¿A
quién me asemejáis?… Porque yo soy Dios, y no hay otro… Anuncio lo por venir
desde el principio.
Isaías 46:5, 9-10
Dios justo y Salvador; ningún otro fuera de mí.
Isaías 45:21
“Grandes son las obras del Señor” (Salmo 111:2).
“Levantad en alto vuestros ojos, y mirad quién creó estas cosas” (Isaías 40:26).
“Por la palabra del Señor fueron hechos los cielos… Él dijo, y fue hecho; él mandó, y existió” (Salmo 33:6, 9).
“Él cuenta el número de las estrellas; a todas ellas llama por sus nombres. Grande es el Señor nuestro, y de mucho poder; y su entendimiento es infinito” (Salmo 147:4-5).
“Los cielos cuentan la gloria de Dios, y el firmamento anuncia la obra de sus manos” (Salmo 19:1).
“Grande es el Señor, y digno de suprema alabanza; y su grandeza es inescrutable” (Salmo 145:3).
“Tú eres grande, y hacedor de maravillas; sólo tú eres Dios” (Salmo 86:10).
“Gloria y hermosura es su obra” (Salmo 111:3).
“De tal manera amó Dios al mundo, que ha dado a su Hijo unigénito, para que todo aquel que en él cree, no se pierda, mas tenga vida eterna” (Juan 3:16).
Contemplemos a ese Dios tan grande, tan excelso, quien descendió hasta nosotros en la persona de su Hijo, nuestro Salvador, para revelarse a nosotros y elevarnos hasta él en su propia felicidad. Nos abrió su cielo, y su morada será nuestra por la eternidad.
“Levantad en alto vuestros ojos, y mirad quién creó estas cosas” (Isaías 40:26).
“Por la palabra del Señor fueron hechos los cielos… Él dijo, y fue hecho; él mandó, y existió” (Salmo 33:6, 9).
“Él cuenta el número de las estrellas; a todas ellas llama por sus nombres. Grande es el Señor nuestro, y de mucho poder; y su entendimiento es infinito” (Salmo 147:4-5).
“Los cielos cuentan la gloria de Dios, y el firmamento anuncia la obra de sus manos” (Salmo 19:1).
“Grande es el Señor, y digno de suprema alabanza; y su grandeza es inescrutable” (Salmo 145:3).
“Tú eres grande, y hacedor de maravillas; sólo tú eres Dios” (Salmo 86:10).
“Gloria y hermosura es su obra” (Salmo 111:3).
“De tal manera amó Dios al mundo, que ha dado a su Hijo unigénito, para que todo aquel que en él cree, no se pierda, mas tenga vida eterna” (Juan 3:16).
Contemplemos a ese Dios tan grande, tan excelso, quien descendió hasta nosotros en la persona de su Hijo, nuestro Salvador, para revelarse a nosotros y elevarnos hasta él en su propia felicidad. Nos abrió su cielo, y su morada será nuestra por la eternidad.
© Editorial La
Buena Semilla, 1166 PERROY (Suiza)
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