sábado, 31 de diciembre de 2016

CERTEZAS

 
Sabemos que a los que aman a Dios, todas las cosas les ayudan a bien.
Romanos 8:28
Sabemos que cuando él (Jesucristo) se manifieste, seremos semejantes a él, porque le veremos tal como él es.
1 Juan 3:2
 
 
No puedo probarle la existencia de Dios, ni decirle cómo se me reveló, pero “una cosa sé, que habiendo yo sido ciego, ahora veo” (Juan 9:25).
A veces me parece que el futuro es sombrío y que cada vez es más difícil vivir como cristiano en este mundo donde no se honra a Dios, pero “con todo yo también sé que les irá bien a los que a Dios temen, los que temen ante su presencia” (Eclesiastés 8:12).
Estoy triste porque algunos de mis seres queridos han seguido un mal camino, pero oro por ellos y por todos los que amo, porque sé que Dios “quiere que todos los hombres sean salvos y vengan al conocimiento de la verdad” (1 Timoteo 2:4).
Veo que poco a poco mis amigos se van yendo, y a veces el pensamiento de la muerte me oprime, pero “yo sé que mi Redentor vive, y al fin se levantará sobre el polvo... y mis ojos lo verán, y no otro” (Job 19:25, 27).
El año se termina hoy: ¿Qué será para mí mañana, los días venideros, el año que viene? “En ti he confiado; hazme saber el camino por donde ande, porque a ti he elevado mi alma” (Salmo 143:8). “Tened también vosotros paciencia, y afirmad vuestros corazones; porque la venida del Señor se acerca” (Santiago 5:8). Y si usted aún no tiene la vida eterna, recuerde: “He aquí ahora el tiempo aceptable; he aquí ahora el día de salvación” (2 Corintios 6:2).

© Editorial La Buena Semilla, 1166 PERROY (Suiza)

jueves, 29 de diciembre de 2016

NUESTRA ÚNICA OPORTUNIDAD

 
No envió Dios a su Hijo al mundo para condenar al mundo, sino para que el mundo sea salvo por él. El que en él cree, no es condenado; pero el que no cree, ya ha sido condenado, porque no ha creído en el nombre del unigénito Hijo de Dios.
Juan 3:17-18
 
 
Varias religiones afirman que hay un lugar, entre la tierra y el cielo, donde son recibidos los creyentes que no cumplieron totalmente las condiciones de la salvación. Dicen que es el lugar en donde uno purga su condena, durante un tiempo que solo Dios puede apreciar, antes de poder entrar en el paraíso.
Pero, entonces, ¿quién necesitaría esta segunda oportunidad? ¿Los incrédulos también podrían beneficiarse de ella? ¿Qué faltas serían aceptadas y cuáles serían imperdonables? Si pudiese contar con una segunda oportunidad, ¿podría permitirme hoy algunos malos comportamientos? ¿Para quién sería necesario el sacrificio de Jesús? ¿Para qué faltas sería suficiente?
Todas estas preguntas surgen solo por lo que el hombre religioso quiso añadir a la Palabra de Dios. Sin embargo la Biblia, reconocida por todos los cristianos, no menciona ese «lugar de la segunda oportunidad» donde podríamos perfeccionar nuestra salvación. En cambio encontraremos la gracia de Dios ofrecida a todos. “Por gracia sois salvos por medio de la fe; y esto no de vosotros, pues es don de Dios” (Efesios 2:8). La Biblia anuncia y proclama una gran salvación, segura y eficaz, que no tiene en cuenta nuestras obras, ni nuestra buena voluntad o nuestra piedad. La única condición para beneficiarnos de ella es reconocer el valor del sacrificio de Jesucristo en la cruz.
Esta salvación, que Dios ofrece gratuita y definitivamente, es el único medio para estar en paz con él.

© Editorial La Buena Semilla, 1166 PERROY (Suiza)

martes, 27 de diciembre de 2016

LA ERA CRISTIANA

 
Dios estaba en Cristo reconciliando consigo al mundo, no tomándoles en cuenta a los hombres sus pecados.
2 Corintios 5:19
El Señor mismo con voz de mando... descenderá del cielo.
1 Tesalonicenses 4:16
 
 
Visitando un museo con unos amigos, nos llamó la atención un documento antiguo en el que la fecha estaba formulada de la siguiente manera: «El año 1782 de la era cristiana...». Quizá no nos damos cuenta, pero cada vez que escribimos una fecha en un documento, hacemos referencia a Jesucristo. En efecto, su nacimiento es el punto de partida de la numeración de los años utilizada en el calendario gregoriano, el cual rige en la mayor parte del mundo.
La era cristiana empezó cuando Jesucristo, el Hijo de Dios, vino a la tierra. Él, quien es Dios, se encarnó; se hizo hombre para mostrar quién es Dios, y murió en la cruz del Calvario, en el Gólgota. Allí sufrió el castigo que nosotros merecíamos debido a nuestros pecados. “Fue entregado por nuestras transgresiones, y resucitado para nuestra justificación” (Romanos 4:25).
Desde hace más de 2.000 años, Dios continúa proclamando su oferta de perdón y gracia.
Pero este período se acabará cuando Jesucristo venga una segunda vez para llevar al cielo a todos los que hayan creído. “Aparecerá por segunda vez, sin relación con el pecado, para salvar a los que le esperan” (Hebreos 9:28). Entonces será el final de la era cristiana. Por ello hoy es necesario ponerse en regla con Dios creyendo en Jesucristo. “El que cree en el Hijo tiene vida eterna” (Juan 3:36).
Jesús dijo: “Yo soy la puerta; el que por mí entrare, será salvo” (Juan 10:9).
“Al que a mí viene, no le echo fuera” (Juan 6:37).

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domingo, 25 de diciembre de 2016

EL NACIMIENTO DIVINO

 
Llamarás su nombre Jesús. Este será grande, y será llamado Hijo del Altísimo...
Lucas 1:31-32
En él habita corporalmente toda la plenitud de la Deidad.
Colosenses 2:9
 
 Texto del evangelio según Lucas 2:5-20
 
 
“María... dio a luz a su hijo primogénito, y lo envolvió en pañales, y lo acostó en un pesebre, porque no había lugar para ellos en el mesón...
Había pastores en la misma región, que velaban y guardaban las vigilias de la noche sobre su rebaño. Y he aquí, se les presentó un ángel del Señor, y la gloria del Señor los rodeó de resplandor; y tuvieron gran temor. Pero el ángel les dijo: No temáis; porque he aquí os doy nuevas de gran gozo, que será para todo el pueblo: que os ha nacido hoy, en la ciudad de David, un Salvador, que es CRISTO el Señor. Esto os servirá de señal: Hallaréis al niño envuelto en pañales, acostado en un pesebre.
Y repentinamente apareció con el ángel una multitud de las huestes celestiales, que alababan a Dios, y decían: ¡Gloria a Dios en las alturas, y en la tierra paz, buena voluntad para con los hombres! Sucedió que cuando los ángeles se fueron de ellos al cielo, los pastores se dijeron unos a otros: Pasemos, pues, hasta Belén, y veamos esto que ha sucedido, y que el Señor nos ha manifestado. Vinieron, pues, apresuradamente, y hallaron a María y a José, y al niño acostado en el pesebre. Y al verlo, dieron a conocer lo que se les había dicho acerca del niño. Y todos los que oyeron, se maravillaron de lo que los pastores les decían. Pero María guardaba todas estas cosas, meditándolas en su corazón.
Y volvieron los pastores glorificando y alabando a Dios por todas las cosas que habían oído y visto, como se les había dicho”.

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viernes, 23 de diciembre de 2016

¿QUIÉN ES JESUCRISTO?

 
Jesucristo. Este es el verdadero Dios, y la vida eterna.
1 Juan 5:20
 
 
El libro más importante que jamás existió en el mundo, la Biblia, habla de Jesucristo de una manera muy detallada. En el Nuevo Testamento, especialmente los evangelios nos muestran quién fue él, qué dijo y qué hizo.
Él es Dios desde toda la eternidad, pero también se hizo hombre para revelar a Dios. En su vida mostró que Dios es amor, que es santo, pero también que está lleno de gracia y de bondad.
Mediante su nacimiento, Jesús tomó un verdadero cuerpo de hombre, pero sin pecado. Su vida perfecta mostró lo que Dios esperaba de nosotros, sus criaturas. Pero siendo nosotros pecadores, la vida santa de Jesús no podía cambiar nada a nuestro estado, ni liberarnos de nuestros pecados. Para cambiarnos, salvarnos, fue necesaria su muerte en la cruz.
Además, los hombres odiaban a Jesús, porque las obras de ellos eran malas y no soportaban la luz divina que ponía de manifiesto la maldad de su corazón (Juan 3:19). Conspiraron contra él y lo mataron en una cruz. Fue allí donde Jesús, blanco del odio de los hombres, soportó el juicio de Dios para expiar los pecados de todos los que creen en él. Jesús murió y luego resucitó para dar la vida eterna a hombres condenados a permanecer lejos de Dios para siempre.
¿Cómo beneficiarse de los resultados de esta maravillosa obra? Arrepintiéndose sinceramente de sus pecados y aceptando personalmente que solo Jesús, gracias a su sacrificio, ofrece la vida eterna a todo el que cree en él.
“Indiscutiblemente, grande es el misterio de la piedad: Dios fue manifestado en carne” (1 Timoteo 3:16).

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EL NIÑO SANTO

 
El ángel Gabriel fue enviado por Dios... a una virgen desposada con un varón que se llamaba José... El ángel le dijo:... darás a luz un hijo... El Espíritu Santo vendrá sobre ti... por lo cual también el Santo Ser que nacerá, será llamado Hijo de Dios.
Lucas 1:26-27, 30-35
 
 
Cuando María recibió la maravillosa noticia que sería la madre del Salvador, no dudó, sino que hizo una pregunta racional: “¿Cómo será esto? pues no conozco varón” (Lucas 1:34). Lucas precisa que el ángel fue enviado a una virgen desposada. Esos jóvenes, en obediencia a Dios, no tenían relaciones sexuales antes del matrimonio.
Mateo también testifica la virginidad de la madre de Jesucristo: “Estando desposada María su madre con José, antes que se juntasen, se halló que había concebido del Espíritu Santo” (Mateo 1:18).
Probablemente José pensaba que había sido engañado. Siendo un hombre justo, quiso romper el compromiso, pero amaba a María y “no quería infamarla”, por eso decidió “dejarla secretamente”. No actuó precipitadamente: “Pensando él en esto... un ángel del Señor le apareció en sueños y le dijo: José... no temas recibir a María tu mujer, porque lo que en ella es engendrado, del Espíritu Santo es” (Mateo 1:19-20).
El texto precisa que, incluso en esta nueva situación, José respetó a María y a la santa persona escondida en ella: “Recibió a su mujer. Pero no la conoció hasta que dio a luz a su hijo primogénito” (Mateo 1:24-25).
El Señor Jesús no solo fue concebido en el seno de una virgen, sino que nació de una virgen. “He aquí, una virgen concebirá y dará a luz un hijo, y llamarás su nombre Emanuel, que traducido es: Dios con nosotros” (Mateo 1:23).

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jueves, 22 de diciembre de 2016

DIOS NOS COMUNICA

 
Aquel Verbo fue hecho carne, y habitó entre nosotros (y vimos su gloria, gloria como del unigénito del Padre), lleno de gracia y de verdad.
Juan 1:14
 
 
El versículo de hoy es el centro de la fe cristiana: Dios se hizo hombre. Contiene una verdad sorprendente y maravillosa. Este Verbo es el Señor Jesús, el Cristo. ¿Por qué es designado como “el Verbo” (o la Palabra)? Porque por medio de Jesucristo, Dios nos habló. Este lenguaje de Dios pudo escucharse, fue un lenguaje «verbal». Cristo expresó los pensamientos de Dios y fue “la imagen del Dios invisible” (Colosenses 1:15). Desde “el principio estaba con Dios (Juan 1:2).
“Aquel Verbo fue hecho carne”. Es un milagro que sobrepasa nuestra inteligencia. Nosotros no nos volvemos carne: somos carne. Pero Aquel que es la Palabra se hizo carne al nacer de una virgen. Nadie más ha existido sin ser antes concebido, pero Cristo, quien existía desde la eternidad, tomó el cuerpo que Dios le había preparado en el seno de María. Es un misterio que nos es revelado: “Indiscutiblemente, grande es el misterio de la piedad: Dios fue manifestado en carne” (1 Timoteo 3:16).
¿Era realmente un hombre? Sí, pues “habitó entre nosotros”, y los discípulos tuvieron el privilegio de contemplar su humanidad y su gloria, una “gloria como del unigénito del Padre”. Escondida bajo el manto de su humanidad, esta gloria resplandece con tal brillo que conduce a sus discípulos a persuadirse de que Jesús es mucho más que un hombre. Es el Hijo unigénito de Dios, digno de todo honor. ¿Cómo es posible que el Dios eterno haya podido encarnarse en un hombre? Sin comprenderlo, el cristiano agradece y adora, diciendo: “¡Señor mío, y Dios mío!” (Juan 20:28).

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miércoles, 21 de diciembre de 2016

DIOS COMUNICA

 
Los cielos cuentan la gloria de Dios, y el firmamento anuncia la obra de sus manos... No hay lenguaje, ni palabras, ni es oída su voz.
Salmo 19:1, 3
(Dios) nos ha hablado por el Hijo.
Hebreos 1:2
Los santos hombres de Dios hablaron siendo inspirados por el Espíritu Santo.
2 Pedro 1:21
 
 
¡La palabra comunicación está de moda! El lenguaje visual se desarrolla de tal manera que en todos los países del mundo pictogramas idénticos permiten comunicar el mismo mensaje sin palabras. Este lenguaje «no verbal» es universal y va más allá de las diferencias de origen y cultura. Pero la mejor manera de comunicarnos sigue siendo el encuentro y el intercambio de palabras.
Dios también se dirige a los hombres de diferentes maneras. Desde siempre empleó el lenguaje «no verbal»: en el universo que nos rodea, todo nos muestra la grandeza del Creador. Desde el más pequeño detalle de una flor, o de un insecto, hasta la admirable disposición de los planetas y galaxias, todo proclama la sabiduría y la gloria del arquitecto que concibió y creó nuestro mundo.
Pero, además, Dios nos ha hablado directamente “por medio de Jesucristo” (Juan 1:14, 17). Lo más importante que Dios tenía que decirnos lo hizo sin intermediario. En la persona de Jesucristo, el Hijo de Dios, vino a participar de nuestra condición humana para dar a conocer su esencia, es decir, amor y luz. Por sus palabras como por sus acciones Jesús reveló a la vez la santidad de Dios que lo obliga a condenar el pecado, y su amor que encontró un medio para salvar al pecador.

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martes, 20 de diciembre de 2016

DIOS TIENE UN PLAN

 
Todo lo que el Señor quiere, lo hace, en los cielos y en la tierra.
Salmo 135:6
Yo soy Dios... y nada hay semejante a mí, que anuncio lo por venir desde el principio... que digo: Mi consejo permanecerá, y haré todo lo que quiero.
Isaías 46:9-10
 
 
Si Dios controla realmente la historia, ¿por qué no impide el aumento del mal? ¿Por qué no hace que su justicia triunfe, por qué soporta a un mundo en tan mal estado moral? A estas preguntas legítimas, la Biblia da una respuesta. En primer lugar nos dice que el hombre, creado libre, es responsable de sus actos. Dios no lo obliga a hacer el bien. Le hizo unas promesas, le reveló sus pensamientos, pero el hombre no les da importancia. Sin embargo, un día Dios le pedirá cuentas. Por el momento espera pacientemente que el hombre tome conciencia de su alejamiento de Dios, con sus trágicas consecuencias... ¡y que se vuelva a él!
La Biblia también nos dice que la historia tiene un sentido, que sigue el plan de Dios. Un día Dios pondrá fin a la desastrosa administración de la tierra por el hombre. Él enviará a su Hijo Jesucristo a establecer su reino, para el bien de toda la humanidad... pero juzgará a todos los que lo hayan rechazado negándose a recibirlo como el enviado de Dios.
La Biblia describe los acontecimientos que deben producirse, especialmente los que marcarán el final de la historia del hombre en la tierra. Jesús declaró: “Os lo he dicho todo antes” (Marcos 13:23). Estando informados, ¿no somos responsables de poner nuestra vida en regla con la Palabra de Dios? Esto significa primeramente reconocer en Jesús al único que puede reconciliarnos con Dios. Es lo que él quiere hacer, para darnos la paz ya en la tierra, y la esperanza bienaventurada y segura de estar pronto en su presencia.

© Editorial La Buena Semilla, 1166 PERROY (Suiza)

sábado, 17 de diciembre de 2016

PONERSE EN UN LUGAR SEGURO

 
Todos los que creen en él... siendo justificados gratuitamente por su gracia, mediante la redención que es en Cristo Jesús.
Romanos 3:22-24
Jesús le dijo: Yo soy el camino, y la verdad, y la vida; nadie viene al Padre, sino por mí.
Juan 14:6
 
 
Un valle está amenazado por una terrible inundación. Solo se puede hallar un lugar seguro en una inmensa roca ubicada en el centro del valle. La gente toma escaleras y trata de subir a la roca, pero la escalera más larga es demasiado corta para permitir escapar al peligro.
Para poder llegar al lugar seguro es necesario bajar de la escalera, corta o larga, y seguir el único camino pedestre que lleva a la cumbre.
Esta ilustración, aunque puede parecer demasiado simple, nos ayuda a comprender los versículos de hoy.
Los hombres parecen muy diferentes unos de otros. Algunos son grandes pecadores. Otros tienen un carácter noble, son honestos, corteses y muy apreciados por su entorno. Otros son muy religiosos y hacen muchas buenas obras.
Dios, quien es justo, ve todo esto. Sin embargo emite su sentencia, contra la cual no existe recurso posible: “No hay justo, ni aun uno” (Romanos 3:10). Nadie puede obtener la salvación eterna mediante sus propios esfuerzos (la escalera del relato). Para ir al Padre es preciso dejar de lado todos sus méritos, reconocer ante Dios sus debilidades, sus pecados, y aceptar la salvación divina por medio de Jesucristo, quien murió en la cruz por nosotros. El que cree en Jesús está seguro y se halla en el camino que conduce al cielo, la cumbre segura.

© Editorial La Buena Semilla, 1166 PERROY (Suiza)

martes, 13 de diciembre de 2016

SIN DINERO Y SIN PRECIO

 
A todos los sedientos: Venid a las aguas; y los que no tienen dinero, venid, comprad y comed. Venid, comprad sin dinero y sin precio.
Isaías 55:1
Fuisteis rescatados... no con cosas corruptibles, como oro o plata, sino con la sangre preciosa de Cristo.
1 Pedro 1:18-19
 
 
Un hombre célebre decía: «El dinero puede comprar muchas cosas exteriores, pero no lo esencial. Nos permite comprar los alimentos, pero no el apetito; los medicamentos, pero no la salud; los conocimientos, pero no los amigos; días de gozo, pero no la paz ni la felicidad». Efectivamente, en nuestra sociedad podemos conseguir casi todo con dinero, incluso la satisfacción de las codicias más bajas, pero no hay casi nada que podamos obtener sin dinero. Todo tiene precio, incluso la vida del hombre, evaluada por las compañías de seguros.
Sin embargo, con el dinero solo podemos adquirir bienes temporales. Podemos comprar un seguro de vida, pero nada contra el miedo a la muerte. Podemos comprar tranquilizantes, pero no la paz interior, un lugar en el cementerio, pero no un lugar en el cielo.
La Biblia declara: “Vuestras riquezas están podridas” (Santiago 5:2). En efecto, los verdaderos valores, los únicos duraderos, no se venden. Pero cada uno de nosotros puede recibirlos gratuitamente. Dios ofrece la salvación del alma, el perdón de los pecados, la paz con él y la vida eterna a todo el que lo desea. Dios, Señor del cielo y de la tierra, no necesita nuestro dinero. Si reconocemos nuestra indigencia ante él y las necesidades profundas de nuestra alma invadida por el pecado, él está dispuesto a respondernos abundantemente. La respuesta a todas nuestras necesidades está en Jesús, quien comunica su vida al que desea recibirla. Es un don perfecto de parte del Dios que nos ama.

© Editorial La Buena Semilla, 1166 PERROY (Suiza)

lunes, 12 de diciembre de 2016

LA IRRADIACIÓN

 
Decían a los montes y a las peñas: Caed sobre nosotros, y escondednos del rostro de aquel que está sentado sobre el trono, y de la ira del Cordero; porque el gran día de su ira ha llegado; ¿y quién podrá sostenerse en pie?
Apocalipsis 6:16-17
 
 
¿Existe una invención más horrorosa que la bomba de neutrones? Parece creada para destruir en primer lugar las células vivas: los hombres y los animales irradiados son heridos mortalmente, sin muchas destrucciones materiales. En cambio, con las bombas de hidrógeno, la fusión de materias adecuadas acarrea una rápida expulsión de enormes cantidades de energía y produce una explosión mayor.
Un profeta de la Biblia anunciaba hace 2.500 años que un juicio caería un día sobre algunos pueblos: “La carne de ellos se corromperá estando ellos sobre sus pies, y se consumirán en las cuencas sus ojos, y la lengua se les deshará en su boca. Y acontecerá en aquel día que habrá entre ellos gran pánico enviado por el Señor” (Zacarías 14:12-13). En esa época esta descripción tuvo que parecer totalmente inverosímil, pero hoy en día no tiene nada de raro.
El Apocalipsis también nos describe juicios terribles; estos caerán sobre un mundo que no piensa en Dios y vive en total oposición a sus mandamientos. “El tercer ángel tocó la trompeta, y cayó del cielo una gran estrella, ardiendo como una antorcha, y cayó sobre la tercera parte de los ríos, y sobre las fuentes de las aguas. Y el nombre de la estrella es Ajenjo” (Apocalipsis 8:10-11).
Pero Dios ofrece la reconciliación a todo el que reconoce su estado desesperado e invoca a Dios sinceramente. Jesucristo murió para perdonarlos. Rechazarlo es desobedecer a Dios. Y usted, si escucha hoy su voz, no endurezca su corazón (Hebreos 3:7).

© Editorial La Buena Semilla, 1166 PERROY (Suiza)

domingo, 11 de diciembre de 2016

HABRÁ UN FINAL

 
(Jesús dijo:) El cielo y la tierra pasarán, pero mis palabras no pasarán.
Lucas 21:33
He aquí ahora el tiempo aceptable; he aquí ahora el día de salvación.
2 Corintios 6:2
 
 
Las profecías bíblicas nos dan una idea de las condiciones morales del mundo moderno y detalles precisos sobre el período que precederá el fin: “Habrá hombres amadores de sí mismos, avaros, vanagloriosos, soberbios, blasfemos, desobedientes a los padres, ingratos, impíos, sin afecto natural, implacables, calumniadores, intemperantes, crueles, aborrecedores de lo bueno, traidores, impetuosos, infatuados, amadores de los deleites más que de Dios” (2 Timoteo 3:2-4).
Esto nos hace pensar en nuestra sociedad, que es abiertamente inmoral y cada vez más violenta desde hace algunos decenios. Tenemos realmente la impresión de estar en esos tiempos del fin descritos en la Biblia.
Podemos pensar que la vida es un perpetuo comienzo, pero la Palabra de Dios nos dice que los ciclos y las estaciones no se sucederán indefinidamente. Un día Dios pondrá fin a la historia del hombre en la tierra. Ha soportado toda la maldad y la violencia acumuladas por la humanidad, pero su paciencia tendrá un fin.
La Biblia anuncia el juicio que caerá sobre los hombres que viven sin Dios, pero también muestra a cada uno cómo ser librado de ese juicio. Basta con depositar su confianza en Jesucristo, quien murió en la cruz y resucitó. Dios ama a todos los hombres y les recuerda, mediante su Palabra, que aún hoy perdona a todo el que va a él para ser perdonado.
“Al que a mí viene, no le echo fuera”.
“De cierto, de cierto os digo: El que cree en mí, tiene vida eterna” (Juan 6:37, 47).

© Editorial La Buena Semilla, 1166 PERROY (Suiza)

viernes, 9 de diciembre de 2016

EL PODER DE LA DEBILIDAD

Aunque fue crucificado en debilidad, vive por el poder de Dios.
2 Corintios 13:4
... Cristo poder de Dios, y sabiduría de Dios.
1 Corintios 1:24
¿No era necesario que el Cristo padeciera estas cosas, y que entrara en su gloria?
Lucas 24:26
 
 
El Dios todopoderoso, creador de los cielos y de la tierra, se acercó a nosotros mediante Jesucristo. Aquel que podía detener una tempestad, echar fuera demonios o alimentar una multitud con cinco panes y dos peces, se dejó clavar en una cruz por hombres que lo condenaron injustamente. Los que fueron para arrestarlo en el huerto de Getsemaní “retrocedieron, y cayeron a tierra” cuando él les dijo: “Yo soy” (Juan 18:6). Pero no luchó, sino que se entregó voluntariamente. Cuando estaba clavado en la cruz, la gente le gritaba: “Si eres Hijo de Dios, desciende de la cruz... A otros salvó, a sí mismo no se puede salvar” (Mateo 27:40-42). Pero se quedó en la cruz, blanco de la burla, de las injurias, del desprecio, en absoluta debilidad, sin queja alguna.
Para que el bien triunfase sobre el mal, el amor sobre el odio y el perdón contra la ofensa, era necesario que el Salvador muriese (Lucas 24:26). La victoria sobre el diablo pasó por esta última humillación. ¡Sin embargo fue total y definitiva! Los hombres “fueron y aseguraron el sepulcro, sellando la piedra y poniendo la guardia” (Mateo 27:66). A pesar de todas las precauciones tomadas, tres días después la tumba fue hallada abierta y vacía. Jesucristo resucitó y fue “declarado Hijo de Dios con poder, según el Espíritu de santidad, por la resurrección de entre los muertos” (Romanos 1:4).
La gloria de Jesucristo, en su humillación voluntaria, nos interpela y nos une a él.

© Editorial La Buena Semilla, 1166 PERROY (Suiza)

jueves, 8 de diciembre de 2016

EL REGRESO DEL HIJO REBELDE

(El hijo rebelde) levantándose, vino a su padre. Y cuando aún estaba lejos, lo vio su padre, y fue movido a misericordia, y corrió, y se echó sobre su cuello, y le besó.

Lucas 15:20

Vuélvete a mí, porque yo te redimí.

Isaías 44:22

Jesús contó esta parábola: “Un hombre tenía dos hijos; y el menor de ellos dijo a su padre: Padre, dame la parte de los bienes que me corresponde; y les repartió los bienes. No muchos días después, juntándolo todo el hijo menor, se fue lejos a una provincia apartada; y allí desperdició sus bienes viviendo perdidamente. Y cuando todo lo hubo malgastado, vino una gran hambre en aquella provincia, y comenzó a faltarle. Y fue y se arrimó a uno de los ciudadanos de aquella tierra, el cual le envió a su hacienda para que apacentase cerdos. Y deseaba llenar su vientre de las algarrobas que comían los cerdos, pero nadie le daba. Y volviendo en sí, dijo:... Me levantaré e iré a mi padre, y le diré: Padre, he pecado contra el cielo y contra ti. Ya no soy digno de ser llamado tu hijo... Y levantándose, vino a su padre. Y cuando aún estaba lejos, lo vio su padre, y fue movido a misericordia, y corrió, y se echó sobre su cuello, y le besó” (Lucas 15:11-20).
Mucho antes de que pensemos en volvernos a Dios, él nos está esperando. Y cuando vamos a él confesándole sinceramente nuestros pecados, su corazón divino y compasivo nos recibe con los brazos abiertos. ¿Hemos merecido una acogida así? ¡Por supuesto que no! ¡Pero así es la inmensa gracia de Dios hacia un pecador que se arrepiente! Él desea mostrar su amor a aquel que estuvo marcado por el pecado y sus consecuencias.
¿Quién, ante una gracia tan grande, podría dudar aún en ir a Dios?

© Editorial La Buena Semilla, 1166 PERROY (Suiza)

miércoles, 7 de diciembre de 2016

PAPÁ ME CONOCE

 
Tú, oh Señor, me conoces; me viste, y probaste mi corazón para contigo.
Jeremías 12:3
El Padre mismo os ama.
Juan 16:27
 
 
Un niño, cuyo padre era minero en una de las últimas cuencas hulleras de Bélgica, hacia el año 1930, fue a la entrada de la mina un atardecer. Allí esperaba pacientemente la salida de los mineros. Un hombre mayor que lo estaba observando le dijo:
–¿Qué haces ahí?
–Estoy esperando a mi papá.
–No podrás reconocer a tu padre entre las decenas de hombres que salen con el mismo casco y el rostro negro por el carbón. Será mejor que regreses a tu casa.
–¡Pero mi padre me conoce!, respondió el niño. ¡Qué hermosa respuesta! El niño sabía que no podía reconocer a su padre, pero lleno de confianza, no dudaba de su cariño. ¡Era imposible que su padre no pudiese verlo!
Nuestro Dios ve todo, oye todo y sabe todo. El rey David dijo: “Tú has conocido mi sentarme y mi levantarme; has entendido desde lejos mis pensamientos. Has escudriñado mi andar y mi reposo, y todos mis caminos te son conocidos” (Salmo 139:2).
Dios se interesa hasta en los detalles más pequeños de nuestra vida. Conoce perfectamente todas las cosas, y además, ¡nos ama! Nos ama como un padre a sus hijos. Jesús dijo a sus discípulos: “Vuestro Padre sabe de qué cosas tenéis necesidad” (Mateo 6:8).
“No temas, porque yo te redimí; te puse nombre, mío eres tú” (Isaías 43:1).
“Pero si alguno ama a Dios, es conocido por él” (1 Corintios 8:3).

© Editorial La Buena Semilla, 1166 PERROY (Suiza)

domingo, 4 de diciembre de 2016

FOSFORESCENCIA

¡Cuán preciosa, oh Dios, es tu misericordia!... Porque contigo está el manantial de la vida; en tu luz veremos la luz.
Salmo 36:7, 9
En otro tiempo erais tinieblas, mas ahora sois luz en el Señor; andad como hijos de luz (porque el fruto del Espíritu es en toda bondad, justicia y verdad).
Efesios 5:8-9
 
 
Cuando apago la lámpara de mi mesa, las agujas y los números verdes de mi despertador brillan con intensidad. Pero por la mañana, cuando suena el despertador, tienen tan poca luz que apenas alcanzo a ver la hora. Este cambio de intensidad se debe a que sus agujas y sus números fosforescentes absorben la energía luminosa durante el día, y la restituyen después durante algunas horas en la oscuridad. Pero si el despertador permanece en un lugar oscuro durante el día, por la noche no podré ver la hora.
Lo mismo sucede con nosotros, amigos cristianos. A veces nuestra vida es luminosa, otras veces está muy apagada. Es refulgente cuando, mediante la fe, vivimos cerca de Jesús, la única fuente de luz moral. Pero es tenue cuando nos hemos alejado de él, descuidando la oración y la lectura de su Palabra.
La Biblia compara a los creyentes con luminares (Filipenses 2:15). “Vosotros sois la luz del mundo”, dijo Jesús a los que lo seguían (Mateo 5:14). Pero, ¿de qué luz se trata? De la luz de Jesús. En él está la vida, y él mismo es la luz del mundo (Juan 9:5). El que cree en el Señor Jesús recibe la vida de Jesús. Entonces el egoísmo da paso a la generosidad, el orgullo a la humildad, la indiferencia al amor. Esta manifestación de la vida de Jesús, por muy débil que sea, es un rayo de luz en nuestro mundo sumido en las tinieblas. Vivamos por la fe cerca de Jesús; así podremos reflejar su luz y mostrar su amor.

© Editorial La Buena Semilla, 1166 PERROY (Suiza)

sábado, 3 de diciembre de 2016

LA PAZ EN EL MUNDO

 
Volverán sus espadas en rejas de arado, y sus lanzas en hoces; no alzará espada nación contra nación, ni se adiestrarán más para la guerra.
Isaías 2:4
(Cristo hizo) la paz mediante la sangre de su cruz.
Colosenses 1:20
 
 
«El hombre es un lobo para el hombre», escribió Thomas Hobbes en el siglo 17, mucho antes de la primera guerra mundial, la cual dejó 20 millones de muertos. La Sociedad de Naciones, creada en 1919 para conservar la paz en Europa, no pudo impedir la segunda guerra mundial, que dejó entre 50 y 60 millones de víctimas. Desde entonces, una aparente paz reina en los países occidentales, pero los conflictos han cambiado de rostro con el aumento de poder del terrorismo y las explosiones de violencia en diversos lugares del planeta. ¿Qué podemos esperar del futuro? ¿Se puede esperar la paz en el mundo?
Desde las primeras páginas de la Biblia, poco tiempo después de que el pecado entrara en el corazón del hombre, asistimos a un asesinato: Caín mató a Abel, su hermano, por envidia (Génesis 4:8). Luego el odio individual dio paso al odio colectivo (capítulo 14). Toda la historia está jalonada por conflictos sangrientos.
Cuando Jesús nació en el pesebre en Belén, los ángeles proclamaron: “Gloria a Dios en las alturas, y en la tierra paz...”. Pero Jesús no fue recibido. Los hombres clavaron en una cruz al Hijo de Dios. Entonces, ¿por qué sorprendernos al ver que las guerras se perpetúan?
El objetivo del cristianismo no es instaurar la paz en la tierra, sino proclamar la buena nueva de salvación para todo pecador que se arrepiente. Entonces el que acepta a Jesucristo como su Salvador, puede gozar de la verdadera paz.

© Editorial La Buena Semilla, 1166 PERROY (Suiza)