domingo, 27 de octubre de 2013

DISTINGUIR ENTRE EL BIEN Y EL MAL



Da… a tu siervo corazón entendido… para discernir entre lo bueno y lo malo.
1 Reyes 3:9


¡Ay de los que a lo malo dicen bueno, y a lo bueno malo; que hacen de la luz tinieblas, y de las tinieblas luz…!
Isaías 5:20

¿Cómo saber lo que está bien y lo que está mal? ¿Cuáles son los criterios y la autoridad a los que se debe hacer referencia?
No hace mucho tiempo ciertos comportamientos eran considerados como reprensibles. Hoy tales comportamientos se excusan, se admiten e incluso son aceptados por nuestra sociedad.
¿Cuál es el resultado? Los criterios morales establecidos por nuestro Dios Creador para garantizar la felicidad de su criatura han sido abandonados; y la conciencia se endurece. La generación que crece en este entorno no es visiblemente más feliz que las generaciones precedentes. Frecuentemente abandonada a sí misma, no le queda otro remedio que conformarse a las normas de una sociedad en decadencia, que ya no sabe distinguir entre el bien y el mal. Sin puntos de referencia ni consuelo alguno, busca desesperadamente una razón de vivir en las filosofías orientales, las sectas o el ocultismo.
Los razonamientos de los hombres sin Dios descarrían y conducen al mal. Únicamente la Palabra de nuestro Creador mantiene su autoridad y muestra el camino del bien en medio del mal que nos rodea. La Biblia es la referencia absoluta, universal e invariable. El bien es lo que es conforme al pensamiento de Dios, lo que lo honra. Todo lo que está opuesto a Dios y a las enseñanzas de su Palabra, está mal. Por lo tanto lea la Biblia. Ella le revelará al Dios santo que también es amor. Él dio a su Hijo unigénito para liberarnos del mal.

© Editorial La Buena Semilla, 1166 PERROY (Suiza)

sábado, 19 de octubre de 2013

¡PUEDE VENIR ESTA NOCHE!



Porque el Señor mismo con voz de mando… descenderá del cielo.
1 Tesalonicenses 4:16


(Jesús dice:) Ciertamente vengo en breve.
Apocalipsis 22:20

Aunque durante largo tiempo había sufrido mucho debido a una dura enfermedad, este anciano creyente había permanecido apacible y confiado en Dios su salvador. Estaba hospitalizado y le acababan de amputar un pie, pero testificaba de su fe en su Señor, a quien esperaba cada día. –¡Puede venir esta noche!, decía.
¿Cómo puede un creyente tener la seguridad de que Jesucristo regresará pronto? Leyendo en la Biblia y creyendo lo que Jesús mismo prometió a los suyos: “Vendré otra vez, y os tomaré a mí mismo, para que donde yo estoy, vosotros también estéis” (Juan 14:3). Ese regreso sucederá “en un abrir y cerrar de ojos” (1 Corintios 15:52). No ha dado ninguna fecha, por eso el cristiano espera constantemente a Aquel que repite en el libro del Apocalipsis: “Ciertamente vengo en breve” (3:11, 22:7, 12, 20).
La venida del Señor Jesús para llevar al cielo a los que creen en él pondrá fin al período actual de la gracia que dura desde hace casi 2.000 años. Durante ese tiempo se está formando la Iglesia del Señor, compuesta por todos los cristianos nacidos de nuevo por la fe en Jesucristo. Todos participarán, con cuerpos glorificados, en esa gran salida hacia el cielo. Los muertos en Cristo serán resucitados, y los creyentes que aún estén vivos en la tierra serán transformados (1 Tesalonicenses 4:16-17).
Si el Señor viene esta noche, ¿formará usted parte de los que serán llevados a su encuentro? “Mi alma espera al Señor más que los centinelas a la mañana, más que los vigilantes a la mañana” (Salmo 130:6).

© Editorial La Buena Semilla, 1166 PERROY (Suiza)

lunes, 14 de octubre de 2013

EL SEGURO DE VIDA



Estas cosas os he escrito a vosotros que creéis en el nombre del Hijo de Dios, para que sepáis que tenéis vida eterna.
1 Juan 5:13


(Jesús dice:) El que… cree al que me envió, tiene vida eterna; y no vendrá a condenación, mas ha pasado de muerte a vida.
Juan 5:24

En ciertos países es obligatorio asegurarse en caso de enfermedades y accidentes. También se ofrecen otros seguros que no son obligatorios, como el seguro de vida que permite, en caso de muerte, dejar un patrimonio a los que sobrevivan. Por lo general ese capital se constituye mediante cotizaciones que uno paga regularmente a lo largo de su vida activa. Pero cada pago que éste hace, ¿no le recuerda que es susceptible de desaparecer en cualquier momento, el día que menos lo espera y a la hora que no sabe? (Lucas 12:46).
¿Pensó en suscribirse a un seguro para el más allá? Dios es quien le propone este seguro y le invita a suscribirse de todo corazón, sin esperar un momento más: “Dios nos ha dado vida eterna; y esta vida está en su Hijo” (1 Juan 5:11). Este seguro entra en vigencia a partir del momento en que usted acepte por la fe a Jesús como su Salvador personal. No tiene ningún costo; sólo es necesario creer: “El que cree en el Hijo (de Dios) tiene vida eterna; pero el que rehúsa creer en el Hijo no verá la vida, sino que la ira de Dios está sobre él” (Juan 3:36).
No creer significa negarse a firmar el contrato que el Dios de amor le propone; al mismo tiempo se hace responsable de encontrarlo un día cara a cara como Juez y de pasar la eternidad en el tormento, lejos de él.
Sin negar la conveniencia de un seguro para los suyos, debemos repetirle que no olvide tomar gratuitamente el seguro que garantiza su futuro eterno.

© Editorial La Buena Semilla, 1166 PERROY (Suiza)

sábado, 12 de octubre de 2013

DUPLICIDAD O RECTITUD



El Señor ama la rectitud.
Salmos 37:28


El amor sea sin fingimiento. Aborreced lo malo, seguid lo bueno.
Romanos 12:9


Que vuestro sí sea sí, y vuestro no sea no, para que no caigáis en condenación.
Santiago 5:12

La duplicidad o doblez es el hecho de manifestar sentimientos o intenciones diferentes de los que realmente tenemos, para sacar provecho de ello, corriendo el riesgo de lastimar a nuestro prójimo. Esta actitud, contraria a la rectitud y a la honestidad, es condenada enérgicamente en la Biblia (Salmo 12:2-3). La persona que actúa así engaña a los que lo rodean e incluso puede engañarse a sí misma, pero no a Dios, quien sabe y ve todo. “No hay cosa creada que no sea manifiesta en su presencia; antes bien todas las cosas están desnudas y abiertas a los ojos de aquel a quien tenemos que dar cuenta” (Hebreos 4:13). Aunque en nuestra sociedad actual cada vez se observa más una mezcolanza entre el bien y el mal, el cristiano, más que nadie, es invitado a apartarse de toda duplicidad, hipocresía o engaño.
A veces ocurre que nuestros comportamientos son ambiguos, alejados de la rectitud de corazón que debería caracterizarnos. Cristianos, si nuestras palabras desentonan con las palabras y las enseñanzas del Señor Jesús, no estamos siendo rectos.
Lo mismo sucede si lo que hacemos no concuerda con lo que decimos. Un hijo de Dios debe ser coherente con lo que profesa, lo que dice creer. Debemos preguntarnos honestamente: ¿Qué perciben sobre nuestra forma de vivir quienes nos rodean? Si amamos al Señor, desearemos serle fieles, y eso se notará. El Evangelio percibido mediante la vida de los creyentes a menudo es un testimonio más convincente que todos los discursos.

© Editorial La Buena Semilla, 1166 PERROY (Suiza)

jueves, 3 de octubre de 2013

LA ULTIMA LLAMADA TELEFONICA



No quisieron escuchar mis palabras…
Jeremías 11:10


Bienaventurados los que oyen la palabra de Dios, y la guardan.
Lucas 11:28


María… sentándose a los pies de Jesús, oía su palabra.
Lucas 10:39

Un grupo de jóvenes emprendió una excursión en los Alpes. Con mucho esfuerzo llegaron al refugio donde habían previsto pasar la primera noche. De repente sonó el teléfono: «Habla el cuerpo de seguridad de la montaña. Les advertimos sobre la inminente llegada de mucha nieve. Su refugio se halla en una cañada expuesta a las avalanchas. Les aconsejamos descender inmediatamente al valle». El mensaje fue recibido en medio de carcajadas.
Poco tiempo después volvió a sonar el teléfono. Los alpinistas recibieron la orden de abandonar inmediatamente el refugio porque la nieve ya caía abundantemente. «No, aquí nos quedaremos. ¡Ustedes están exagerando!», respondieron los jóvenes.
Quince minutos más tarde el teléfono volvió a sonar. El llamado era urgente: « ¡Pero, cómo! ¿Todavía están ahí…?». El joven dejó el auricular; no deseaba seguir escuchando. ¡Quería que los dejaran tranquilos!
Esa misma noche sobrevino la tragedia. Al día siguiente el equipo de rescate se puso en camino. No encontraron ni el refugio ni a los cinco jóvenes, pues todo había quedado sepultado bajo una montaña de nieve y barro.
¿Cuántas veces ha oído usted los urgentes llamados de un Dios que no quiere la muerte del pecador, sino que se arrepienta y viva? ¿Ha actuado como el joven que no quiso escuchar la última llamada? ¡Hoy Dios le ofrece la salvación!

© Editorial La Buena Semilla, 1166 PERROY (Suiza)