Cuando vino la hora sexta, hubo tinieblas sobre toda la tierra hasta la hora novena” (v.33). En estos momentos, Jesús ofreció su vida en sacrificio por el pecado. Estaba solo en la cruz, enfrentándose a la ira de Dios contra el pecado. Dios mismo apartó su mirada de él, el Hijo de su amor.
Al igual que los discípulos, permanecemos alejados y temerosos, contemplando con respeto y adoración. Sólo Dios pudo apreciar todas las perfecciones del Salvador y sondear la profundidad de sus sufrimientos. Nuestro lugar es estar arrodillados, a la distancia que impone el más profundo y santo respeto.
Hay quienes trataron de analizar los sufrimientos de Jesús. ¡No lo hagamos! Lo que la Palabra nos dice de ellos basta para que lo podamos adorar. ¡No añadamos nada a las Sagradas Escrituras mediante nuestra imaginación!

© Editorial La Buena Semilla, 1166 PERROY (Suiza)

jueves, 28 de marzo de 2013

ENSEÑAME TU CAMINO


Enséñame, oh Señor, tu camino; caminaré yo en tu verdad… Te alabaré, oh Señor Dios mío, con todo mi corazón… Porque tu misericordia es grande para conmigo, y has librado mi alma de las profundidades del Seol.
Salmo 86:11-13

La obediencia cristiana es una nueva vida a la que le agrada hacer la voluntad de Cristo, reconociendo toda la autoridad que Cristo tiene sobre ella.
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Señor, ¡líbranos de esta ligereza caracterizada por no tomar el tiempo y no hacer el esfuerzo de considerar tu voluntad en todas las situaciones!
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Si el creyente no se interesa en las cosas del Señor, si no vive de Él, no puede caminar en sus pisadas.
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El amor no es ciego ni débil. Sencillamente, al contrario de nuestro corazón natural, nunca se complace en descubrir el mal en otra persona y publicarlo. Tampoco guarda rencor. Cuando el mal aparece en su camino, se aflige, y en vez de exponerlo al oído de los que le rodean, busca una solución. Pero nunca lo trata con indiferencia. Soporta las consecuencias que le afectan personalmente, sin quejarse ni vengarse. En ningún caso se asociaría al mal.
El amor sirve, se humilla, toma voluntariamente el lugar más modesto para servir y gozarse. Cristo actuó por amor; quiso servir, es decir, quiso tomar el lugar humilde: “El Hijo del Hombre no vino para ser servido, sino para servir, y para dar su vida en rescate por muchos” (Marcos 10:45).

© Editorial La Buena Semilla, 1166 PERROY (Suiza)

miércoles, 27 de marzo de 2013

¿QUE PASA DESPUES DE LA MUERTE?



La Biblia finaliza con una solemne advertencia a todo aquel que añada o quite algo a las palabras de este libro (Apocalipsis 22:18-19). No nos es permitido alterar su sentido para satisfacer nuestros propios sentimientos o razonamientos.

       Una verdad que molesta a mucha gente es lo que sucede con el alma después de la muerte. La Escritura es muy clara respecto a este asunto: el alma del creyente va a Jesús y goza de la felicidad de estar en su presencia. Espera la resurrección del cuerpo para experimentar una felicidad aún mayor y eterna (Filipenses 1:23). Contrariamente, el alma del incrédulo va lejos de Dios y experimenta el tormento (Lucas 16:19-31) mientras espera la resurrección del cuerpo, el juicio que le seguirá y la justa condenación en los tormentos eternos.

       La Palabra de Dios es categórica: hoy, mientras vivimos en la tierra, es el día de salvación. El mañana no nos pertenece. “El Hijo del Hombre tiene potestad en la tierra para perdonar pecados” (Mateo 9:6). Después de la muerte no hay salvación posible; el evangelio de Lucas nos lo confirma: existe un gran abismo entre el lugar donde están los creyentes y el lugar donde se hallan, lejos de Dios, los que no creyeron (Lucas 16:26).

       Dios nos dice además: “Os he puesto delante la vida y la muerte, la bendición y la maldición; escoge, pues, la vida, para que vivas” (Deuteronomio 30:19).

martes, 26 de marzo de 2013

EL CALENTAMIENTO GLOBAL



Mientras la tierra permanezca, no cesarán la sementera y la siega, el frío y el calor, el verano y el invierno, y el día y la noche.
Génesis 8:22
Según los expertos, el calentamiento global se debe principalmente a la actividad humana, especialmente a las emisiones de gases de efecto invernadero. Las consecuencias de la alteración climática podrían ser la sequía, el calor excesivo, los ciclones violentos, el aumento del nivel de los océanos. Los más pesimistas van hasta predecir la desaparición de la humanidad, si ésta no cambia su modo de vida que destruye al planeta.
La Palabra de Dios no esperó a nuestra sociedad industrializada para decirnos: “Toda la creación gime a una, y a una está con dolores de parto hasta ahora” (Romanos 8:22). Pero Dios también nos enseña que él, el Creador, tiene todo en sus manos. Nos habló en Jesús, el Hijo de su amor, por medio del cual también creó el Universo (Hebreos 1:2). “Todo fue creado por medio de él y para él. Y él es antes de todas las cosas, y todas las cosas en él subsisten” (Colosenses 1:16-17). El equilibrio del ecosistema, que está en peligro debido a la actividad del hombre, ha sido mantenido hasta aquí por Dios. El hombre es mal administrador de los bienes que Dios le confió; sin embargo no es él quien destruirá la tierra cuyos días están contados, sino Dios (2 Pedro 3:12), cuando se termine el tiempo de su paciencia.
Incluso si pasa por pruebas, el cristiano puede encomendar su alma “al fiel Creador”, y hacer el bien (1 Pedro 4:19). No espera con angustia «el fin del mundo», sino que confía en la bondad de su Dios Salvador, quien le ha prometido llevarlo consigo al paraíso antes de juzgar la tierra (1 Tesalonicenses 1:10; 4:13-18).

© Editorial La Buena Semilla, 1166 PERROY (Suiza)