jueves, 15 de septiembre de 2011

LA CONVERSION DEL BORRACHO

Un borracho. Sin más retórica ni adornos que empañaran la realidad. Su hijo menor, Alberto, era un borracho. Aun cuando quisieran ocultarlo. Bebía mañana, tarde y noche. Sacaba tiempo de su trabajo en el taller de su propiedad para embriagarse.

Estuvo dos veces en un programa de rehabilitación. Pero literalmente huyó de aquel centro y se dedicó con más ahínco a beber.

En medio de la desesperación alguien le recomendó la oración. Y ella, como madre, la asumió. Se convirtió en un principio habitual en su cotidianidad. Orar. Clamar. Pedirle al Señor la transformación de su hijo.

Pasaron trece meses antes que se produjera un cambio. Pero la respuesta fue eficaz. Hoy es un hombre distinto. En él operó la teoterapia. Dejar que Dios ministrara en su existencia y le hiciera tomar conciencia del enorme daño que le producía consumir alcohol.

Ya no es un borracho. Es un hombre distinto. El Padre celestial hizo el milagro.

Los milagros están al alcance

Cuando oramos, los milagros ocurren. En algunos casos se producen de inmediato, aunque en otros, tardan un poco. Pero unos y otros se producen en el tiempo de Dios.

¿Cuál es la garantía que podemos tener? La promesa del Señor Jesús cuando dijo a sus discípulos y también a nosotros: "Si permanecéis en mí y mis palabras permanecen en vosotros, pedid todo lo que queráis y os será hecho" (Juan 15:7).

Basta que creamos. Es necesario que dejemos de lado toda sombra de duda. Los milagros serán realidad. En cierta medida depende de usted y de mí porque Dios mismo quiere obrar, pero se requiere que asumamos que tales prodigios ocurrirán.

Tal vez necesite un milagro en su existencia. Le invitamos a orar. Clame por esa situación que le inquieta.

© Fernando Alexis Jiménez.

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