¿Quién nos removerá la piedra de la entrada del sepulcro?
Marcos 16:3
Mas
el ángel, respondiendo, dijo a las mujeres: No temáis vosotras; porque
yo sé que buscáis a Jesús, el que fue crucificado. No está aquí, pues ha
resucitado, como dijo.
Mateo 28:5-6
“¿Quién nos removerá la piedra?”. Esta fue la
pregunta que se hicieron tres mujeres aquel domingo de Pascua por la
mañana, en Jerusalén. El Señor Jesús había muerto el viernes, y ahora
ellas iban a la tumba con la intención de embalsamar su cuerpo, según la
costumbre de la época. Pero sabían que una gigantesca piedra circular
cerraba la entrada de la tumba. ¿Quién nos removerá la piedra?, se
decían con preocupación mientras caminaban. Comprobaban que no tenían
ayuda para abrir la tumba, pero cuando llegaron, la piedra había sido
removida. Además supieron que Jesús había resucitado, ¡que estaba vivo!
Hay situaciones en nuestra vida que nos entristecen o nos preocupan. Somos conscientes de que no tenemos ningún recurso. ¿Quién me librará de este obstáculo insuperable que tengo ante mí? A menudo la gracia y el poder de Dios han respondido a nuestra necesidad incluso antes de que se presente: ¡la piedra ha sido removida! En el cielo tenemos a un Señor vivo, todopoderoso. Junto a él podemos resolver los problemas delicados y vencer los obstáculos insuperables. Quizá no sea de la manera en que nos lo imaginamos, sino como a él le parece bueno para nosotros.
Oremos al Señor con confianza. Cuando ya no sabemos qué hacer, cuando las pruebas nos agobian, él no nos abandona: “Este pobre clamó, y le oyó el Señor, y lo libró de todas sus angustias” (Salmo 34:6).
Hay situaciones en nuestra vida que nos entristecen o nos preocupan. Somos conscientes de que no tenemos ningún recurso. ¿Quién me librará de este obstáculo insuperable que tengo ante mí? A menudo la gracia y el poder de Dios han respondido a nuestra necesidad incluso antes de que se presente: ¡la piedra ha sido removida! En el cielo tenemos a un Señor vivo, todopoderoso. Junto a él podemos resolver los problemas delicados y vencer los obstáculos insuperables. Quizá no sea de la manera en que nos lo imaginamos, sino como a él le parece bueno para nosotros.
Oremos al Señor con confianza. Cuando ya no sabemos qué hacer, cuando las pruebas nos agobian, él no nos abandona: “Este pobre clamó, y le oyó el Señor, y lo libró de todas sus angustias” (Salmo 34:6).
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