domingo, 30 de abril de 2017

¡ARREPIÉNTASE!

 
Aquellos dieciocho sobre los cuales cayó la torre en Siloé, y los mató, ¿pensáis que eran más culpables que todos los hombres que habitan en Jerusalén? Os digo: No; antes si no os arrepentís, todos pereceréis igualmente.
Lucas 13:4-5
Arrepentíos, y creed en el evangelio.
Marcos 1:15
 
 
Aquí y allá en el mundo hay catástrofes. Terremotos, tempestades, huracanes y tifones destruyen bienes, vidas, y sumergen en la desesperación a mucha gente. Podemos hacernos esta pregunta: ¿Por qué en ese lugar y no en otro? El versículo de hoy nos enseña que no debemos tratar de comprender la responsabilidad de unos y otros, sino que más bien debemos examinar nuestro propio caso.
¡La muerte puede alcanzar súbitamente a cualquier persona en cualquier punto del globo! Por lo tanto es preciso estar preparado para encontrar a Dios. Jesús explicó a sus oyentes cómo prepararse, y sus apóstoles lo repitieron después de él. “Arrepentíos y convertíos, para que sean borrados vuestros pecados” (Hechos 3:19). Arrepentirse es estar de acuerdo con Dios en que somos pecadores. Convertirse significa dar media vuelta, volverse a Dios; es aceptar la gracia que perdona y da la vida eterna.
Los juicios caerán sobre un mundo que rechaza a Dios y se hunde en el desorden moral. Las calamidades que Dios permite son como advertencias, señales precursoras de lo que pronto sucederá a todos los que no se hayan vuelto a él a tiempo. “¿Piensas... que tú escaparás del juicio de Dios? ¿O menosprecias las riquezas de su benignidad, paciencia y longanimidad, ignorando que su benignidad te guía al arrepentimiento?” (Romanos 2:3-4).

© Editorial La Buena Semilla, 1166 PERROY (Suiza)

sábado, 29 de abril de 2017

¿PODEMOS OLVIDAR A DIOS?



Te has olvidado de Dios tu creador.

Deuteronomio 32:18

Con amor eterno te he amado; por tanto, te prolongué mi misericordia.

Jeremías 31:3

En el Salmo 54 el rey David escribe, hablando de los hombres que querían destruir su vida: “No han puesto a Dios delante de sí” (v.3).
Todavía hoy, muchos hombres y mujeres rechazan incluso la noción de Dios, alejándola de sus pensamientos y de sus proyectos. No quieren admitir que Dios los ve y los oye, que toma nota de todo lo que hacen.
Sin embargo, Dios dice en la Biblia: “Yo el Señor, que escudriño la mente, que pruebo el corazón, para dar a cada uno según su camino, según el fruto de sus obras” (Jeremías 17:10). Y añade que llegará el momento en que todos los hombres que lo hayan excluido de sus pensamientos y de su vida tendrán que comparecer ante el divino Juez (Apocalipsis 20:11-15). ¡Es cierto que podemos olvidar a Dios durante nuestra vida, pero nadie podrá evitar estar un día ante su presencia!
En cambio Dios no se olvida de nadie. Él “quiere que todos los hombres sean salvos y vengan al conocimiento de la verdad” (1 Timoteo 2:4). Ningún ser en el mundo, incluso el más odioso, está excluido del campo de su amor. ¿Ha tratado usted de olvidar a Dios? ¡Aún no es demasiado tarde para reparar ese olvido! Jesús dijo, y esto es válido para todos: “Al que a mí viene, no le echo fuera” (Juan 6:37).
Tomemos esta promesa al pie de la letra y conozcamos al Dios que nos ama. ¡Así nunca más huiremos de su presencia!
“Acuérdate de tu Creador en los días de tu juventud, antes que vengan los días malos, y lleguen los años de los cuales digas: No tengo en ellos contentamiento” (Eclesiastés 12:1).

© Editorial La Buena Semilla, 1166 PERROY (Suiza)

jueves, 27 de abril de 2017

LAS FALSIFICACIONES

 
Crea en mí, oh Dios, un corazón limpio, y renueva un espíritu recto dentro de mí.
Salmo 51:10
 
 
Un día le preguntaron a Picasso (1881-1973) quién era, según él, el pintor más célebre. Y Picasso respondió riendo: «¡Rubens, pues pintó unos 600 cuadros durante su vida, de los cuales conservamos 2.700 en la actualidad!».
Las falsificaciones son una plaga de la economía moderna que cuestan muy caro a las empresas y al Estado. En 2010, un poco más de 103 millones de productos falsificados fueron descubiertos y destruidos en las fronteras de la Unión europea, por un valor total de mil millones de euros.
Pero la falsificación en el ámbito religioso es mucho más peligrosa. La Biblia nos habla severamente de esas personas que dicen ser cristianas, que tienen la “apariencia de piedad”, pero “negarán la eficacia de ella” (2 Timoteo 3:5). Frecuentan los servicios religiosos, pero su corazón está muy lejos de Dios. A menudo pronuncian su nombre, y tal vez incluso citen pasajes bíblicos, pero no se someten a su Palabra.
Recordemos estas advertencias de Jesús a las multitudes que lo seguían: “No todo el que me dice: Señor, Señor, entrará en el reino de los cielos, sino el que hace la voluntad de mi Padre que está en los cielos” (Mateo 7:21). No podemos engañar a Dios, pues “todas las cosas están desnudas y abiertas a los ojos de aquel a quien tenemos que dar cuenta” (Hebreos 4:13).
No tratemos de aparentar lo que no somos. Podríamos engañar a los demás, y tal vez a nosotros mismos, pero nunca podremos engañar a Dios.

© Editorial La Buena Semilla, 1166 PERROY (Suiza)

martes, 25 de abril de 2017

LA GRACIA ES PARA TODOS

 
Una cosa sé, que habiendo yo sido ciego, ahora veo.
Juan 9:25
(El apóstol Pablo dijo:) Fui recibido a misericordia, para que Jesucristo mostrase en mí el primero toda su clemencia, para ejemplo de los que habrían de creer en él para vida eterna.
1 Timoteo 1:16
 
 
En su libro «Dios existe, lo he encontrado», André Frossard (1915-1995) cuenta su conversión. Había sido criado en el ateísmo, «donde el tema de la existencia de Dios ni se menciona».
8 de julio de 1935: Sucedió algo que operó «en mí una revolución tan extraordinaria, que cambió en un instante mi manera de ser, de ver, de sentir, que transformó mi carácter e hizo que hablase un lenguaje tan insólito que mi familia se alarmó... Entonces experimenté el gozo que siente un náufrago que es salvado a tiempo, con esta diferencia: solo en el momento en que fui sacado, tomé conciencia del lodo en el que estaba hundido sin saberlo... Y me pregunto, todavía con la imagen de medio cuerpo hundido en aquel lodo, cómo pude vivir y respirar allí.
No hay nada que me predispusiera a tener una religión, aparte del hecho de no tener ninguna. La Escritura dice que la gracia no hace acepción de personas, y creo haber mostrado que dirigiéndose a mí, se dirigía a todas las personas. Lo que me sucedió le puede suceder a cualquiera, al mejor, al peor, al que no sabe e incluso al que cree saber».
Este testimonio muestra que la conversión no es una simple adhesión intelectual. Es dar media vuelta hacia una nueva dirección. Es tomar conciencia de mi estado pecaminoso ante Dios y aceptar que Jesucristo dio su vida para salvarme.

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domingo, 23 de abril de 2017

¿QUÉ ES LA VERDAD?

Todo aquel que es de la verdad, oye mi voz. Le dijo Pilato: ¿Qué es la verdad? Y cuando hubo dicho esto, salió otra vez a los judíos, y les dijo: Yo no hallo en él ningún delito.

Juan 18:37-38
 Algunas preguntas de la Biblia

La comparecencia de Jesús ante Pilato es el juicio más conocido de todos los tiempos. Jesús era inocente y Pilato lo sabía muy bien porque ya lo había interrogado. Además, su mujer le había dicho: “No tengas nada que ver con ese justo” (Mateo 27:19). Pilato estaba perplejo, y los roles se invirtieron. Entonces fue el acusado quien advirtió a su juez, pues Jesús declaró a Pilato que si él era recto, y si “era de la verdad”, escucharía a aquel a quien juzgaba. Pilato respondió con esta pregunta, que era una escapatoria: ¿Qué es la verdad? Pilato era un escéptico: para él toda verdad era relativa. Pero si no existe la verdad absoluta, entonces la verdad no existe. En vez de escuchar la respuesta de Jesús, Pilato puso fin al diálogo y salió.
Quería liberar a Jesús y al mismo tiempo complacer a la multitud. ¡Eso era imposible! Entonces decidió condenar a muerte a quien sabía que era inocente. ¡Su habilidad política no le impidió cometer un crimen!
Si tenemos dudas sobre la verdad, debemos escuchar las respuestas que nos da la Biblia. Ella nos dice que la verdad está en Jesús (Efesios 4:21). Y Jesús mismo afirma: “Yo soy el camino, y la verdad, y la vida” (Juan 14:6).
No hay nada más grave que oír las palabras de Jesús y no creerlas. Esto endurece la conciencia, y luego, como Pilato, podemos llegar a cometer el mal que no queríamos hacer, y a desviarnos del camino que conduce a la vida eterna.

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sábado, 22 de abril de 2017

EL DÍA DEL SEÑOR

 
 
Habiendo, pues, resucitado Jesús por la mañana, el primer día de la semana, apareció primeramente a María Magdalena.
Marcos 16:9
Cristo murió por nuestros pecados, conforme a las Escrituras... fue sepultado, y... resucitó al tercer día, conforme a las Escrituras.
1 Corintios 15:3-4
 
 
La palabra «domingo» viene del latín «dies dominucus», que significa: “día del Señor”. Es el día en que Cristo resucitó.
En varias ocasiones Jesús había anunciado a sus discípulos lo que iba a suceder: “El Hijo del Hombre será entregado... y le condenarán a muerte... y le escarnecerán, le azotarán, y escupirán en él, y le matarán; mas al tercer día resucitará” (Marcos 10:33-34). Fue crucificado el viernes y resucitó el domingo.
Desde el comienzo del cristianismo, el domingo fue considerado como el primer día de la semana. Solo a principios del siglo 20 los diccionarios lo designan como el último día de la semana. Hoy en la expresión «fin de semana» se asocian comúnmente el sábado y el domingo.
En el evangelio leemos: “El primer día de la semana, María Magdalena fue de mañana... al sepulcro; y vio quitada la piedra del sepulcro” (Juan 20:1). “La noche de aquel mismo día, el primero de la semana... vino Jesús, y puesto en medio (de los discípulos), les dijo: Paz a vosotros” (Juan 20:19).
Es el primer día en el sentido de que la muerte y la resurrección de Jesús abrieron una nueva era en la historia, la época de la gracia. Su salida de la tumba constituye la prueba de su victoria sobre la muerte, y da a los cristianos la seguridad de la vida eterna. Por este motivo ellos dan un valor especial a este día.

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miércoles, 19 de abril de 2017

EL ESCUDO DEL CREYENTE

 
 
El Señor es mi fortaleza y mi escudo; en él confió mi corazón, y fui ayudado.
Salmo 28:7
Tomad toda la armadura de Dios... Sobre todo, tomad el escudo de la fe, con que podáis apagar todos los dardos de fuego del maligno.
Efesios 6:13, 16
 
 
El escudo, arma defensiva muy antigua, todavía es utilizado por las fuerzas policiales. La Biblia menciona frecuentemente este instrumento de defensa de los guerreros. Pero muy a menudo la palabra escudo es empleada en sentido figurado.
Dios se presenta como un escudo que asegura la protección del que confía en él. Fortaleció a Abraham mediante estas palabras: “No temas... yo soy tu escudo, y tu galardón será sobremanera grande” (Génesis 15:1). Para expresar su agradecimiento a Dios, quien lo libró de sus enemigos, David escribió este cántico: “Dios mío, fortaleza mía, en él confiaré; mi escudo... mi alto refugio” (2 Samuel 22:3).
Para todos los creyentes, hoy Dios sigue siendo ese escudo que los protege. Pueden decir, al igual que el apóstol Pablo: “Si Dios es por nosotros, ¿quién contra nosotros?” (Romanos 8:31).
El escudo forma parte de “toda la armadura de Dios” que está a disposición del creyente. Es llamado el escudo de la fe porque representa la confianza en Dios quien lo protege de los ataques del diablo, de sus “dardos de fuego”. En efecto, Satanás trata de desestabilizar al creyente para impedirle obedecer a la Palabra de Dios e introducir dudas en su mente. Esos “dardos de fuego” pueden ser pérfidas insinuaciones, burlas, calumnias, humillaciones...
Amigos cristianos, sepamos resistir al diablo estando “firmes en la fe” (1 Pedro 5:9). Recordemos que “mayor es el que está en vosotros, que el que está en el mundo” (1 Juan 4:4).

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lunes, 17 de abril de 2017

DE LA MANO

 
 
Yo siempre estuve contigo; me tomaste de la mano derecha. Me has guiado según tu consejo, y después me recibirás en gloria.
Salmo 73:23-24
Mirad cuál amor nos ha dado el Padre, para que seamos llamados hijos de Dios... Amados, ahora somos hijos de Dios.
1 Juan 3:1-2
 
 
Desde mi ventana observé a una niña que caminaba por la acera de enfrente. Tenía más o menos dos años. Entonces pensé: esta niña apenas sabe hablar. ¿Conoce su apellido, su dirección, su número de teléfono? ¡No! ¡Apenas sabe su nombre! ¿Sabe a dónde va? Tampoco. ¿Está preocupada? ¡Para nada! Anda con paso firme, pues sabe una cosa: el hombre que camina a su lado es su papá y puede confiar totalmente en él. Su pequeño brazo está levantado, ella toma su mano. ¡Si su padre decidiese dejarla sola en la acera, sería una catástrofe! Pero esta idea ni se le ocurre. La toma con firmeza... Van tomados de la mano, y este contacto silencioso es toda la seguridad de la niña.
Esta relación tan dulce y sencilla entre un padre y su hija está llena de sentido para el cristiano, pues todo cristiano es un hijo de Dios, y Dios es un Padre lleno de ternura.
Un padre espera implícitamente de su hijo una confianza así. Para nuestro Padre celestial, esta confianza tiene un valor inmenso. El cristiano, si fuese abandonado a sí mismo, estaría sin recursos en la vida. Pero, aunque ignora el camino por donde ha de pasar, le basta saber que Dios conoce todo de antemano y que puede dejarse llevar por esta mano divina.
“Yo soy el buen pastor... (El pastor) va delante de ellas; y las ovejas le siguen, porque conocen su voz” (Juan 10:14, 4).
“Así los apacentó conforme a la integridad de su corazón y con la habilidad de sus manos los pastoreó” (Salmo 78:72, V. M.).

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sábado, 15 de abril de 2017

ENTRE LAS RUINAS DE BABILONIA

 
 
Porque de cierto os digo que hasta que pasen el cielo y la tierra, ni una jota ni una tilde pasará de la ley, hasta que todo se haya cumplido.
Mateo 5:18
 
 
Hace más de un siglo, un oficial inglés pidió a un predicador que le diese una prueba clara y segura de que la Biblia es realmente la Palabra de Dios, y que no tiene un origen humano. Como el evangelista sabía que el oficial hacía numerosos viajes a Irak, en el Cercano Oriente, le preguntó si había visitado las ruinas de Babilonia. Efectivamente, había ido, por eso le respondió: «Las ruinas de Babilonia están llenas de animales salvajes que se pueden cazar. Una vez le pedí permiso al jeque para que me dejase ir con unos cazadores de la región. Algunos fueron conmigo a la antigua ciudad, pero al final del día, para mi gran sorpresa, todos recogieron su tienda y se fueron. Tuve que dejar la caza y seguirles. Al día siguiente fui a quejarme ante el jeque, quien me respondió: ¡Es demasiado peligroso pasar la noche en ese lugar! ¡Nadie se queda allí cuando anochece!».
El evangelista abrió su Biblia y leyó el texto escrito unos 700 años antes de Jesucristo: “Babilonia, hermosura de reinos y ornamento de la grandeza de los caldeos, será como Sodoma y Gomorra, a las que trastornó Dios. Nunca más será habitada, ni se morará en ella de generación en generación; ni levantará allí tienda el árabe, ni pastores tendrán allí majada; sino que dormirán allí las fieras del desierto, y sus casas se llenarán de hurones; allí habitarán avestruces, y allí saltarán las cabras salvajes. En sus palacios aullarán hienas, y chacales en sus casas de deleite; y cercano a llegar está su tiempo, y sus días no se alargarán” (Isaías 13:19-22).

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viernes, 14 de abril de 2017

LA CRUCIFIXIÓN DE JESUCRISTO


 
 
Jesús... anduvo haciendo bienes y sanando...
Hechos 10:38
(Pilato) les dijo por tercera vez: ¿Pues qué mal ha hecho este? Ningún delito digno de muerte he hallado en él... Mas ellos instaban a grandes voces, pidiendo que fuese crucificado... Entonces Pilato sentenció que se hiciese lo que ellos pedían.
Lucas 23:22-24
 
 
La crucifixión, «ese castigo de los más crueles y viles», según las palabras de Cicerón (autor latino del 1er siglo), era infligido por los romanos a los esclavos fugitivos y a los extranjeros criminales y rebeldes. Miles de condenados lo sufrieron, hasta que el emperador Constantino lo prohibió en el año 320.
Los evangelios relatan que Jesucristo fue condenado a esta muerte horrible. Pero, ¿qué crimen había cometido? Había manifestado compasión por los pobres, los abandonados, había alimentado a las multitudes, sanado a los enfermos, resucitado a muertos... Las multitudes se daban prisa para escuchar sus palabras de sabiduría y gracia. Pero Jesús también desenmascaraba las hipocresías y denunciaba el mal. Entonces, ¿por qué fue condenado? Las autoridades religiosas, celosas de su influencia, lo detuvieron y, después de un simulacro de juicio, lo acusaron de blasfemia porque había declarado que era el Hijo de Dios. Lo entregaron a la autoridad romana para que lo matasen. Pilato, aunque en tres ocasiones reconoció la inocencia de Jesús, cedió a su presión y lo condenó al suplicio de la cruz.
Pero, ¿fue esta la única razón de la muerte del Cristo? ¿Podemos considerarla solo como el resultado de un proceso inicuo, de un error jurídico voluntario? La Biblia nos señala otro aspecto sorprendente: “¿No era necesario que el Cristo padeciera estas cosas?” (Lucas 24:26).

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jueves, 13 de abril de 2017

UN DESTINO INCOMPARABLE

 
 
Sabéis que dentro de dos días se celebra la pascua, y el Hijo del Hombre será entregado para ser crucificado. Entonces los principales sacerdotes, los escribas, y los ancianos del pueblo se reunieron en el patio del sumo sacerdote llamado Caifás, y tuvieron consejo para prender con engaño a Jesús, y matarle.
Mateo 26:2-4
 
 
Nadie sabe de antemano lo que le reserva la vida; nadie, excepto el Hijo de Dios. Jesús sabía perfectamente todo lo que le iba a suceder. Sabía que iba a nacer en medio de la pobreza, que poco después de su nacimiento un rey trataría de matarlo, que durante toda su vida sería incomprendido y odiado por sus conciudadanos, que finalmente sería condenado a morir crucificado. Anunció su suplicio incluso antes de que los jefes religiosos decidiesen qué hacer con él. Él prosiguió su camino hasta aceptar la muerte en la cruz: “Se humilló a sí mismo, haciéndose obediente hasta la muerte, y muerte de cruz” (Filipenses 2:8).
¡Su actitud es un misterio para la razón! Solo la fe puede apreciar el amor de Jesús, que lo hizo seguir un camino tan duro para salvar al hombre. Esta vida de sufrimiento hasta la cruz hizo resaltar la obediencia de un hombre totalmente consagrado a la obra que Dios le había encomendado, de un hombre que, con pleno conocimiento de lo que le iba a suceder, nunca dio marcha atrás. Solo él, el hombre sin pecado, tuvo que soportar el juicio de Dios contra nuestros pecados: “El castigo de nuestra paz fue sobre él... El Señor cargó en él el pecado de todos nosotros” (Isaías 53:5-6).
Jesús también sabía que la muerte no podía retenerlo, y que debido a su perfección de hombre obediente, Dios lo resucitaría de entre los muertos, lo llevaría al cielo y lo glorificaría: ¡qué final tan glorioso!

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miércoles, 12 de abril de 2017

¿CÓMO PODEMOS CREER?


 
 
(Jesús dijo:) ¿Cómo podéis vosotros creer, pues recibís gloria los unos de los otros, y no buscáis la gloria que viene del Dios único?
Juan 5:44
Yo, la luz, he venido al mundo, para que todo aquel que cree en mí no permanezca en tinieblas.
Juan 12:46
 
 Algunas preguntas de la Biblia
 
 
Jesús da este consejo: leer atentamente las Escrituras (la Biblia), pues “ellas son las que dan testimonio de mí” (Juan 5:39).
Y añade: “No queréis venir a mí para que tengáis vida” (v. 40). Es a él a quien debemos ir. Pero nuestra propia voluntad puede ser el primer obstáculo que nos impide aceptar su oferta. Ir a Jesús para tener la vida es aceptar un verdadero acercamiento, sin sombras, porque Jesús es la verdad. ¿Esto va a orientar nuestra decisión? Sea como sea, la invitación del Salvador es generosa, liberal, gratuita: “Venid a mí todos los que estáis trabajados...” (Mateo 11:28). Pero Dios no fuerza a nadie, pues respeta al hombre. Cada uno está invitado a responder: «¡Sí, voy!».
Otro obstáculo puede presentarse a la fe: el hecho de buscar la gloria que viene del hombre. Esto consiste en decir: «¿Qué van a pensar si acepto el Evangelio? ¿Podré conservar mis amigos, mi reputación, la consideración de los demás?».
¡Sin embargo, la verdad es mucho más valiosa que la reputación! Jesús nos enseña que debemos buscar “la gloria que viene del Dios único”, es decir, buscar su aprobación, tratar de agradarle humildemente y cueste lo que cueste. Así experimentaremos la verdadera libertad y una profunda paz. Jesús también dijo: “Todo aquel que pide, recibe; y el que busca, halla” (Mateo 7:8). El Señor va al encuentro de todo el que lo busca.

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domingo, 9 de abril de 2017

UN MALHECHOR EN EL PARAÍSO

 
 
(El malhechor) dijo a Jesús: Acuérdate de mí cuando vengas en tu reino. Entonces Jesús le dijo: De cierto te digo que hoy estarás conmigo en el paraíso.
Lucas 23:42-43
 
 
El malhechor crucificado al lado de Jesús estaba al borde de la eternidad. De repente descubrió que al salir de las manos de la justicia humana, iba a caer en las de la justicia divina. La única perspectiva para este hombre era: sufrimientos de este lado de la muerte y sufrimientos del otro lado. Momentos antes, al igual que su compañero, blasfemaba; ahora se hacía preguntas.
Pero en medio de su angustia vio un resplandor que emanaba de aquel que, a su lado, estaba crucificado al igual que él, pero que hablaba con amor a los suyos e imploraba el perdón para sus verdugos. Este resplandor lo atrajo, iluminó su estado pecaminoso y lo llevó a creer que Jesús reinará. Entonces le pidió que se acordase de él.
La respuesta fue más allá de lo que esperaba: “De cierto te digo que hoy estarás conmigo en el paraíso” (v. 43). ¡Cuánto consuelo daría esta promesa al ladrón en medio de su agonía, y qué alivio a su sufrimiento moral! ¡Esto también regocijó al Salvador! Jesús, rechazado también, iba a llevar consigo a este hombre a quien la sociedad excluía y condenaba. Un malhechor arrepentido iba a ir al paraíso. Entraría como testigo del poder de la muerte de Jesús para salvar a pecadores como él. Cristo, crucificado a su lado, iba a morir por él. Días antes el Señor había anunciado que él era como esa semilla de trigo que cae en tierra y muere, pero “si muere, lleva mucho fruto” (Juan 12:24). ¡Y ese malhechor era uno!
“Cristo padeció una sola vez por los pecados, el justo por los injustos, para llevarnos a Dios” (1 Pedro 3:18).

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sábado, 8 de abril de 2017

ERA UN ESCLAVO ENCADENADO POR SATANÁS


 
Dios... saca a los cautivos a prosperidad.
Salmo 68:6
(Dios) nos ha librado de la potestad de las tinieblas, y trasladado al reino de su amado Hijo, en quien tenemos redención por su sangre, el perdón de pecados.
Colosenses 1:13-14
 
 
«Era un esclavo encadenado y no pertenecía a Dios sino a Satanás, quien solo tenía un objetivo: conducirme a la muerte. También comprendí que solo Jesús tenía el poder para hacerme cambiar de vida. Jesús había venido para liberar a los hombres de sus cadenas y del poder de Satanás. Comprendí que Jesús había muerto para llevar sobre sí mismo todas las suciedades de mi vida. Me invitaba a dejarlo entrar en mi corazón.
Me puse de rodillas, solo en mi habitación, y allí le dije que no soportaba más ser la persona que era, que quería cambiar, y le supliqué que me salvase. Ya no podía hablar; sentía que Satanás no quería soltarme. Luego, de repente, llegó la calma total. Un profundo gozo llenó mi ser y echó fuera todas las tinieblas. En seguida experimenté una seguridad total: Dios me había oído. Ya no estaba solo; el Espíritu de Dios venía a morar en mí.
A partir de ese momento todo lo que formaba parte de mi vida pasada dejó de existir. Mis centros de interés fueron transformados. Solo tenía un deseo: leer la Biblia. Poco después de mi conversión escribí una carta a mi padre y le pedí perdón por todos los problemas que le había causado.
Eso fue hace treinta años. Durante todo este tiempo Dios veló sobre mí, me enseñó a conocerle mejor, a amarle y a servirle».
Thierry
“La paz de Dios gobierne en vuestros corazones... y sed agradecidos” (Colosenses 3:15).

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miércoles, 5 de abril de 2017

TRABAJAR PARA EL SEÑOR

 
A cada uno de nosotros fue dada la gracia conforme a la medida del don de Cristo.
Efesios 4:7
Considerémonos unos a otros para estimularnos al amor y a las buenas obras.
Hebreos 10:24
 
 
Aunque no todos los creyentes trabajan en la misma medida en Su obra, el Señor Jesús se interesa en todo lo que se hace para él y aprecia el esfuerzo de cada uno. No todos tenemos las mismas capacidades, la misma energía y las mismas ocasiones de servirle. El Señor solo nos pide poner a su disposición lo que nos ha dado. Algunos ejemplos de la Biblia deberían estimularnos:
–Un niño tenía cinco panes y dos peces. Jesús los empleó para alimentar a 5.000 personas (Juan 6:9-13).
–Bernabé vendió un terreno y puso el dinero a disposición de los apóstoles (Hechos 4:35-37).
–Dorcas hacía ropa, según sus capacidades, para las viudas pobres (Hechos 9:39).
–Lidia, la vendedora de púrpura, recibió al apóstol Pablo y a sus compañeros en su casa (Hechos 16:14-15).
–Febe, como sierva de la asamblea, fue una ayuda para Pablo y muchos otros cristianos (Romanos 16:1).
–Priscila y Aquila, colaboradores del apóstol Pablo, arriesgaron su vida por él (Romanos 16:3-4).
Todos estos cristianos trabajaban para el mismo Maestro. A cada uno de ellos el Señor dirá un día: “Bien, buen siervo y fiel; sobre poco has sido fiel, sobre mucho te pondré; entra en el gozo de tu señor” (Mateo 25:21).
Mientras esperamos la venida de nuestro Señor, seamos fieles en lo que nos confía.

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domingo, 2 de abril de 2017

¿QUIERES SER SANO?

Había allí un hombre que hacía treinta y ocho años que estaba enfermo. Cuando Jesús lo vio acostado... le dijo: ¿Quieres ser sano?... Levántate, toma tu lecho, y anda. Y al instante aquel hombre fue sanado.

Juan 5:5-9
 Algunas preguntas de la Biblia

Esta pregunta nos sorprende. Todos deseamos ser curados, entonces, ¿por qué Jesús hizo esta pregunta a un hombre que estaba enfermo desde hacía treinta y ocho años?
Traslademos la situación al plano moral:
–¿Quiero ser sano de mi tendencia a hacer el mal, ser liberado de mi culpabilidad, de ese vacío que siento desde hace tanto tiempo? La pregunta es muy pertinente: ¡para ser sanado primero hay que desearlo!
–Este hombre deseaba ser sanado. Pero no sabía qué hacer, pues era paralítico y no tenía quién le ayudase... Era consciente de que su situación no tenía solución.
–Yo también traté de mejorar, pero debo reconocer que soy incapaz. ¿Cómo puedo liberarme del mal que hay en mí? ¡Nadie puede ayudarme!
–Jesús vio la desesperación de ese paralítico y le dijo: “Levántate, toma tu lecho, y anda”. ¡Al momento el paralítico fue curado y empezó a caminar!
–La curación moral que Jesús me ofrece es igual de repentina y maravillosa. Él llevó en la cruz esa culpabilidad que me agobiaba, las dudas que me carcomían, la condenación que merecían mis pecados y mi naturaleza opuesta al bien. ¡Me ofrece el perdón! Es como si me dijese: «Levántate y anda. Mira, puedes orar a Dios como a un Padre, eres libre. ¡Ven, sígueme!». Que mi respuesta sea: ¡Sí, Señor Jesús, voy a ti tal como soy!

© Editorial La Buena Semilla, 1166 PERROY (Suiza)

sábado, 1 de abril de 2017

EL SUFRIMIENTO Y LA GLORIA

 
 
Una nube de luz los cubrió; y he aquí una voz desde la nube, que decía: Este es mi Hijo amado, en quien tengo complacencia; a él oíd.
Mateo 17:5
 
 
Dos escenas de los evangelios presentan la persona de Jesucristo de manera muy diferente: su transfiguración y su crucifixión.
Jesús tomó a tres de sus discípulos y los llevó aparte a una montaña; allí se transfiguró delante de ellos, “resplandeció su rostro como el sol” (Mateo 17:2). Sin embargo, el profeta Isaías dijo con respecto a Cristo y su sufrimiento: “De tal manera fue desfigurado de los hombres su parecer, y su hermosura más que la de los hijos de los hombres” (Isaías 52:14).
En la montaña de la transfiguración, “sus vestidos se volvieron resplandecientes, muy blancos, como la nieve, tanto que ningún lavador en la tierra los puede hacer tan blancos” (Marcos 9:3). Pero en la cruz del Gólgota Jesús, despojado de sus vestiduras, coronado de espinas y clavado en un madero, quedó expuesto a las miradas de todos los que pasaban. “Repartieron entre sí mis vestidos, y sobre mi ropa echaron suertes” (Juan 19:24).
En la montaña apareció la nube de la presencia de Dios, pero en la cruz todo era tinieblas; el Hijo de Dios estaba solo.
En la montaña la voz del Padre se hizo oír: “Este es mi Hijo amado, en quien tengo complacencia; a él oíd” (Mateo 17:5). En la cruz se oyó el insondable clamor de Jesús: “Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has desamparado?” (Mateo 27:46; Salmo 22:1).
¡La felicidad y la libertad de los creyentes costaron un precio muy alto! “¿No era necesario que el Cristo padeciera estas cosas, y que entrara en su gloria?” (Lucas 24:26).

© Editorial La Buena Semilla, 1166 PERROY (Suiza)