domingo, 31 de diciembre de 2017

¡ABBA, PADRE!

 
Dios envió a su Hijo... a fin de que recibiésemos la adopción de hijos. Y por cuanto sois hijos, Dios envió a vuestros corazones el Espíritu de su Hijo, el cual clama: ¡Abba, Padre!
Gálatas 4:4-6
Amados, ahora somos hijos de Dios.
1 Juan 3:2
 
 
Una de las primeras palabras que un niño hebreo aprendía a pronunciar era «Abba». Son dos sílabas cortas que corresponden a nuestro «papá» en español. Papá, Abba, es un término de cariño, de intimidad, que significa: Padre. El apóstol Pablo, si bien escribe en griego su epístola a los romanos, emplea la palabra Abba, cuando dice a los que habían recibido a Cristo como Salvador: “Habéis recibido el espíritu de adopción, por el cual clamamos: ¡Abba, Padre!” (Romanos 8:15).
¡Cuán dulce es repetir la expresión: Padre! ¡Qué felicidad no ser más huérfano, tener un apoyo, un protector, una familia! Esta única palabra resume todas las bendiciones que Jesucristo trajo al mundo. Vino para darnos un Padre, ¡su Padre! “Como el Padre me ha amado, así también yo os he amado”, dijo a sus discípulos, y también a nosotros (Juan 15:9). Después de su resurrección, anunció a María Magdalena: “Subo a mi Padre y a vuestro Padre, a mi Dios y a vuestro Dios” (Juan 20:17).
Nuestras desobediencias nos habían alejado de Dios, pero Jesús vino a acercarnos a él. No solo fuimos perdonados, sino que entre Dios y nosotros se estableció una relación de intimidad: Jesús puso nuestra mano en la mano del Padre. Es la felicidad y la seguridad para todos los que creen y aceptan este hecho maravilloso.
“De tal manera amó Dios al mundo, que ha dado a su Hijo unigénito, para que todo aquel que en él cree, no se pierda, mas tenga vida eterna” (Juan 3:16).

© Editorial La Buena Semilla, 1166 PERROY (Suiza)

sábado, 30 de diciembre de 2017

DIOS LO ESTÁ ESPERANDO

 
El Señor... es paciente para con nosotros, no queriendo que ninguno perezca, sino que todos procedan al arrepentimiento.
2 Pedro 3:9
Venid a mí; oíd, y vivirá vuestra alma.
Isaías 55:3
 
 Lucas 15:11-24: Parábola del hijo pródigo
 
 
Desde lo más profundo de su miseria, después de haber reflexionado, el joven de la parábola decidió actuar, regresar a la casa de su padre y decirle: “Padre, he pecado contra el cielo y contra ti, y ya no soy digno de ser llamado tu hijo”. Mediante este relato, Jesucristo nos enseña cómo ir a Dios. Nos dice que Dios está listo para recibirnos, que nos ama como un padre. “...He pecado... contra ti”, son las palabras que Dios espera del hombre. Efectivamente, ¡todos hemos pecado contra Dios! “No hay justo, ni aun uno” (Romanos 3:10).
¿Su pasado o su presente le agobia? ¿Se siente solo, desanimado, perdido? ¿Quizá piensa haber ido demasiado lejos en el pecado y la injusticia? ¿Ha vivido como si Dios no existiese, dándole la espalda? Todavía hoy, Dios le tiende sus brazos, y así como ese padre estaba esperando a su hijo indigno, le espera con un corazón lleno de bondad. ¡Su perdón es gratuito! Dios, en su misericordia, quiere otra vida para usted: ¡no tarde en ir a él! ¡Dios invita a cada persona a dar ese paso!

© Editorial La Buena Semilla, 1166 PERROY (Suiza)

viernes, 29 de diciembre de 2017

EL MUNDO, ¿UN ENEMIGO PARA EL HOMBRE?

 
No améis al mundo, ni las cosas que están en el mundo... el mundo pasa, y sus deseos; pero el que hace la voluntad de Dios permanece para siempre.
1 Juan 2:15-17
Palabra fiel y digna de ser recibida por todos: que Cristo Jesús vino al mundo para salvar a los pecadores.
1 Timoteo 1:15
 
 
La historia del mundo es de guerras y conflictos. En todos los tiempos ha habido hombres que desean dominar por todos los medios. Hoy en día, a pesar de las apariencias, esa determinación es la misma.
Se evoca la globalización como una necesidad que conduce a eliminar los problemas mayores de la humanidad. Se piensa en curar males y sufrimientos exaltando la solidaridad universal, mientras sigue manifestándose el afán de dominar, siempre dispuesto a hacer la guerra, a matar. Unas pocas decisiones humanas, por más loables que sean, ¿podrán cambiar la cara del mundo? Satanás es su jefe, y los hombres son sus ejecutantes inconscientes.
Ya en el principio de la humanidad, un hombre, Caín, irritado contra su hermano, lo mató porque éste, al obrar más sabiamente, había sido del agrado de Dios, y no él. Desde entonces el corazón humano no ha cambiado, y el mundo sigue siendo un vivero de violencia. Dios declara en su Palabra: “Engañoso es el corazón más que todas las cosas, y perverso; ¿quién lo conocerá? Yo el Señor...” (Jeremías 17:9-10). Quizás usted piensa poder escapar de ese diagnóstico. A eso también Dios responde: “No hay diferencia, por cuanto todos pecaron” (Romanos 3:22-23), pero no se detiene en estas declaraciones. Él es el Dios Salvador y da a todo ser humano una esperanza viva que no está ligada a este mundo, sino a su corazón de Padre: dio a su Hijo Jesucristo para liberarnos del dominio del mal.

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jueves, 28 de diciembre de 2017

PRESO DEL CUERPO, MAS NO DEL ALMA

 
El Señor miró desde los cielos a la tierra, para oír el gemido de los presos, para soltar a los sentenciados a muerte.
Salmo 102:19-20
Me ha enviado... a pregonar libertad a los cautivos... a poner en libertad a los oprimidos.
Lucas 4:18
Así que, si el Hijo os libertare, seréis verdaderamente libres.
Juan 8:36
 
 
Esta fue la feliz expresión de un presidiario liberado de la terrible opresión del pecado, cuando decidió entregar su vida a Cristo. Esta persona extorsionaba desde la misma cárcel, con severas amenazas de muerte a una cristiana. Ella, sin dejarse intimidar por las amenazas, le presentó a Jesucristo, su Salvador personal. Este hombre creía que no alcanzaría el perdón de Dios debido a la multitud de sus graves hechos. La cristiana le replicó: –Eso es lo que te dice tu jefe, Satanás, ya vencido por el mío, Jesucristo, quien te ofrece el perdón de todos tus pecados, si decides recibirlo como tu Salvador. Acepta a Cristo y serás salvo de la condenación eterna (Hechos 16:31).
Después de esta conversación, las amenazas y la extorsión se acabaron. El Espíritu Santo empezó su trabajo (Juan 16:8). Redarguyó ese duro corazón. Y lo maravilloso fue que una noche, a altas horas, la cristiana recibió en su teléfono móvil un mensaje de texto que decía: «Preso del cuerpo, mas no del alma». ¡Qué felicidad para ambos!
Todavía hoy el Evangelio se anuncia por todo el mundo para el perdón de pecados. Así lo ordenó el Señor Jesucristo: “Que se predicase en su nombre el arrepentimiento y el perdón de pecados en todas las naciones, comenzando desde Jerusalén” (Lucas 24:47).

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miércoles, 27 de diciembre de 2017

EL GRAN MODELO

 
Cristo Jesús... se despojó a sí mismo, tomando forma de siervo, hecho semejante a los hombres... se humilló a sí mismo, haciéndose obediente hasta la muerte, y muerte de cruz.
Filipenses 2:5-8
 
 
¿Cuál es el remedio divino para la envidia, el orgullo, el egoísmo y, en una palabra, el «yo» bajo todas sus formas detestables? El texto de la Biblia citado hoy nos da la respuesta: seguir las pisadas de Jesucristo, el Hijo de Dios. En Jesús, Dios vino a vivir entre los hombres. Vino en forma de hombre, pero fue un hombre perfecto en cuanto a su abnegación, humildad y obediencia a la voluntad divina: “Se despojó a sí mismo”.
Sin embargo era aquel que dominaba todo el universo. La majestad divina le pertenecía. Por medio de él todas las cosas habían sido creadas y subsistían. Así fue el Dios que vino al mundo tomando la forma de un hombre pobre, de un siervo. Los zorros tienen guaridas y los pájaros nidos, pero él, su Creador, no tuvo casa, ni un lugar “dónde recostar su cabeza” (Lucas 9:58).
No dejó de buscar el bien de los hombres, trabajó por ellos, lloró con ellos y les enseñó. No hizo nada para su beneficio personal. Toda su vida fue un total renunciamiento. Se humilló hasta tomar el último lugar entre los hombres, y murió “por nuestros pecados”, cumpliendo así las Escrituras que daban testimonio por adelantado de él mismo (Lucas 24:27). Fue despreciado, humillado hasta el final, pero siempre hizo la voluntad de su Dios.
Leamos los evangelios para verlo vivir, escucharlo hablar y recibirlo como Salvador. Solo entonces podremos seguirlo y ser transformados a su semejanza (2 Corintios 3:18).

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martes, 26 de diciembre de 2017

¿QUÉ REPRESENTA LA NAVIDAD?

 
Palabra fiel y digna de ser recibida por todos: que Cristo Jesús vino al mundo para salvar a los pecadores.
1 Timoteo 1:15
Os ha nacido hoy, en la ciudad de David, un Salvador, que es Cristo el Señor.
Lucas 2:11
 
 
En el siglo 4, el emperador romano Constantino se convirtió en un gran protector del cristianismo. Desde entonces, los poderes políticos y religiosos trataron de cristianizar las fiestas paganas. Por ello el nacimiento de Jesús fue celebrado el día de la fiesta del solsticio de invierno, fijada en aquella época el 25 de diciembre. Esta celebración y esta fecha no tienen ningún fundamento bíblico.
Pero la persona de Jesús evidentemente es muy amada por cada cristiano. Más de siete siglos antes de su nacimiento, el profeta Isaías había anunciado: “He aquí que la virgen concebirá, y dará a luz un hijo, y llamará su nombre Emanuel (Dios con nosotros)” (Isaías 7:14). Y de ese niño, que fue acostado en un pesebre cuando nació, también dice: “Un niño nos es nacido, hijo nos es dado, y el principado sobre su hombro; y se llamará su nombre Admirable... Príncipe de Paz” (Isaías 9:6).
El día de Navidad debería recordar la noticia de gran gozo anunciada a los pastores de Belén: “Os ha nacido hoy, en la ciudad de David, un Salvador, que es CRISTO el Señor” (vea Lucas 2:8-20). Que Dios nos conceda recibir este maravilloso mensaje: Dios vino a vivir entre los hombres. Jesús, el divino Salvador, en su humillación descendió a la tierra como un niño. Su vida perfecta, su muerte en una cruz por nosotros, y su resurrección, ¡todo esto debería ser un tema de paz, de gozo, de esperanza y de adoración, pero no un día, sino todos los días del año!
“¡Gracias a Dios por su don inefable!” (2 Corintios 9:15).

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lunes, 25 de diciembre de 2017

ACOSTADO EN UN PESEBRE

 
Dio a luz a su hijo primogénito, y lo envolvió en pañales, y lo acostó en un pesebre, porque no había lugar para ellos en el mesón. Había pastores en la misma región... El ángel les dijo: No temáis; porque he aquí os doy nuevas de gran gozo, que será para todo el pueblo: que os ha nacido hoy... un Salvador, que es CRISTO el Señor. Esto os servirá de señal: Hallaréis al niño envuelto en pañales, acostado en un pesebre.
Lucas 2:7-12
 
 
Para muchas personas, la palabra “pesebre” evoca la Navidad. El pesebre es una especie de cajón donde los animales comen. Allí fue donde acostaron al niño Jesús cuando nació, pues no había lugar para él en el mesón (albergue para viajeros con sus animales). Un pesebre es un lugar muy insólito para acostar a un recién nacido. ¡Qué acogida para el Salvador del mundo cuando llegó a la tierra para acercarse a la humanidad!
Así dice la Biblia: “Ya conocéis la gracia de nuestro Señor Jesucristo, que por amor a vosotros se hizo pobre, siendo rico, para que vosotros con su pobreza fueseis enriquecidos” (2 Corintios 8:9). Desde su nacimiento fue rechazado por los hombres. Toda su vida fue el blanco de la hostilidad de aquellos a quienes amaba y venía a salvar. Al final, para deshacerse de Jesús, los hombres lo clavaron en una cruz, pero Dios lo resucitó y lo llevó al cielo.
Hecho extraordinario: a los seres humanos que lo recibieron tan mal, Jesús ofrece un lugar junto a él en su cielo. A pesar de la manera en que fue tratado, Jesús declara: “Al que a mí viene, no le echo fuera” (Juan 6:37). No lo acogimos en la tierra, ¡pero él nos abre su cielo!
“El ángel le dijo: María, no temas, porque has hallado gracia delante de Dios. Y ahora, concebirás en tu vientre, y darás a luz un hijo, y llamarás su nombre Jesús” (Lucas 1:30-31).

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domingo, 24 de diciembre de 2017

ARTÍFICES DE PAZ

 
Justificados, pues, por la fe, tenemos paz para con Dios por medio de nuestro Señor Jesucristo.
Romanos 5:1
Bienaventurados los pacificadores, porque ellos serán llamados hijos de Dios.
Mateo 5:9
 
 
“¡Gloria a Dios en las alturas, y en la tierra paz...!” (Lucas 2:14). Ese fue el cántico que los ángeles entonaron cuando Jesús nació. Pero el Príncipe de la paz fue rechazado, ¡y la humanidad sigue esperando esta paz! En nuestro entorno, la enemistad entre los hombres se manifiesta diariamente: disputas entre vecinos, entre esposos, entre herederos, entre compañeros... ¡Y cuántos conflictos económicos, guerras civiles, guerras entre naciones, entre etnias, entre religiones...!
Si nos sentimos desarmados ante los grandes problemas políticos, nos gustaría al menos establecer un clima de paz entre los que nos rodean. Pero, ¿cómo estar en paz con mis familiares y amigos si estoy lleno de tensiones interiores? Y finalmente, ¿cómo estar en paz conmigo mismo, si no estoy en paz con Dios?
Pues bien, hoy Dios nos ofrece esta paz. Fue rechazada por el mundo en general cuando Jesús vino a la tierra, pero ahora está a disposición de todo el que lo recibe en su corazón. El Señor nos invita a cada uno de nosotros a ir a él tal como somos, con nuestros pecados, nuestros conflictos, nuestras amarguras, para recibir la paz con Dios. Solo entonces podremos ser una fuente de paz entre los hombres. Reflejando a Cristo, a través de una humilde búsqueda de su voluntad, seremos verdaderamente artífices de paz.
Jesús dijo: “La paz os dejo, mi paz os doy” (Juan 14:27).

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jueves, 21 de diciembre de 2017

DIOS ES FIEL

 
Bienaventurado el varón que... ni en silla de escarnecedores se ha sentado.
Salmo 1:1
No os engañéis; Dios no puede ser burlado: pues todo lo que el hombre sembrare, eso también segará.
Gálatas 6:7
 
 
Erino Dapozzo (1907-1974) era un cristiano convencido. Trabajaba como obrero en una construcción. Debido a su fe, era el blanco de muchas burlas por parte de sus compañeros. Su patrón, sobre todo, no tenía ningún respeto hacia Dios, y no perdía una ocasión para afirmarlo. Un día muy frío llegó en una camioneta a recoger a sus obreros. Todos se dieron prisa a tomar un lugar en la cabina, pero faltaba un lugar... El jefe señaló el volquete a Dapozzo y dijo, burlándose: «¡Tu Dios te calentará!».
Nuestro amigo se sentó en el lugar asignado, y el vehículo arrancó. El trayecto iba a durar más de media hora, Dapozzo temblaba de frío bajo la mirada burlona de sus compañeros, quienes pensaban: «¿De qué le sirve su fe? Nosotros, al menos, estamos protegidos, podemos calentarnos».
Pero al cabo de un rato, la camioneta llegó al borde de un río y tuvo que tomar un puente provisional. El chófer hizo una falsa maniobra, la camioneta resbaló, chocó contra el parapeto y cayó al agua... Los obreros no tuvieron tiempo para salir de la cabina, todos murieron. Dapozzo, lanzado bruscamente al río, nadó con todas sus fuerzas para alcanzar la orilla. Cuando llegó a tierra, ¡pudo calentarse! Fue el único sobreviviente.
Amigos cristianos, no temamos levantar nuestra bandera. Incluso si a primera vista parece que la fe pierde la batalla, Dios siempre tendrá la última palabra. Él prepara la liberación para los que depositan su confianza en él. ¡Es un Dios fiel!

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miércoles, 20 de diciembre de 2017

PADRE NUESTRO QUE ESTÁS EN LOS CIELOS

 
El pan nuestro de cada día, dánoslo hoy. Y perdónanos nuestras deudas, como también nosotros perdonamos a nuestros deudores. Y no nos metas en tentación, mas líbranos del mal.
Mateo 6:11-13
 
 
Las prioridades están claras: primero el honor y los intereses de Dios, luego nuestras necesidades: dánoslo... perdónanos... líbranos. Dependemos de Dios para todo. No es en primer lugar por nuestras propias fuerzas que obtenemos el alimento necesario, sino porque Dios actúa. ¡Y lo hace ya con el simple hecho de darnos la vida cada instante!
Si nuestro cuerpo necesita alimento, nuestra alma también. Para el alma, el pan es la Palabra de Dios. Además de nutrirse, nuestra alma necesita ser perdonada. Dios perdona nuestras deudas, pero no podemos pedir a Dios su perdón sin perdonar, al mismo tiempo, a aquellos que nos ofendieron.
“No nos metas en tentación”. A menudo en nuestras oraciones olvidamos esta última petición, sin embargo es muy importante. Ser guardados de la tentación es ser preservados de todo aquello que nos hace salir del camino que Dios quiere para nosotros. Pero a veces Dios permite la prueba para fortalecer nuestra fe. También añadimos a nuestra oración: “Líbranos del mal”. Esta petición brota del corazón con los acentos de una fe victoriosa, pues pedimos un beneficio ya ganado por la victoria de Jesús. ¡Fue una victoria sobre el mal, el tentador y el mundo! Incluso si todavía hemos de pasar por el sufrimiento, la enfermedad, y si a veces cedemos ante el pecado, estamos seguros de que el mal no tendrá la última palabra. ¡Jesús lo venció!

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martes, 19 de diciembre de 2017

NUESTRAS OFRENDAS: ¿CUÁNTO O CÓMO?

 
De hacer bien y de la ayuda mutua no os olvidéis; porque de tales sacrificios se agrada Dios.
Hebreos 13:16
Al Señor presta el que da al pobre, y el bien que ha hecho, se lo volverá a pagar.
Proverbios 19:17
Estando Jesús sentado delante del arca de la ofrenda, miraba cómo el pueblo echaba dinero en el arca; y muchos ricos echaban mucho. Y vino una viuda pobre, y echó dos blancas, o sea un cuadrante.
Marcos 12:41-42
 
 Marcos 12:41-44
 
 
Jesús estaba sentado cerca del arca de la ofrenda, es decir, del lugar donde cada uno dejaba su ofrenda. Con su mirada penetrante que escruta todo y a todos, observaba no cuánto, sino cómo daba cada uno. Una viuda pobre se acercó y echó dos monedas, todo lo que le quedaba para su sustento.
Entonces el Señor llamó a sus discípulos y les comentó lo que acababa de ver. ¡Ah, qué ofrenda tan especial! El hecho de que diese “todo lo que tenía” probó no solo el amor que sentía por Dios y su casa, sino también la total confianza que depositaba en Dios para que supliese sus necesidades (lea también 1 Reyes 17:7-16). Echando en el arca todo lo que tenía, solo dependía de él.
Lo que el Señor considera, no es tanto lo que cada uno da, sino más bien lo que cada uno guarda para sí mismo. ¡Qué consuelo para todos los que no pueden dar mucho! (2 Corintios 8:12). ¡Cuántas monedas tienen más valor para Dios que grandes fortunas, pues él está atento al verdadero valor de nuestras ofrendas!
Confiemos, pues, en Dios. Él sabrá recompensar más allá de toda medida, tal vez ya en este mundo y ciertamente en el cielo, los mínimos sacrificios que con fe y amor hagamos por él.

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sábado, 16 de diciembre de 2017

NO HAY EXCUSA

 
(Alguien preguntó a Jesús:) Señor, ¿son pocos los que se salvan? Y él les dijo: Esforzaos a entrar por la puerta angosta; porque os digo que muchos procurarán entrar, y no podrán.
Lucas 13:23-24
Cree en el Señor Jesucristo, y serás salvo.
Hechos 16:31
 
 
Una persona a la que estaba hablando del Evangelio me respondió: «Hay tantos hipócritas entre los cristianos que no quiero parecerme a ellos; prefiero seguir siendo lo que soy».
Esta no es la única persona que piensa así. Desgraciadamente, entre los que dicen ser cristianos hay muchos hipócritas. Pero este es un pretexto muy pobre para dejar de lado el Evangelio, ya que este trata temas de una importancia capital que no podemos eludir. ¿Realmente la hipocresía de algunos cristianos lo exime de afrontar los temas que trata el Evangelio? ¿Cree que estos no le conciernen? ¿Lo libera de su responsabilidad? ¡De ninguna manera!
El hecho mismo de que algunas personas quieran hacerse pasar por cristianos muestra el valor que atribuyen a una vida cristiana auténtica. Por ejemplo, nunca hemos visto una moneda falsa de muy poco valor. ¿Quién querría imitar una moneda así? Se imita lo que tiene valor, monedas de oro, billetes de banco. ¿Botaría usted todos sus billetes de veinte dólares so pretexto de que encontró uno falso?
Así, constatando que entre los cristianos hay hipócritas, usted se equivoca al concluir que la fe cristiana no es para usted. Si hay falsos cristianos, tiene que haber verdaderos. No ponga su mirada en los cristianos, sino en Cristo, quien nos dice: “Yo soy el camino, y la verdad, y la vida” (Juan 14:6).

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viernes, 15 de diciembre de 2017

EL MIMETISMO

 
Entrad por la puerta estrecha; porque ancha es la puerta, y espacioso el camino que lleva a la perdición, y muchos son los que entran por ella; porque estrecha es la puerta, y angosto el camino que lleva a la vida, y pocos son los que la hallan.
Mateo 7:13-14
 
 
Esta facultad es muy conocida en el mundo animal, donde ciertas especies tienen la capacidad de mimetizarse en su entorno, sobre todo para escapar de sus predadores. El camaleón puede cambiar de color, algunas mariposas modifican su forma para disimularse en su entorno.
También existe un mimetismo del comportamiento, una tendencia a reproducir una manera de ser. Este deseo natural de no querer ser diferentes, sino al contrario, de preferir fusionarse en un colectivo, es particularmente visible entre los hombres, cuando hay un partido, una manifestación política...
Ese mimetismo también existe en el plano espiritual: hace pocos años, muchas personas frecuentaban los servicios religiosos para «ser como todo el mundo». Ahora los que acuden a un lugar de culto a menudo son pocos y a veces son discriminados.
En el versículo de hoy, la Biblia nos advierte sobre los peligros de la imitación de la mayoría. En ello hay una aparente seguridad y alguna facilidad, ¿pero a dónde nos conduce? No tengamos miedo de rechazar las formas de pensar de nuestros contemporáneos y los objetivos que persiguen; no temamos ser diferentes. Cristo nos invita a seguirle solo a él; él dijo: “Yo soy el buen pastor” (Juan 10:11). La “puerta” del Evangelio puede parecer más estrecha hoy que ayer, pero todavía conduce a la vida. Lo que cuenta es obedecer lo que Dios nos dice en su Palabra.

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miércoles, 13 de diciembre de 2017

JESÚS ES DIOS

 
Dios estaba en Cristo reconciliando consigo al mundo, no tomándoles en cuenta a los hombres sus pecados.
2 Corintios 5:19
Cristo... es Dios sobre todas las cosas, bendito por los siglos.
Romanos 9:5
 
 
¿Quién puede declararlo? Ciertamente, no puede hacerlo una autoridad humana. Jesús no se hizo Dios. Lo era desde su nacimiento. El ángel dijo a María: “El Santo Ser que nacerá, será llamado Hijo de Dios” (Lucas 1:35). Es un misterio: “Dios fue manifestado en carne” (1 Timoteo 3:16). Jesús es Dios y vino en forma de un hombre sin pecado para acercarse a su criatura, la cual no tenía relación con él debido al pecado. La Biblia nos muestra esta maravillosa persona que vino a visitarnos en una humildad extrema. No había “parecer en él” para que le deseásemos, fue “despreciado y desechado entre los hombres” (Isaías 53:2-3), pero hacía resaltar su gloria de Hijo de Dios.
Una vez, en medio de la tempestad, dormía en la parte trasera de una barca como alguien cansado. Despertado por los que estaban con él, calmó el viento con el poder de aquel que “encerró los vientos en sus puños” (Marcos 4:35-41; Proverbios 30:4).
Jesús no poseía ningún bien material en la tierra, pero tenía toda la creación a su disposición. No tenía una moneda para pagar el impuesto, pero dijo a Pedro: “Ve al mar, y echa el anzuelo, y el primer pez que saques, tómalo, y al abrirle la boca, hallarás un estatero” (Mateo 17:27). Él mismo declaró ante los que le contradecían: “Antes que Abraham fuese, yo soy” (Juan 8:58).
Crucificado por los hombres, tenía el poder de dejar su vida y de volverla a tomar (Juan 10:17-18). Y por último “fue declarado Hijo de Dios” mediante la resurrección (Romanos 1:4).

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martes, 12 de diciembre de 2017

DIOS NOS VE

 
¿Se ocultará alguno, dice el Señor, en escondrijos que yo no lo vea? ¿No lleno yo, dice el Señor, el cielo y la tierra?
Jeremías 23:24
Dios conoce vuestros corazones.
Lucas 16:15
 
 
¡Qué misterio es la mirada del Dios vivo! Ella lo cubre, lo penetra todo, desde la inmensidad del universo hasta los lugares más secretos de nuestra mente. Él ve lo que motiva nuestras expresiones, nuestras actitudes, lee en nuestros corazones. Distingue la expresión de la intención, la máscara de lo real. Discierne nuestras motivaciones más escondidas, nuestros pensamientos más íntimos. ¿Cuál es nuestra reacción a esa mirada de Dios? Podemos tratar de huir de él, de no pensar en él, o vivir como si no existiese, negar incluso su existencia.
Al contrario, si conocemos su amor redentor, podemos buscar la mirada de Dios, es decir, tratar de vivir de una forma que le agrade, estando atentos a lo que él nos dice en la Biblia. Pues sabemos que Dios nos mira con bondad. Podemos dejar todo en sus manos: nuestras alegrías, tristezas e inquietudes. Pero escuchemos también a nuestra conciencia. Si nos reprocha tal palabra o acción, digámoselo a Dios y pidámosle su ayuda para corregirnos.
Dios ve el mal y lo juzga, pero “si confesamos nuestros pecados, él es fiel y justo para perdonar nuestros pecados” (1 Juan 1:9). La mirada de Dios no me descubre ante los demás. Es una mirada protectora que previene del peligro. Ser visto por él no significa ser juzgado, al contrario, significa ser amado y protegido. Cuanto más conozcamos a Dios, tanto más desearemos vivir bajo su mirada, por la fe.
Dios “ama la rectitud, y no desampara a sus santos. Para siempre serán guardados” (Salmo 37:28).
 
© Editorial La Buena Semilla, 1166 PERROY (Suiza)

sábado, 9 de diciembre de 2017

DIOS ES LUZ

 
Dios es luz, y no hay ningunas tinieblas en él.
1 Juan 1:5
Otra vez Jesús les habló, diciendo: Yo soy la luz del mundo; el que me sigue, no andará en tinieblas, sino que tendrá la luz de la vida.
Juan 8:12
 
 
“Dios es luz, y no hay ningunas tinieblas en él”. Tales palabras recuerdan la gloria de Dios, la pureza intrínseca, absoluta e inalterable de su naturaleza. Demuestran su exigencia de claridad y de verdad. Nos dan la esperanza de tener un conocimiento perfecto (1 Corintios 13:12), pero también denuncian toda pretensión de presentarnos ante Dios con nuestros pecados. Dios es santo, perfecto, libre de todo mal, de toda sombra. Nuestro gozo y nuestra comunión con él están ligados al hecho de que él es luz porque ilumina nuestra conciencia para mostrarnos aquello de lo cual debe ser purificada.
La luz manifiesta todo (Efesios 5:13). En la luz de Dios, mi corazón revela su fealdad; no soy tal como me veía con satisfacción, ni como me muestro ante los demás. ¡Terrible descubrimiento! Nadie puede mantenerse en esta luz, bajo su poder penetrante (Salmo 139), si no está al abrigo de Jesús.
“Dios es luz” y desea que los hombres tengan un lugar en “la luz”, en comunión con él, el “Dios bendito” (1 Timoteo 1:11). En el mundo físico, la luz se ve, es activa, brilla. De la misma manera, Dios se ha revelado, se dio a conocer. Obra sin cesar mediante su Espíritu para producir y mantener la vida. Derrama sobre sus hijos todas sus bendiciones (Santiago 1:17), ilumina sus corazones para mostrarles su gloria en la persona de Jesucristo (2 Corintios 4:6).


© Editorial La Buena Semilla, 1166 PERROY (Suiza)

viernes, 8 de diciembre de 2017

DIOS SALVA

 
Yo el Señor soy Salvador tuyo y Redentor tuyo.
Isaías 49:26
Nuestro gran Dios y Salvador Jesucristo, quien se dio a sí mismo por nosotros para redimirnos de toda iniquidad.
Tito 2:13-14
 
 
Dios es salvador. Igual que un hilo dorado, esta expresión atraviesa toda la Biblia. Da testimonio de toda la gracia, de todo el amor de Dios.
Decir que Dios salva es decir que libera del pecado y del juicio. La esclavitud del pecado puede ser descrita como esa fuerza de egoísmo que nos impide someternos a Dios y nos encierra en nosotros mismos. El pecado nos separa de Dios y pesa sobre nuestra conciencia. Desde Adán, caracteriza a cada uno de nosotros. ¡Cuántas veces, apenas pronunciamos una palabra, nos arrepentimos de haberla dicho! ¡De cuántas acciones sentimos vergüenza, y cuántas situaciones hay que nos gustaría cambiar...! ¡Pero hay una buena noticia! Dios quiere salvarnos de todo lo que nos encadena y perturba nuestra conciencia. Nos salva del pecado.
¿Cómo hace Dios para salvarnos? Lo hace mediante su Hijo Jesucristo. “El Padre ha enviado al Hijo, el Salvador del mundo” (1 Juan 4:14). No es el Salvador de la «gente buena», de aquellos que tienen una buena reputación moral, sino que es el Salvador de todo el mundo, de las personas de todo pueblo y condición.
En hebreo, el nombre de “Jesús” significa Dios salva. Jesús no solo fue enviado para anunciar esta liberación, sino que él mismo es esa salvación, él mismo es el Salvador.
Dios quiere salvarnos, pero no lo hace sin nuestra aceptación consciente. Nosotros debemos responder a su oferta recibiendo al Señor Jesús.

© Editorial La Buena Semilla, 1166 PERROY (Suiza)