domingo, 29 de enero de 2017

¿POR QUÉ DUDASTE?

Al momento Jesús, extendiendo la mano, asió de él, y le dijo: ¡Hombre de poca fe! ¿Por qué dudaste? Y cuando ellos subieron en la barca, se calmó el viento. Entonces los que estaban en la barca vinieron y le adoraron, diciendo: Verdaderamente eres Hijo de Dios.

Mateo 14:31-33

Los discípulos de Jesús habían cruzado el lago de Genesaret, mientras su Maestro se había quedado solo, en un lugar retirado, para orar. Era de noche y se había levantado una tempestad. La barca estaba en medio del lago, zarandeada por las olas, y los discípulos se preguntaban si lograrían llegar a la otra orilla. Entonces Jesús fue hacia ellos, caminando sobre las aguas, y les dijo: “¡Tened ánimo; yo soy, no temáis!” (v. 27).
Pedro le respondió: “Señor, si eres tú, manda que yo vaya a ti sobre las aguas” (v. 28). Jesús le respondió: “Ven”; entonces Pedro descendió de la barca y caminó sobre las aguas.
De repente todo cambió, Pedro vio que el viento era fuerte, se atemorizó, empezó a hundirse y clamó: “¡Señor, sálvame!”. Entonces Jesús lo tomó de la mano y le dijo: “¡Hombre de poca fe! ¿Por qué dudaste?” (v. 30-31).
¿Cuántas veces podría hacernos la misma pregunta? Nuestra fe tiene altibajos. A veces, al igual que Pedro, avanzamos llenos de confianza en situaciones difíciles, contando con el Señor. Es como si él nos llevase en sus brazos a través de las circunstancias. Luego, de repente aparece el pánico, el desánimo, el cansancio, o todo a la vez... y empezamos a hundirnos.
Pero podemos clamar al Señor, pensar en él, o quizá solo pronunciar su nombre en nuestro corazón. Él siempre está ahí, escucha nuestros suspiros y nos tiende la mano. Lo que cuenta para ser ayudado es confiar en él.

© Editorial La Buena Semilla, 1166 PERROY (Suiza)

sábado, 28 de enero de 2017

¿ESTÁ DESANIMADO?

 
Aunque afligido yo y necesitado, el Señor pensará en mí. Mi ayuda y mi libertador eres tú; Dios mío, no te tardes.
Salmo 40:17
(Jesús le dijo:) Ten ánimo, hijo; tus pecados te son perdonados.
Mateo 9:2
 
 
Cada vez los psicólogos y trabajadores sociales encuentran más gente desanimada. Las situaciones difíciles, por ejemplo el fracaso profesional o sentimental, un problema de salud, parecen no tener salida, y la gente necesita una ayuda externa.
Cuando Jesús estuvo en la tierra se encontró con muchas personas desanimadas, y cada vez les dio una esperanza, una razón para vivir. Aún hoy desea transmitir ese mensaje de esperanza y paz, quizás a usted que está leyendo estas líneas y que no lo conoce. Quiere decirle que su horizonte no ha colapsado, desea darle fuerzas para continuar. Tome su promesa al pie de la letra: “Venid a mí todos los que estáis trabajados y cargados, y yo os haré descansar” (Mateo 11:28). ¡Confíe en él, él le ama como nadie le ha amado jamás! ¡La prueba es que dio su vida por usted! Le ofrece la vida eterna, un lugar junto a él en el cielo. ¡No espere más para dejar su vida en sus manos y recobrar ánimo!
Y usted, cristiano que está sumido en las preocupaciones, las tristezas y las dificultades, recuerde que no está solo; Jesús lleva sus cargas. Como dijo a sus discípulos en otro tiempo, le dice: “En el mundo tendréis aflicción; pero confiad, yo he vencido al mundo” (Juan 16:33).
No hay ninguna situación desesperada para Dios. Él resolvió el mayor problema de los hombres, es decir, el problema de sus pecados, por lo tanto podemos confiar en él en todas las circunstancias de nuestra vida. ¡Su gracia siempre tiene una solución en reserva!

© Editorial La Buena Semilla, 1166 PERROY (Suiza)

viernes, 27 de enero de 2017

DIOS, UNA PERSONA

 
Esta es la vida eterna: que te conozcan a ti, el único Dios verdadero, y a Jesucristo, a quien has enviado.
Juan 17:3
 
 
¿Considera usted a Dios como un poder, una influencia, un inmenso conjunto o el universo mismo? El Dios del cristiano, aquel que se ha dado a conocer en su Palabra, la Biblia, es una persona. Una persona es un ser consciente, que piensa, siente y tiene proyectos, es alguien que obra y tiene relaciones activas con los demás. Uno puede hablar con una persona y obtener respuestas de ella. Puede conocerla. En este sentido, la Biblia nos revela claramente a Dios como una persona.
Dios piensa: “Yo sé los pensamientos que tengo acerca de vosotros, dice el Señor, pensamientos de paz, y no de mal, para daros el fin que esperáis” (Jeremías 29:11).
Dios obra: “En el principio creó Dios los cielos y la tierra” (Génesis 1:1); la Biblia está llena de sus hechos a favor de su criatura.
Dios tiene sentimientos: “Porque de tal manera amó Dios al mundo, que ha dado a su Hijo unigénito, para que todo aquel que en él cree, no se pierda, mas tenga vida eterna” (Juan 3:16).
Dios comunica: “En una o en dos maneras habla Dios; pero el hombre no entiende” (Job 33:14). “Dios, habiendo hablado muchas veces y de muchas maneras en otro tiempo a los padres por los profetas, en estos postreros días nos ha hablado por el Hijo” (Hebreos 1:1-2).
Vale la pena, incluso es imprescindible, conocer a esta Persona. No se contente con lo que le digan acerca de Dios. Búsquelo, él se revelará a usted porque quiere adoptarlo como su hijo. “Y seré para vosotros por Padre, y vosotros me seréis hijos e hijas, dice el Señor Todopoderoso” (2 Corintios 6:18).

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miércoles, 25 de enero de 2017

METAMORFOSIS

 
Así como hemos traído la imagen del terrenal, traeremos también la imagen del celestial... Es necesario que esto corruptible se vista de incorrupción, y esto mortal se vista de inmortalidad.
1 Corintios 15:49, 5


La oruga se encierra en el envoltorio protector de su crisálida. Podríamos pensar que es su ataúd. ¡Pero no es así! Por medio de una misteriosa metamorfosis, los tejidos de esa pequeña criatura viva van a desaparecer, ¡y luego, de una sustancia amorfa, saldrá una magnífica mariposa!
¡Qué extraordinarias transformaciones! El insecto que trepaba, ahora va a volar. Se alimentaba de hojas y ahora va a chupar el néctar de las flores. Como larva era un ser insignificante, pero como mariposa pasó a ser una de las bellezas de la naturaleza.
Al igual que para la oruga, nuestra vida en la tierra parece encerrarse en la tumba como la ninfa inerte en su capullo, pero, como la mariposa, los creyentes resucitarán con un cuerpo nuevo cuando el Señor venga, y estarán para siempre con él.
La Biblia compara el cuerpo a una semilla puesta en la tierra. El cuerpo “se siembra en corrupción, resucitará en incorrupción. Se siembra en deshonra, resucitará en gloria; se siembra en debilidad, resucitará en poder” (1 Corintios 15:42-43). La gente escéptica que pregunta: “¿Cómo resucitarán los muertos? ¿Con qué cuerpo vendrán?”, es llamada necia (1 Corintios 15:35-36). La Biblia también dice que los incrédulos resucitarán para ser juzgados (Juan 5:29; Apocalipsis 20:12).
Aprendamos a leer el gran libro de la naturaleza. El Creador escondió en ella algunos de sus prodigiosos secretos y nos los revela para nuestra instrucción mediante imágenes como la de la mariposa.

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martes, 24 de enero de 2017

EL APOCALIPSIS

 
Dios... ahora manda a todos los hombres en todo lugar, que se arrepientan; por cuanto ha establecido un día en el cual juzgará al mundo con justicia, por aquel varón a quien designó, dando fe a todos con haberle levantado de los muertos.
Hechos 17:30-31
 
 
El Apocalipsis invadió nuestro imaginario contemporáneo. La ciencia ficción de los últimos años se complace en imaginar catástrofes ineludibles, cataclismos tan repentinos como destructores. Por supuesto, estas ficciones a menudo están alimentadas por acontecimientos que forman parte de la actualidad.
Todo este imaginario expresa la profunda angustia del hombre ante su futuro en un momento en el que todos los equilibrios del planeta están en peligro.
Pero la palabra «apocalipsis», cuyo verdadero sentido se ha ido perdiendo, es el nombre que recibe el último libro de la Biblia con un sentido preciso: Revelación. Fijémonos en el hecho de que Dios, cuya bondad, amor y gracia evocamos gustosamente, también se revela como el autor de terribles juicios. El sentido que hoy tiene la palabra «apocalipsis» viene precisamente de esos terribles juicios.
Dios es un Dios salvador; por medio de Jesucristo ofrece la salvación y el perdón a todo el que se arrepiente. Pero Dios también es un Dios de justicia y de verdad que detesta el pecado y no puede permanecer indiferente ante todas las formas de mal cometidas por una humanidad que vive sin él. Su paciencia se acabará, y las Escrituras afirman solemnemente que Dios juzgará al mundo. Hoy, el anuncio de estos juicios es una oportunidad para que cada uno piense en el fin del hombre y del mundo, y sobre su propia relación con el Dios salvador.

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lunes, 23 de enero de 2017

ESTE ES MI HIJO

 
El Señor al que ama, disciplina, y azota a todo el que recibe por hijo. Si soportáis la disciplina, Dios os trata como a hijos; porque ¿qué hijo es aquel a quien el padre no disciplina?
Hebreos 12:6-7
 
 
Cierto día un transeúnte asistió, de lejos, a una violenta pelea entre dos niños. De repente un desconocido apareció en la escena y tomó a uno de los adversarios por el cuello, lo puso a un lado y lo reprendió severamente. Nuestro espectador consideró que había sido testigo de una flagrante injusticia e intervino enérgicamente: –¿Por qué castiga a este niño? ¡El otro es igual de culpable! El desconocido lo miró serenamente y le dijo: –Es cierto, ¡pero este es mi hijo!
Ese hombre se sentía responsable del comportamiento de ese niño porque era su hijo. Le importaba su educación. Al otro no lo conocía y no tenía por qué corregirlo.
A veces los creyentes pasan por momentos difíciles, mientras que todo parece fácil para los que no piensan en Dios. La explicación está en la sencilla respuesta de este padre: ¡Este es mi hijo!
Si Dios se ocupa de nosotros para educarnos, es una clara prueba de que somos sus hijos. Se preocupa por nosotros y quiere nuestro bien; esta educación paterna es el privilegio exclusivo de los hijos. Es la expresión de su amor fiel hacia ellos.
“Hijo mío, no menosprecies la disciplina del Señor, ni desmayes cuando eres reprendido por él; porque el Señor al que ama, disciplina, y azota a todo el que recibe por hijo” (Hebreos 12:5-6). “Es verdad que ninguna disciplina al presente parece ser causa de gozo, sino de tristeza; pero después da fruto apacible de justicia a los que en ella han sido ejercitados” (Hebreos 12:11).

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jueves, 19 de enero de 2017

COMO EL HOMBRE TRAE A SU HIJO

 
El Señor tu Dios te ha traído, como trae el hombre a su hijo, por todo el camino que habéis andado, hasta llegar a este lugar.
Deuteronomio 1:31
Los sustentaste cuarenta años en el desierto.
Nehemías 9:21
 
 
Aquella noche la familia de Guillermo estaba de visita en casa de unos amigos. La conversación se prolongó y el niño, cansado de jugar, se acurrucó en una esquina del salón, esperando que los mayores acabasen sus conversaciones.
Cuando sus padres decidieron marcharse, el niño estaba profundamente dormido. Su padre lo tomó cuidadosamente en sus brazos... La cabeza del pequeño cayó pesadamente en el hombro paterno. Estaba completamente abandonado a los cuidados de sus padres. Su madre, temiendo que se resfriara, puso su abrigo sobre el niño. Su padre lo instaló en el automóvil, teniendo cuidado para no despertarlo. Cuando llegaron a casa acostó a Guillermo en su cama. El niño seguía durmiendo y no se dio cuenta de todos los cuidados que sus padres le brindaron.
Este tipo de escena se repite muchas veces. ¿Qué padre no sintió gran ternura al llevar en sus brazos a su niño dormido, quien descansaba sobre él con plena confianza? ¿Qué madre no cubrió tiernamente a un bebé mientras dormía?
Y nosotros, ¿seremos indiferentes al lenguaje divino, cuando Dios afirma que cuidó de su pueblo “como trae el hombre a su hijo”? Esto nos muestra la infinita ternura de nuestro Dios hacia aquellos que dependen de él. Hijos de Dios, estamos rodeados de sus tiernos cuidados, y muy a menudo sin que nos demos cuenta de ello. ¡Abandonémonos, pues, a sus cuidados paternos con total confianza!

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miércoles, 18 de enero de 2017

EL VAGÓN DEL METRO

 
Mas Dios muestra su amor para con nosotros, en que siendo aún pecadores, Cristo murió por nosotros... Siendo enemigos, fuimos reconciliados con Dios por la muerte de su Hijo.
Romanos 5:8, 10
¡Gracias a Dios por su don inefable!
2 Corintios 9:15
 
 
Estaba de pie en un vagón lleno de gente del metro parisiense. Personas de todas las edades, de orígenes diferentes y de todas las condiciones sociales se hallaban momentáneamente reunidas. A mi lado había un hombre sentado trabajando en su ordenador, más lejos había una persona exponiendo por teléfono su triste situación en medio de la indiferencia generalizada. Muchos estaban encerrados en sus pensamientos o preocupaciones. Algunos me parecían simpáticos, otros realmente antipáticos... ¡A algunos nunca los invitaría a mi casa!
De repente me vino a la cabeza un versículo de la Biblia: “De tal manera amó Dios al mundo, que ha dado a su Hijo unigénito, para que todo aquel que en él cree, no se pierda, mas tenga vida eterna” (Juan 3:16).
¡“Todo aquel”! ¿Es posible? ¿No se toma en cuenta la condición social, económica o el grado de instrucción? ¡No! “Todo aquel” se refiere a cada uno de los que están en el vagón, sin excepción. ¿Es posible que Dios haya sacrificado a su Hijo muy amado por estas personas como lo hizo por mí? ¡Sí! Y esta generosa oferta no excluye a nadie; a todo aquel que cree, Dios le ofrece el perdón de los pecados, la vida eterna y un lugar en el cielo junto a su Hijo. A estas personas Dios no solo las invita y les ofrece su perdón, sino que quiere hacer de ellas sus propios hijos. Verdaderamente solo el Dios de amor puede abrir sus brazos a todos, incluso al más desamparado. La oferta divina es para usted y para mí. ¡Dios lo está esperando!

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martes, 17 de enero de 2017

LA GRACIA DA Y LA FE RECIBE

 
Siendo justificados gratuitamente por su gracia, mediante la redención que es en Cristo Jesús.
Romanos 3:24
 
 
Rechazar un regalo significa privarse a sí mismo de ese regalo, pero también es ofender al que lo da. Cuanto más precioso sea el regalo, tanto más grande es la pérdida para el que lo rechaza y la ofensa para el dador. Dios dio a su Hijo unigénito para salvar a todos los que creen en él. No creer en él es, en el fondo, despreciar el regalo de Dios. ¡Qué pérdida y qué afrenta!
Pues bien, muchas personas no quieren recibir el maravilloso regalo de Dios. Pero, ¿cuál es el obstáculo? Probablemente la indiferencia hacia Dios unida al materialismo existente. Pero también existe una razón más oculta: si Dios es un Dios de bondad, es igualmente santo, y la conciencia no está nada cómoda en este plano. Nos gustaría presentar a Dios buenas obras para ser aceptados ante él, para parecer justos. Pero Dios declara: “No hay justo, ni aun uno” (Romanos 3:10). Y Jesús dice: “No he venido a llamar a justos, sino a pecadores al arrepentimiento” (Lucas 5:32). A estos pecadores Dios les ofrece su gracia. Por definición, la gracia se dirige a aquellos que solo merecen el juicio.
Las innumerables religiones inventadas por los hombres exigen hacer algo para merecer el perdón. ¡Pero nadie puede hallar a Dios basándose en esto! Solo el Evangelio ofrece, por la gracia divina, el perdón a todos los hombres, pues todos somos pecadores.
Si usted admite ser un pecador, reúne la única condición necesaria para recibir el perdón gratuitamente. ¡Recíbalo con sencillez y agradecimiento!
“Bienaventurado aquel cuya transgresión ha sido perdonada, y cubierto su pecado” (Salmo 32:1).

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lunes, 16 de enero de 2017

¿QUIÉN PUEDE SER SALVO?

 
Más fácil es pasar un camello por el ojo de una aguja, que entrar un rico en el reino de Dios... ¿Quién, pues, podrá ser salvo? Entonces Jesús, mirándolos, dijo: Para los hombres es imposible, mas para Dios, no; porque todas las cosas son posibles para Dios.
Marcos 10:25-2
 Algunas preguntas de la Biblia


Jesús iba caminando cuando un hombre rico llegó corriendo y le dijo: “¿Qué haré para heredar la vida eterna?”. Este hombre siempre había respetado los mandamientos de la Ley, pero amaba las riquezas. Y cuando Jesús le dijo: “Anda, vende todo lo que tienes, y dalo a los pobres, y tendrás tesoro en el cielo; y ven, sígueme”, se fue triste (Marcos 10:17, 21).
Entonces Jesús dijo a sus discípulos: “¡Cuán difícilmente entrarán en el reino de Dios los que tienen riquezas!” (v. 23). Sorprendidos, exclamaron: “¿Quién, pues, podrá ser salvo?” (v. 26). Impregnados con ideas de esa época, consideraban la riqueza como una prueba del favor de Dios. Pero Jesús los miró y les respondió: “Para los hombres es imposible, mas para Dios, no; porque todas las cosas son posibles para Dios” (v. 27).
Pobres o ricos, somos incapaces de salvarnos a nosotros mismos. Sin embargo, a los que no tienen nada les es más fácil aceptar el Evangelio... Seamos quienes seamos, reconozcamos que no podemos hacer nada para obtener la vida eterna y depositemos nuestra confianza en Dios. Él lo puede todo. Él da la fe y transmite la vida eterna. “Por gracia sois salvos por medio de la fe; y esto no de vosotros, pues es don de Dios” (Efesios 2:8).
¿Quién puede ser salvo? Nadie, si Dios mismo no lo salva. Pero él puede y quiere hacerlo, y nos anima a ir a él cuanto antes, con confianza, por medio de Jesucristo.

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domingo, 15 de enero de 2017

EN MANOS DE LOS HOMBRES

 
Angustiado él, y afligido, no abrió su boca; como cordero fue llevado al matadero; y como oveja delante de sus trasquiladores, enmudeció, y no abrió su boca.
Isaías 53:7
 
 De Getsemaní a la cruz
 
 
Judas acababa de traicionar a su Maestro. Era de noche, los soldados detuvieron a Jesús. Lo ataron y lo llevaron a casa de Anás, pariente del sumo sacerdote. Allí lo golpearon en el rostro por primera vez. Luego, en casa de Caifás, donde se habían reunido los jefes religiosos, falsos testigos lo acusaron. Jesús no respondió. Todos lo condenaron y querían matarlo. Le escupieron la cara, lo azotaron... Pedro lo negó tres veces.
Fue entregado a Pilato, el gobernador romano, quien dijo que Jesús era inocente. Pilato lo remitió a Herodes, quien lo trató con desprecio y, para burlarse de él, le puso una ropa resplandeciente y lo devolvió a Pilato. El gobernador trató de liberarlo, pero no lo logró.
Para burlarse de él, negando su posición de rey, vistieron a Jesús con una ropa de color púrpura (ropa real), le pusieron una corona de espinas y lo expusieron así ante la multitud. Esta gritó a una voz pidiendo la liberación de Barrabás, que era un asesino, y exigió la crucifixión de Jesús. Pilato mandó azotarle; los soldados se reunieron en torno a él en el patio del palacio. Le quitaron las vestiduras de púrpura y le pusieron su propia ropa. Jesús guardó silencio y fue llevado hasta el Gólgota para ser crucificado.
Este hombre, llamado Jesús, ¡es el Hijo de Dios! ¿Por qué no mostró resistencia alguna? ¿Por qué no hizo valer su inocencia? Porque “Cristo padeció por nosotros” (1 Pedro 2:21).
Luego, en la cruz, “Cristo padeció una sola vez por los pecados, el justo por los injustos, para llevarnos a Dios...” (1 Pedro 3:18).

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sábado, 14 de enero de 2017

EL EFECTO SIN CAUSA

 
Dice el necio en su corazón: No hay Dios.
Salmo 53:1
No le glorificaron como a Dios, ni le dieron gracias, sino que se envanecieron en sus razonamientos, y su necio corazón fue entenebrecido. Profesando ser sabios, se hicieron necios.
Romanos 1:21
 
 
Todo el mundo conoce la ley de causa efecto, es decir, existe una causa específica para cada fenómeno. Sin embargo, personas muy serias inventaron «el efecto sin causa», y esto a veces incluso en nombre de la ciencia. Afirman que la existencia salió de la nada, que no hay ninguna causa al hecho de que «un día» no hubiese nada y que «ahora» haya algo. ¡Reconozcamos que es necesario ser bastante crédulo para atribuir a la nada la paternidad de todo!
Al ir a los hechos de causa en causa, siempre tropezaremos con el misterio del origen de todo. Pero la Biblia lo explica mediante estas cinco primeras palabras: “En el principio creó Dios...” (Génesis 1:1). Así, este origen que está fuera de nuestra comprensión, que no tiene principio ni fin, es Dios. Él es la causa original, la inteligencia y el poder creador de todo.
Pero, ¿sabe usted que Dios quiso darse a conocer de otra forma aparte de la creación? Para ello él mismo vino hasta nosotros. ¿Por qué? ¿Este hecho también tiene una causa? ¡Por supuesto! ¡Lo hizo porque nos ama! Nos reveló su amor en Jesucristo. Lo sacrificó para liberarnos del pecado que nos impedía conocerlo personalmente como un Padre lleno de amor y todopoderoso. ¡Quiere que usted también lo conozca, querido lector! Lea la Biblia, acepte su mensaje, descubra a su Creador y el verdadero sentido de su vida. Usted no está aquí por casualidad, sino porque Dios lo creó con el objetivo de que se convierta en su hijo, un hijo del gran Dios. ¡Nada menos que eso!

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viernes, 13 de enero de 2017

¡HABLEMOS DE JESÚS A LOS QUE NOS RODEAN!

 
El siguiente día vio Juan a Jesús que venía a él, y dijo: He aquí el Cordero de Dios, que quita el pecado del mundo.
Juan 1:29
Venid, ved a un hombre que me ha dicho todo cuanto he hecho. ¿No será este el Cristo?
Juan 4:29
 
 
Leer los evangelios significa tener un encuentro con Jesús, el Hijo de Dios, verlo caminar sobre la tierra. Como los que se encontraron físicamente con él en el camino, ¿nuestro primer acto es darlo a conocer a los demás? Juan el Bautista, al ver a Jesús, exclamó: “He aquí el Cordero de Dios”. Inmediatamente dos de sus discípulos vieron a Jesús y lo siguieron.
Andrés, uno de ellos, fue a su hermano Simón y le anunció: “Hemos hallado al Mesías”. ¡Y lo llevó a Jesús!
En su sencillez, estas palabras de la Biblia nos interpelan: ¿me preocupo por llevar a Jesús a ese familiar, ese compañero o vecino que veo cada día?
Si los cristianos no hablan a su alrededor de Jesús, el Salvador del mundo, ¿quién lo hará? Hablar de Jesús es un reflejo inmediato para los que tienen una conciencia despierta y están llenos del amor de Dios. Los que conocen al Señor deben ayudar a aquellos que todavía están en un profundo sueño de indiferencia o incredulidad a encontrarlo también.
La mujer samaritana que acababa de encontrar a Jesús regresó inmediatamente a la ciudad y exclamó feliz: “Venid, ved a un hombre que me ha dicho todo cuanto he hecho. ¿No será este el Cristo?”. Entonces muchas personas fueron a Jesús, y muchos decían a esta mujer: “Ya no creemos solamente por tu dicho, porque nosotros mismos hemos oído, y sabemos que verdaderamente este es el Salvador del mundo, el Cristo” (Juan 4:42).

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lunes, 9 de enero de 2017

¿A DÓNDE VAMOS?

 
¿Por dónde va el camino a la habitación de la luz, y dónde está el lugar de las tinieblas?
Job 38:19
Yo (Jesús), la luz, he venido al mundo, para que todo aquel que cree en mí no permanezca en tinieblas.
Juan 12:46
 
 
¡El tiempo se lo lleva todo! Las flores, los animales, los hombres, todos nacen, viven cierto tiempo y luego desaparecen sin excepción a esta regla. Pero, ¿a dónde van los hombres?, ¿al fondo de las tinieblas? Esta es una pregunta angustiosa que cada uno se hace: “Perecerá el hombre, ¿y dónde estará él?” (Job 14:10).
¡Dios no deja sin respuesta una pregunta tan importante como esta! La Biblia nos muestra sin ambigüedades las dos posibilidades que existen. Nos dice claramente que los que viven sin Dios y rehúsan creer lo que él dice, van efectiva y directamente hacia una terrible eternidad, simbolizada varias veces por la expresión: “las tinieblas de afuera” (Mateo 8:12; 22:13; 25:30). Todos los que no hayan creído al amor de Dios y aceptado su perdón mediante la fe en Jesucristo, serán condenados a una noche de tormentos sin fin, lejos de su presencia.
Sin embargo la Biblia también nos dice que Dios es un Dios Salvador. No desea la muerte del pecador, al contrario, quiere que este deje su mal camino y que viva (Ezequiel 18:23). La vida eterna que propone a todos es el paraíso celestial, un lugar de felicidad donde incluso la noción de noche habrá desaparecido (Apocalipsis 21:25).
Crea en el Señor Jesús y podrá decir, como Job, que “Dios redimirá su alma para que no pase al sepulcro, y su vida se verá en luz” (Job 33:28).

© Editorial La Buena Semilla, 1166 PERROY (Suiza)

domingo, 8 de enero de 2017

ACUÉRDATE DE MÍ

 
(Uno de los dos malhechores crucificados dijo al otro:) Recibimos lo que merecieron nuestros hechos; mas este ningún mal hizo. Y dijo a Jesús: Acuérdate de mí cuando vengas en tu reino. Entonces Jesús le dijo: De cierto te digo que hoy estarás conmigo en el paraíso.
Lucas 23:41-43
 
 
Los dos malhechores que estaban crucificados al lado de Jesús empezaron a insultarle y lo desafiaron a salvarlos. Pero, de repente, uno de ellos cambió de actitud. Dirigió a Jesús unas sorprendentes palabras: “Acuérdate de mí cuando vengas en tu reino”. Discernió que ese hombre crucificado a su lado era rey y pidió su favor. Ese malhechor, que poco antes lo había insultado, le pedía perdón. ¿Qué méritos tenía para obtener la gracia real? ¿Una acción brillante, una obra meritoria? Al contrario, acababa de reconocer públicamente que merecía tal castigo, que estaba bajo el justo juicio de Dios. También acababa de proclamar la perfección de Jesús, quien estaba crucificado a su lado.
¿Qué llevó a ese hombre a recurrir a Jesús? Nada que hubiese en él, aparte de su propia desesperación y el sentimiento de la inmensa gracia de Jesús. Sus palabras fueron movidas por la fe que, en Jesús, encontró al Salvador. Y esta fe obtuvo una respuesta que sobrepasa toda esperanza: “Hoy estarás conmigo en el paraíso”. ¡Un malhechor en el paraíso, en compañía del Hijo de Dios! En efecto, en un momento, la sangre de Jesús se derramaría por este hombre y lo limpiaría de todo pecado. Este sacrificio lo haría perfectamente digno de ocupar el sitio que estaba preparado para él en ese glorioso lugar.
¿Hay algo que pueda probar más claramente que somos salvos por gracia, y no por obras? Querido lector, sea quien sea y tal como es, no dude más en pedir la gracia de Jesús.

© Editorial La Buena Semilla, 1166 PERROY (Suiza)

sábado, 7 de enero de 2017

¿DÓNDE ESTÁS?

 
El Señor Dios llamó al hombre, y le dijo: ¿Dónde estás tú? Y él respondió: Oí tu voz en el huerto, y tuve miedo, porque estaba desnudo; y me escondí.
Génesis 3:9-10
Huía de la presencia del Señor
Jonás 1:10
 
 
Esta es la primera pregunta que Dios hace en la Biblia, y se dirige al primer hombre que, después de haberle desobedecido, se escondió y huyó de la presencia divina. Esta misma actitud continúa manifestándose hoy. Muchas personas se sienten incómodas con Dios, por eso huyen. Sin embargo, así como Dios trató de ponerse en contacto con Adán, también trata de hacerlo con cada uno de nosotros ahora.
¿Dónde estás? Esta pregunta no se refiere a nuestra posición geográfica, sino al estado de nuestro corazón. ¿Cuál es nuestra reacción al llamado de Dios? Podemos huir o encerrarnos en el ateísmo, escondernos en el materialismo de la sociedad de consumo, escudarnos detrás de razonamientos que parecen sensatos, ser indiferentes a lo espiritual...
Tratar de escapar de Dios no resuelve nada. Un día cada uno de nosotros comparecerá ante él y tendrá que dar cuenta de las decisiones que haya tomado durante su vida.
Hoy Dios desea tener un encuentro con nosotros tal como somos. Dejémonos iluminar por su luz, no le escondamos nada. Confesémosle nuestra incapacidad y nuestros pecados. No solo recibiremos un pleno perdón, sino también su gracia, que está basada en el sacrificio de su Hijo. Así es como uno se convierte en hijo de Dios; y entonces, en vez de escondernos, le hablamos como a un Padre.
“Vino y anunció las buenas nuevas de paz a vosotros que estabais lejos, y a los que estaban cerca; porque por medio de él (de Cristo) los unos y los otros tenemos entrada por un mismo Espíritu al Padre” (Efesios 2:17-18).

© Editorial La Buena Semilla, 1166 PERROY (Suiza)

jueves, 5 de enero de 2017

NO SEAS INCRÉDULO, SINO CREYENTE



(Jesús) dijo a Tomás: Pon aquí tu dedo, y mira mis manos; y acerca tu mano, y métela en mi costado; y no seas incrédulo, sino creyente.
Juan 20:27

(Lea Juan 20:24-31)


“Acerca tu mano, y métela en mi costado” (Juan 20:27). ¿Qué significa esta frase de Jesús dirigida a su discípulo Tomás? Este no creía que Jesús había resucitado, por ello Jesús le habló y le mostró que él era efectivamente el que había sido crucificado, y a quien el soldado romano había herido un costado con su lanza.
Jesús se dirige a nosotros de la misma manera, sobre todo cuando somos víctimas de la duda. No está lejos de nosotros; espera que nos acerquemos a él de manera personal y espontánea, con confianza y ternura, para hablar de corazón a corazón.
¡Acordémonos de Jesús, de su santa humanidad, de su humillación, de su vida de sufrimiento, de su muerte y también del día en que resucitó! Echemos de nuestro corazón la incredulidad al recordar las heridas de nuestro Salvador, las marcas de la crucifixión.
Efectivamente, fue Jesús, el hombre perfecto, el que murió y resucitó, quien se presentó a Tomás. Su gloriosa resurrección daba testimonio de que él era Dios; Tomás no debía ser incrédulo, sino creyente. Él respondió mediante una exclamación: “¡Señor mío, y Dios mío!”, exclamación de gozo y adoración muy personal. No dice «Señor Dios», sino “¡Señor mío, y Dios mío! Jesús le dijo: Porque me has visto, Tomás, creíste; bienaventurados los que no vieron, y creyeron” (Juan 20:28-29).
“Así que la fe es por el oír, y el oír, por la palabra de Dios (la Biblia)” (Romanos 10:17).

© Editorial La Buena Semilla, 1166 PERROY (Suiza)

miércoles, 4 de enero de 2017

¡VENGA TAL COMO ES!

 
Bienaventurado el varón que no anduvo en consejo de malos... ni en silla de escarnecedores se ha sentado; sino que en la ley del Señor está su delicia... Será como árbol plantado junto a corrientes de aguas, que da su fruto en su tiempo, y su hoja no cae; y todo lo que hace, prosperará.
Salmo 1:1-3
 
 
El año que acaba de pasar nos trajo su lote de inquietudes. ¿Qué pasará en el 2017?
El texto de la Biblia arriba indicado nos enseña que podemos encontrar la verdadera felicidad incluso en un mundo donde todo va mal. Cada uno está invitado a depositar su confianza en el gran Dios revelado en la persona de Jesucristo. ¡Solo hay que responder a la invitación! Dios nos recibirá sin hacernos reproches. Su deseo es que conozcamos su paz, su felicidad, y acompañarnos cada día.
Jóvenes, ¡no tarden más! No esperen haber hecho su vida para tomar una decisión. Y usted que es mayor, ¡aún no es demasiado tarde! Incluso si lamenta mucho haber hecho tal o cual cosa, Dios perdona y quiere recibirlo tal como es. Dio a su Hijo para concederle ese perdón. Adultos en pleno vigor, ¡dejen sus ambiciones materiales! Confíen su vida a aquel que solo desea su bien. Tímidos, ¡atrévanse a acercarse a Dios! Él es bondadoso y bueno. Prisioneros, ¡hay perdón en Dios! Confíen en su gracia perfecta; ¡él quiere darles una vida nueva! Lentos, ¡apresúrense a dar el paso hacia Aquel que les está esperando! Solitarios, ¡vayan a Jesús! Experimentarán toda la realidad de su presencia.
Todos estamos más o menos heridos por la vida. Hablemos de nuestro sufrimiento a Jesús, el médico divino, y confiemos en él. Bebamos de la fuente inagotable de la Palabra de Dios.
“El que tiene sed, venga; y... tome del agua de la vida gratuitamente” (Apocalipsis 22:17).

© Editorial La Buena Semilla, 1166 PERROY (Suiza)

martes, 3 de enero de 2017

¿EN QUÉ DIOS CREE?

 
Dios es luz, y no hay ningunas tinieblas en él.
1 Juan 1:5
Dios es amor.
1 Juan 4:8
En esto consiste el amor: no en que nosotros hayamos amado a Dios, sino en que él nos amó a nosotros, y envió a su Hijo en propiciación por nuestros pecados.
1 Juan 4:10
 
 
Alguien le preguntó a Albert Einstein (físico de fama mundial) si creía en Dios, y este respondió: «Dígame primero a qué llama Dios».
Esta pregunta es importante: ¿En qué Dios cree? ¿O en qué Dios no cree?
A menudo nos hacemos una falsa idea de Dios. Algunos lo imaginan como un juez implacable, y esto no los lleva a buscarlo, al contrario, huyen de él. Otros tienen más bien la idea de un «buen Dios» que tolera todo, y esto les basta.
¡Pero Dios no es ni lo uno ni lo otro! Él tiene dos atributos principales: amor y luz. Es luz porque ve todo. No solo nuestras acciones, sino también los motivos y las intenciones de nuestro corazón. Es amor porque desea el bien de sus criaturas.
Para darse a conocer, Dios vino a la tierra en la persona de su Hijo, Jesucristo. Al hacer milagros (resucitó muertos, ordenó al viento calmarse...) dejó ver de forma clara su origen divino y su amor por los hombres que había venido a buscar. “Aquella luz verdadera, que alumbra a todo hombre, venía a este mundo” (Juan 1:9). Mostró a sus interlocutores que sabía todo sobre ellos, así trató de despertar su conciencia para que se arrepintiesen y creyesen en él. Pero sobre todo aceptó morir en nuestro lugar, “el justo por los injustos”, y soportó así el justo juicio de Dios que merecíamos como pecadores.
Nosotros creemos en ese único Dios vivo y verdadero, y le invitamos a creer también en él.

© Editorial La Buena Semilla, 1166 PERROY (Suiza)

domingo, 1 de enero de 2017

¡FELIZ AÑO NUEVO!

 
 
Dios nuestro Salvador... quiere que todos los hombres sean salvos y vengan al conocimiento de la verdad.
1 Timoteo 2:3-4
Porque de tal manera amó Dios al mundo, que ha dado a su Hijo unigénito, para que todo aquel que en él cree, no se pierda, mas tenga vida eterna.
Juan 3:16
 
 
Al empezar un nuevo año escuchamos esta expresión por todas partes: en los pasillos de las empresas, en la calle, en el mercado... ¡Todavía no hay nada escrito en la página blanca del año que acaba de empezar! ¡Todos esperamos mucho de él!
«¡Feliz año y, sobre todo, salud!». Efectivamente, la salud es algo que nos concierne a todos de forma muy personal. Nos preocupa el caso de uno u otro de nuestros conocidos que tiene una enfermedad incurable. ¡Sí, sobre todo la salud, pues pone en juego nuestra vida!
Pero, ¿no hay algo más importante para nuestra vida? Dios nos ofrece todavía un año, o al menos una parte del año para que nos pongamos en contacto con él. ¿Sabe que él también le desea lo mejor para este nuevo año? Él desea que cada uno de nosotros lo conozca. Envió a su Hijo Jesucristo a la tierra para abrir un camino hacia él, para establecer una verdadera relación con los hombres. Conocer a Dios es poder llamarlo Padre. Dios desea para usted el perdón, la paz, la felicidad, la libertad...
¡Y nosotros le deseamos lo mismo! Le deseamos un año marcado por una relación con el Dios que le ama, que le busca y que quiere salvarlo. ¡Entonces sí que tendrá un buen año!
“Gracia y paz sean a vosotros, de Dios el Padre y de nuestro Señor Jesucristo, el cual se dio a sí mismo por nuestros pecados para librarnos del presente siglo malo, conforme a la voluntad de nuestro Dios y Padre” (Gálatas 1:3-4).

© Editorial La Buena Semilla, 1166 PERROY (Suiza)