martes, 23 de abril de 2013

PRECARIEDAD O SEGURIDAD



¿Qué es vuestra vida? Ciertamente es neblina que se aparece por un poco de tiempo, y luego se desvanece.
Santiago 4:14


(Jesús dijo:) El cielo y la tierra pasarán, pero mis palabras no pasarán.
Mateo 24:35
El despido, el desempleo y la precariedad material que esto conlleva inquieta a los hombres de hoy quienes, más que nunca, tienen sed de estabilidad y seguridad.
Pero la primera precariedad, ¿no es la fragilidad de nuestra existencia y ese gran desconocido llamado futuro? ¿Existe algo realmente estable? ¿De qué estamos verdaderamente seguros? El origen del malestar colectivo de nuestra sociedad reside en el malestar individual. La gente se burla incluso de cualquier tipo de certeza. Lo único seguro para nuestro futuro, afirmaba un joven hastiado de la vida, es que todos vamos a morir.
Felizmente tenemos otras certezas: en medio de la inestabilidad y la precariedad, la Biblia, la Palabra de Dios, sigue siendo la roca inquebrantable. Nos ofrece certezas de las que cada uno se puede apropiar.
La Biblia declara que todo hombre se desvió y se alejó de Dios. Presenta la muerte como la consecuencia ineludible de nuestro estado de perdición, pero también afirma: “Palabra fiel y digna de ser recibida por todos: que Cristo Jesús vino al mundo para salvar a los pecadores” (1 Timoteo 1:15).
“Si confesamos nuestros pecados, él es fiel y justo para perdonar nuestros pecados, y limpiarnos de toda maldad” (1 Juan 1:9).
“Estas cosas os he escrito a vosotros que creéis en el nombre del Hijo de Dios, para que sepáis que tenéis vida eterna” (1 Juan 5:13).
Sí, aún hoy, Dios desea dar certezas al hombre que cree en su Palabra, la Biblia.

© Editorial La Buena Semilla, 1166 PERROY (Suiza)

lunes, 22 de abril de 2013

UN DIOS UNICO



Viendo la ciudad entregada a la idolatría… Pablo, puesto en pie en medio del Areópago, dijo… hallé también un altar en el cual estaba esta inscripción: Al Dios no conocido. Al que vosotros adoráis, pues, sin conocerle, es a quien yo os anuncio.
Hechos 17:16, 22-23
Los griegos de hace 2.000 años reverenciaban una multitud de ídolos y habían hecho un altar para un “dios no conocido”. ¿Es diferente hoy? Cuando una persona o un grupo de personas no quieren conocer al único y verdadero Dios, se crea varios dioses a su manera. Dios es el mismo eternamente, sólo que para esas personas él es “no conocido”.
Al considerar con lucidez la vida de cada persona, constatamos la existencia de una multitud de dioses avasalladores. Un dios es una persona o una cosa que veneramos y ponemos por encima de todo. Ocupa nuestros pensamientos, dirige nuestros proyectos y es el objetivo de nuestros actos. Rápidamente orienta nuestras decisiones y somete nuestra voluntad de modo que, aun inconscientemente, nos volvemos sus esclavos.
¿Cuáles son nuestros dioses? Las grandes figuras del deporte, de la música, de la política; el dinero, el ocio, la televisión, el Internet, los juegos y tantas otras cosas… ¿Uno o varios de esos dioses dirigen nuestra vida?
La Biblia nos habla de un gran usurpador: el diablo. Toma diversas formas para engañarnos y desviarnos del único y verdadero Dios, Creador del cielo y de la tierra. También quiere desviarnos del único mediador que puede conducirnos a Dios, es decir, Jesucristo, quien dijo: “Yo soy el camino, y la verdad, y la vida; nadie viene al Padre, sino por mí” (Juan 14:6). ¿Es posible que ese Dios salvador sea aún para usted el “dios no conocido”? Jesús es el único camino hacia el único y verdadero Dios.

© Editorial La Buena Semilla, 1166 PERROY (Suiza)

sábado, 20 de abril de 2013

EL NUMERO DE CRISTIANOS



Estrecha es la puerta, y angosto el camino que lleva a la vida, y pocos son los que la hallan.
Mateo 7:14


Pero cuando venga el Hijo del Hombre, ¿hallará fe en la tierra?
Lucas 18:8

Un hotelero, a quien ofrecí unos ejemplares del Nuevo Testamento, me dijo hace poco: «Disculpe, pero el cristianismo está perdiendo velocidad…».
En cierto modo tenía razón. En los países de Europa, cada vez hay menos personas que profesan ser cristianas. ¿Esto nos sorprende? Desde el principio de su ministerio, el Señor Jesús advirtió a sus discípulos que pocos serían los que encontrarían el camino de la vida.
Antes de subir al cielo, el Señor advirtió otra vez a sus discípulos: “Pero cuando venga el Hijo del Hombre, ¿hallará fe en la tierra?”. Lo hizo al final de una parábola, para mostrarles “la necesidad de orar siempre, y no desmayar” (Lucas 18:1 y 8).
Estamos en la época de la paciencia de Dios, pero ésta se acabará. Pronto el Señor Jesús vendrá a buscar a los suyos, pero mientras tanto los anima a confiar en él, pese a las dificultades, a la oposición e incluso a la persecución.
“Conoce el Señor a los que son suyos” (2 Timoteo 2:19). Si se le hiciera la pregunta, ¿respondería de todo corazón: «Sí, Jesús es mi Salvador y mi Señor»?
Entonces no nos preocupemos si en ciertos países los cristianos parecen ser menos numerosos; su número aumenta en otros continentes. Lo principal es que uno esté seguro de tener a Cristo como su Salvador personal, de permanecer fiel a Dios, seguir el camino de la vida con el Señor, orar sin cesar, presentando la palabra de vida a los que todavía no la han recibido.

© Editorial La Buena Semilla, 1166 PERROY (Suiza)

viernes, 19 de abril de 2013

LA PREGUNTA DE UNA NIÑA



Dios es Espíritu.
Juan 4:24


A Dios nadie le vio jamás; el unigénito Hijo, que está en el seno del Padre, él le ha dado a conocer.
Juan 1:18

« ¿Cómo es Dios?», preguntó una niña a su madre. Esta pregunta inocente revela un interrogante muy común. ¿Dónde encontrar la respuesta, sino en la Palabra de Dios? En lugar de creer las reflexiones de la mente humana, escuchemos lo que Dios tiene a bien revelarnos de sí mismo.
Hace veinte siglos Jesucristo nos dio la respuesta al decirnos: “El que me ha visto a mí, ha visto al Padre… Creedme que yo soy en el Padre, y el Padre en mí” (Juan 14:9-11).
En un momento concreto de la historia, el gran Dios creador “que habita en luz inaccesible; a quien ninguno de los hombres ha visto ni puede ver” (1 Timoteo 6:16), decidió revelarse a los hombres mediante su Hijo. Éste tomó un cuerpo de hombre y habitó en medio de los hombres, por eso ya no podemos ignorar cómo es Dios. Jesús nos reveló los caracteres de Dios y sus proyectos de eternidad para los hombres que creó.
La vida perfecta de Jesucristo, sin compromiso alguno con el mal, nos mostró que Dios es santo. Su devoción y compasión para con los que le rodeaban son una demostración de la bondad de Dios. Mediante la muerte expiatoria de Jesús en la cruz, seguida de su resurrección, Dios nos da la prueba de su amor. Él quiere salvar a los pecadores y puede hacerlo si ellos se arrepienten y creen en la obra de Cristo en la cruz. Entonces podrán dar las gracias a Dios y adorarlo por haberlos salvado.
“Esta es la vida eterna: que te conozcan a ti, el único Dios verdadero, y a Jesucristo, a quien has enviado” (Juan 17:3).

© Editorial La Buena Semilla, 1166 PERROY (Suiza)

jueves, 18 de abril de 2013

UN CRUCIFICADO DIFERENTE A LOS DEMAS



Cristo padeció una sola vez por los pecados, el justo por los injustos, para llevarnos a Dios.
1 Pedro 3:18


El Hijo del Hombre no vino para ser servido, sino para servir, y para dar su vida en rescate por muchos.
Marcos 10:45

« ¿Por qué darle tanta importancia a la crucifixión de Jesús?», me decía un compañero. «Los romanos y otros hombres crucificaron a miles de personas que a menudo eran inocentes». Sin duda tal suplicio infligido a multitudes nos da una clara idea de la maldad del hombre. Sin embargo, a pesar de esos miles de crucificados, la muerte de Jesús permanece única. Él era inocente, y la Biblia nos dice que iba de lugar en lugar haciendo el bien (Hechos 10:38), él, quien es el “Señor de gloria” (1 Corintios 2:8). La condenación de Cristo es así el triste resultado del juicio de los hombres sobre la perfecta vida de Jesús. Al crucificarlo demostraron que odiaban el bien.
Pero, sobre todo, Jesús es el Hijo de Dios. Cuando se hizo hombre se sometió voluntariamente a ese terrible suplicio. Aceptó sufrir y dar su vida, e incluso predijo lo que le iba a suceder: “Es necesario que el Hijo del Hombre padezca muchas cosas… que sea muerto, y resucite al tercer día” (Lucas 9:22).
Para los hombres, Jesucristo era inocente. A los ojos de Dios era además el único hombre perfecto y justo. Al morir en la cruz llevó el juicio de Dios contra el pecado y adquirió una salvación eterna para todo el que deposita su confianza en él como su Salvador personal.
Resucitándolo, Dios demostró que Jesús es el único Salvador que dio a los hombres. Jesús es y será el Único, quien pueda decir: “Yo soy el primero y el último; y el que vivo, y estuve muerto; mas he aquí que vivo por los siglos de los siglos” (Apocalipsis 1:17-18).

© Editorial La Buena Semilla, 1166 PERROY (Suiza)