jueves, 28 de diciembre de 2017

PRESO DEL CUERPO, MAS NO DEL ALMA

 
El Señor miró desde los cielos a la tierra, para oír el gemido de los presos, para soltar a los sentenciados a muerte.
Salmo 102:19-20
Me ha enviado... a pregonar libertad a los cautivos... a poner en libertad a los oprimidos.
Lucas 4:18
Así que, si el Hijo os libertare, seréis verdaderamente libres.
Juan 8:36
 
 
Esta fue la feliz expresión de un presidiario liberado de la terrible opresión del pecado, cuando decidió entregar su vida a Cristo. Esta persona extorsionaba desde la misma cárcel, con severas amenazas de muerte a una cristiana. Ella, sin dejarse intimidar por las amenazas, le presentó a Jesucristo, su Salvador personal. Este hombre creía que no alcanzaría el perdón de Dios debido a la multitud de sus graves hechos. La cristiana le replicó: –Eso es lo que te dice tu jefe, Satanás, ya vencido por el mío, Jesucristo, quien te ofrece el perdón de todos tus pecados, si decides recibirlo como tu Salvador. Acepta a Cristo y serás salvo de la condenación eterna (Hechos 16:31).
Después de esta conversación, las amenazas y la extorsión se acabaron. El Espíritu Santo empezó su trabajo (Juan 16:8). Redarguyó ese duro corazón. Y lo maravilloso fue que una noche, a altas horas, la cristiana recibió en su teléfono móvil un mensaje de texto que decía: «Preso del cuerpo, mas no del alma». ¡Qué felicidad para ambos!
Todavía hoy el Evangelio se anuncia por todo el mundo para el perdón de pecados. Así lo ordenó el Señor Jesucristo: “Que se predicase en su nombre el arrepentimiento y el perdón de pecados en todas las naciones, comenzando desde Jerusalén” (Lucas 24:47).

© Editorial La Buena Semilla, 1166 PERROY (Suiza)

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