jueves, 18 de abril de 2013

UN CRUCIFICADO DIFERENTE A LOS DEMAS



Cristo padeció una sola vez por los pecados, el justo por los injustos, para llevarnos a Dios.
1 Pedro 3:18


El Hijo del Hombre no vino para ser servido, sino para servir, y para dar su vida en rescate por muchos.
Marcos 10:45

« ¿Por qué darle tanta importancia a la crucifixión de Jesús?», me decía un compañero. «Los romanos y otros hombres crucificaron a miles de personas que a menudo eran inocentes». Sin duda tal suplicio infligido a multitudes nos da una clara idea de la maldad del hombre. Sin embargo, a pesar de esos miles de crucificados, la muerte de Jesús permanece única. Él era inocente, y la Biblia nos dice que iba de lugar en lugar haciendo el bien (Hechos 10:38), él, quien es el “Señor de gloria” (1 Corintios 2:8). La condenación de Cristo es así el triste resultado del juicio de los hombres sobre la perfecta vida de Jesús. Al crucificarlo demostraron que odiaban el bien.
Pero, sobre todo, Jesús es el Hijo de Dios. Cuando se hizo hombre se sometió voluntariamente a ese terrible suplicio. Aceptó sufrir y dar su vida, e incluso predijo lo que le iba a suceder: “Es necesario que el Hijo del Hombre padezca muchas cosas… que sea muerto, y resucite al tercer día” (Lucas 9:22).
Para los hombres, Jesucristo era inocente. A los ojos de Dios era además el único hombre perfecto y justo. Al morir en la cruz llevó el juicio de Dios contra el pecado y adquirió una salvación eterna para todo el que deposita su confianza en él como su Salvador personal.
Resucitándolo, Dios demostró que Jesús es el único Salvador que dio a los hombres. Jesús es y será el Único, quien pueda decir: “Yo soy el primero y el último; y el que vivo, y estuve muerto; mas he aquí que vivo por los siglos de los siglos” (Apocalipsis 1:17-18).

© Editorial La Buena Semilla, 1166 PERROY (Suiza)

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