domingo, 24 de noviembre de 2013

EL DIOS ILIMITADO



¡Oh profundidad de las riquezas de la sabiduría y de la ciencia de Dios! ¡Cuán insondables son sus juicios, e inescrutables sus caminos!
Romanos 11:33

La Biblia compara el poder del diablo al de un león (1 Pedro 5:8), y su astucia a la de la serpiente (2 Corintios 11:3). Este poder y esta astucia son muy reales, pero limitados, y siempre permanecen bajo el control de Dios.
Así, en el singular diálogo entre Dios y Satanás, el diablo, relatado en el libro de Job, Dios tiene la iniciativa. Si bien Dios dejó que Satanás hiciese daño a ese hombre “perfecto y recto” (Job 1:1), también le dijo: “Todo lo que tiene está en tu mano; solamente no pongas tu mano sobre él” (Job 1:12). Todos los hijos de Job murieron, y sus manadas fueron destruidas. Como Satanás persistía en su maldad, Dios le dijo: “He aquí, él está en tu mano; mas guarda su vida” (Job 2:6). De modo que Satanás no pudo ir más allá del límite fijado por Dios.
Dios también pone límites a la ambición del hombre y le dice lo mismo: “Hasta aquí llegarás, y no pasarás adelante, y ahí parará el orgullo de tus olas” (Job 38:11). Llegó a la luna, pero nunca podrá llegar a la morada de Dios. El hombre puede aliviar el dolor, pero no puede detener la degradación del cuerpo. Y cuando llega la muerte, no le queda otro remedio que deponer sus armas y reconocer su impotencia para devolver la vida.
Dios no tiene límites en cuanto a la expresión de su poder y de su amor. Dio a su unigénito y amado Hijo para salvar al hombre perdido.
“El bienaventurado y solo Soberano, Rey de reyes, y Señor de señores, el único que tiene inmortalidad, que habita en luz inaccesible; a quien ninguno de los hombres ha visto ni puede ver, al cual sea la honra y el imperio sempiterno” (1 Timoteo 6:15-16).

© Editorial La Buena Semilla, 1166 PERROY (Suiza)

sábado, 23 de noviembre de 2013

DEL PESEBRE A LA CRUZ



Con palabras de odio me han rodeado, y pelearon contra mí sin causa. En pago de mi amor me han sido adversarios; mas yo oraba. Me devuelven mal por bien, y odio por amor.
Salmos 109:3-5

El apóstol Pedro, discípulo de Jesús y testigo de toda la carrera de su Maestro, declaró: Jesús “anduvo haciendo bienes y sanando a todos los oprimidos por el diablo, porque Dios estaba con él” (Hechos 10:38).
Puede sorprendernos la manera en que Jesús fue recibido cuando nació. Su madre “lo acostó en un pesebre, porque no había lugar para ellos en el mesón” (Lucas 2:7). Cuando se presentó en la sinagoga de Nazaret, el pueblo de su infancia, como enviado de Dios para liberar a los cautivos y curar a los enfermos, quienes lo escucharon se levantaron contra él para echarlo de la ciudad y matarlo (Lucas 4:28-30). Cuando curó a un inválido, los que lo vieron se llenaron de ira (cap. 6:11). Cuando habló de resucitar a la hija de Jairo, los judíos se burlaron de él (cap. 8:53). Cuando liberó a un hombre del poder de los demonios, algunos dijeron: “Por Beelzebú, príncipe de los demonios, echa fuera los demonios” (cap. 11:15). Cuando perdonaba pecados, lo acusaban de blasfemia (cap. 5:21).
700 años antes de que Jesús viniese a la tierra, el profeta Isaías había anunciado que Jesús sería “despreciado y desechado entre los hombres… no lo estimamos” (Isaías 53:3).
Sin embargo, a pesar de toda la maldad de los hombres, Dios quería salvarlos. Él dijo: “¿Qué haré? Enviaré a mi hijo amado; quizá cuando le vean a él, le tendrán respeto… Y le echaron fuera de la viña, y le mataron” (Lucas 20:13-15). ¿Agotarían el amor de Dios? Todo lo contrario; en la cruz este amor se mostraría plenamente a favor de todos los que creyeran en él.

© Editorial La Buena Semilla, 1166 PERROY (Suiza)

miércoles, 20 de noviembre de 2013

PORTADORES DE NOTICIAS



¡Cuán hermosos son sobre los montes los pies del que trae alegres nuevas, del que anuncia la paz, del que trae nuevas del bien…!
Isaías 52:7


Cristo Jesús… vino y anunció las buenas nuevas de paz.
Efesios 2:13, 17

En algunos pueblos de la antigüedad existía una costumbre salvaje que exigía matar al portador de malas noticias. Así, por ejemplo, el mensajero encargado de anunciar a un rey la derrota de su ejército, una vez cumplida su misión, era inmolado en señal de duelo, para desviar la cólera de los dioses. El trágico destino de ese pobre hombre formaba parte de la superstición de los hombres de aquella época, pero obviamente no cambiaba el resultado de la guerra. Por el contrario, si la batalla había sido ganada, el mensajero era cubierto de flores y llevado sobre los hombros.
Pues bien, esto nos hace pensar en un portador de buenas noticias que, no obstante, fue asesinado. ¡Nunca se habían anunciado noticias tan buenas, es decir, la victoria sobre el pecado y la muerte! Dios ofrecía su paz a sus enemigos y enviaba a su Hijo Jesucristo para proclamarla. ¡Qué noticias y qué portador para anunciarlas! Pero ¿cómo fue recibido? ¡Lo clavamos en una cruz, y desde entonces –y aún hoy en algunos países– muchos de sus discípulos han sufrido el martirio! Su única falta fue predicar el Evangelio, la Buena Nueva de salvación.
Pero si bien hoy, por lo menos en nuestros países, ya no se mata a los predicadores, tampoco se los escucha mucho y a menudo se los considera fanáticos o personas iluminadas. Así es, porque son los enviados de un Maestro que fue rechazado.
¿Recibió usted el mensaje del Evangelio?

© Editorial La Buena Semilla, 1166 PERROY (Suiza)

domingo, 17 de noviembre de 2013

SALVADOR Y SEÑOR



Os ha nacido hoy… un Salvador, que es Cristo el Señor.
Lucas 2:11


El Padre ha enviado al Hijo, el Salvador del mundo.
1 Juan 4:14


Tomás respondió y le dijo (a Jesús): ¡Señor mío, y Dios mío!
Juan 20:28

¡El Evangelio es realmente una buena noticia! “De tal manera amó Dios al mundo, que ha dado a su Hijo unigénito, para que todo aquel que en él cree, no se pierda, mas tenga vida eterna” (Juan 3:16). ¡Qué maravilloso resumen del Evangelio! Pero cuidado, aunque Dios amó a todos los hombres sin excepción, cada uno de ellos debe creer y aceptar personalmente el regalo del Hijo de Dios. La Buena Nueva es para todos, tanto para usted como para mí. Pero Dios espera una respuesta personal de cada uno. Jesús dijo al ciego a quien había sanado: “¿Crees tú en el Hijo de Dios?” (Juan 9:35). ¿Cree usted? ¿Ha aceptado a Jesucristo como su Salvador personal, como Aquel a quien necesita, el único por medio del cual puede conocer a Dios como un Padre que le ama? Esto es suficiente para estar seguro del perdón de Dios y disfrutar de sus cuidados paternales.
Pero la buena noticia no se detiene ahí, pues Jesucristo también quiere ser su Maestro, dirigir su vida. Tiene derecho a hacerlo porque es Dios y le redimió al precio de su preciosa sangre (1 Pedro 1:18-19). Le ama demasiado para dejarle hacer su propia voluntad, por ello le abre un camino nuevo y feliz. “No os conforméis a este siglo, sino transformaos por medio de la renovación de vuestro entendimiento, para que comprobéis cuál sea la buena voluntad de Dios, agradable y perfecta” (Romanos 12:2). Entonces, escuchando lo que él le dice en su Palabra, la Biblia, usted aprenderá a conocerle como su Salvador y Señor.

© Editorial La Buena Semilla, 1166 PERROY (Suiza)

viernes, 15 de noviembre de 2013

PERDER LA OPORTUNIDAD (Léase Hechos 24)



He aquí ahora el tiempo aceptable; he aquí ahora el día de salvación.
2 Corintios 6:2


Acercaos a Dios, y él se acercará a vosotros.
Santiago 4:8


Acuérdate de tu Creador en los días de tu juventud, antes que vengan los días malos, y lleguen los años de los cuales digas: No tengo en ellos contentamiento.
Eclesiastés 12:1

Pablo, prisionero, compareció ante el gobernador Félix. Debido a su celo por presentar el Evangelio, este apóstol de Jesucristo fue acusado por los jefes religiosos de perturbar el orden público y atentar contra las tradiciones sagradas. Después de haber oído el testimonio de Pablo, el gobernador aplazó el proceso.
Algunos días más tarde Félix lo interrogó en privado para saber qué era eso de la fe en Cristo. El prisionero le habló de la justicia de Dios y del juicio venidero; entonces Félix, quien pensaba que no tenía que rendir cuentas a nadie, quedó espantado y dijo: “Ahora vete; pero cuando tenga oportunidad te llamaré” (v. 25). Su conciencia lo condenaba, pero prefirió eludir el tema y aplazó el serio examen de las necesidades de su alma… ¡Perdió la oportunidad!
¿Cómo reacciona usted cuando se le presenta la Palabra de Dios? Quizá tenga cierto interés por los asuntos religiosos pero, ¿rechaza todo lo que podría turbar su conciencia, hacerle sentir mal y, al igual que el gobernador Félix, prefiere aplazar el asunto para más tarde?
¡El momento ideal para ponerse en regla con Dios podría no volver a presentarse! Ahora mismo usted debe volverse a Dios para confesar sus pecados y creer que en la cruz Jesucristo sufrió el juicio de Dios en nuestro lugar. “La paga del pecado es muerte, mas la dádiva de Dios es vida eterna en Cristo Jesús Señor nuestro” (Romanos 6:23).

© Editorial La Buena Semilla, 1166 PERROY (Suiza)