martes, 31 de octubre de 2017

VENCER A LA MUERTE

 
... para destruir por medio de la muerte al que tenía el imperio de la muerte, esto es, al diablo, y librar a todos los que por el temor de la muerte estaban durante toda la vida sujetos a servidumbre.
Hebreos 2:14-15
Sorbida es la muerte en victoria.
1 Corintios 15:54
 
 
El objetivo de las investigaciones médicas es sanar enfermedades o atenuar sus consecuencias. Se crean muchos tratamientos para curar o aliviar ciertas enfermedades que en otra época eran incurables. Muchas personas tienen el privilegio de beneficiarse de los progresos de la medicina y pueden dar gracias a Dios por la inteligencia que dio al hombre en ese ámbito.
Pero debemos reconocer que el hecho de curar solo aplaza un final inevitable: la muerte. Cuando pensamos en nuestra última hora, nos hacemos esta pregunta: ¿Qué hay más allá de la muerte?
–Los que no hayan creído en el nombre del Hijo unigénito de Dios tendrán que sufrir el juicio divino, porque durante su vida rechazaron el perdón ofrecido por Dios (lea Juan 3:18).
–Para los demás, Jesús dijo: “El que oye mi palabra, y cree al que me envió, tiene vida eterna; y no vendrá a condenación, mas ha pasado de muerte a vida” (Juan 5:24). El creyente puede decir: Jesús entró en la muerte después de haber sufrido en mi lugar el juicio de Dios, a fin de poder liberarme de ese juicio para siempre. ¡Venció a la muerte, y esta victoria fue confirmada por su resurrección!
¡Qué maravillosa seguridad tenemos! Jesús se la dio también al ladrón que estaba crucificado a su lado y que se arrepintió: “Hoy estarás conmigo en el paraíso” (Lucas 23:43).
Querido lector, ¿tiene usted esta esperanza?

© Editorial La Buena Semilla, 1166 PERROY (Suiza)

sábado, 28 de octubre de 2017

NO FUI YO

 
Mi pecado te declaré, y no encubrí mi iniquidad. Dije: Confesaré mis transgresiones al Señor; y tú perdonaste la maldad de mi pecado.
Salmo 32:5
El que encubre sus pecados no prosperará; mas el que los confiesa y se aparta alcanzará misericordia.
Proverbios 28:13
 
 
Esta mañana Marta tomó sin mi permiso un hermoso bolígrafo que estaba en mi escritorio. Lo dejó caer y se rompió. Mientras comíamos interrogué a mis hijos uno por uno...
–¿Y tú, Marta?
–No fui yo, respondió ella, como los demás.
Pero su inquietud era evidente. Yo estaba triste, le pedí que se acercara a mí, pero ella se silenció. Los días pasaron y Marta persistió en su silencio. ¡Normalmente ella era muy cariñosa, pero ahora me evitaba! El tiempo me parecía interminable; solo quería perdonarla, ¡y lo único que ella tenía que hacer era reconocer sus hechos en vez de mentir!
Por fin, al cabo de una larga semana, escuché que alguien llamaba tímidamente a mi puerta. Marta entró en la habitación, empezó a llorar, se echó en mis brazos y reconoció su falta. ¡Por fin! ¡Qué felicidad sentí de poder reanudar una buena relación con mi pequeña!
Hijos de Dios, nuestro Padre celestial también espera que le confesemos nuestras faltas. Mientras guardemos en nuestra conciencia un pecado no confesado, nuestra relación con él está interrumpida. Seguimos siendo sus amados hijos, pero la comunión con él fue interrumpida por nuestra falta. Lo único que Dios desea es perdonarnos, pero quiere que esto se haga en la verdad, en la luz. Vayamos, pues, a él, y veremos que su amor no ha cambiado.
“Lávame más y más de mi maldad, y límpiame de mi pecado. Porque yo reconozco mis rebeliones” (Salmo 51:2-3).

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martes, 24 de octubre de 2017

LA TOLERANCIA SEGÚN DIOS

 
Cualquiera que guardare toda la ley, pero ofendiere en un punto, se hace culpable de todos.
Santiago 2:10
Dios es justo y... el que justifica al que es de la fe de Jesús.
Romanos 3:26
 
 
La Biblia cuenta la relación tumultuosa de los hombres entre ellos y con Dios. Muestra la increíble barbarie humana, las guerras sin fin y la infidelidad permanente del hombre hacia Dios. Ante estos fenómenos recurrentes, Dios se presenta de diversas maneras, como justo, paciente, o como aquel que perdona. Justo cuando amenaza y corrige, paciente cuando a menudo pospone la corrección anunciada. Dios perdona porque siempre está dispuesto a borrar la falta o la infidelidad si el hombre la reconoce.
El hombre de hoy no es mejor que el de ayer. Algunos roban una fruta, otros matan. A los ojos de los hombres, basándose en las consecuencias, al primero se le puede perdonar, pero no al segundo. En un caso se deja pasar la injusticia, pero en el otro se castiga. En un caso se tolera, pero en el otro no. La tolerancia humana es elástica, pero la de Dios no lo es. Su tolerancia con respecto al mal siempre es tolerancia cero, aunque es paciente.
Podríamos creer que el perdón es incompatible con esta justicia perfecta. Pero el uno no excluye la otra, pues aunque a Dios le horroriza el mal y no puede soportarlo, ama a todos los hombres y quiere salvarlos. Como Dios es justo, era necesario que el pecado fuese castigado justamente... ¡Por eso Dios castigó a su Hijo en nuestro lugar: Jesucristo murió llevando sobre sí mismo toda nuestra culpabilidad! Dios es justo y es amor; como el pecado fue juzgado, perdona a todo el que se arrepiente. “Si confesamos nuestros pecados, él es fiel y justo para perdonar nuestros pecados, y limpiarnos de toda maldad” (1 Juan 1:9).

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lunes, 23 de octubre de 2017

A TRAVÉS DE UNA LUPA

 
Cuando venga lo perfecto, entonces lo que es en parte se acabará... Ahora vemos... oscuramente; mas entonces veremos cara a cara. Ahora conozco en parte; pero entonces conoceré como fui conocido.
1 Corintios 13:10, 12
 
 
Estaba admirando un gran cuadro en un museo. Un niño pasó por allí, y para divertirse, empezó a mirarlo todo con una lupa. Me acerqué a él y le pedí que me describiera el cuadro. Paseó su lupa de arriba abajo y empezó a describirme cada detalle: aquí hay un ramo de flores, allí un hermoso petirrojo... Pero el niño tenía una visión tan parcial del cuadro que era incapaz de decirme qué representaba realmente.
Entonces le sugerí que mirara sin la lupa, con sus dos ojos. Esta vez vio el paisaje entero, la armonía de los colores y de las proporciones. Su visión parcial dio paso a la visión del conjunto. ¡Era el mismo cuadro, pero la descripción que hizo fue muy diferente!
“Ahora conozco en parte...”, dice el apóstol Pablo. En la tierra nuestra percepción de las cosas es parcial, debido a las limitaciones de nuestro cuerpo. Pero Dios tiene una visión del conjunto. Mediante la oración expresamos a Dios nuestras necesidades, según la percepción que tenemos, pero Dios conoce el conjunto. Y su respuesta llena de sabiduría tiene en cuenta los numerosos elementos que se nos escapan.
A través de su Palabra, Dios nos muestra sus pensamientos. Aprendemos a conocer a nuestro Salvador y su gran salvación. Pero la persona y los pensamientos de Dios sobrepasan mucho lo que podemos captar.
Suspiramos, pues, por ese momento en que comprenderemos las cosas en su totalidad. Con cuerpos transformados, veremos a nuestro Salvador cara a cara. Y al fin, maravillados, lo adoraremos como él es digno de ser adorado.

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domingo, 22 de octubre de 2017

EL ESPÍRITU SANTO NOS AYUDA PARA ORAR

 
El Espíritu nos ayuda en nuestra debilidad; pues qué hemos de pedir como conviene, no lo sabemos, pero el Espíritu mismo intercede por nosotros con gemidos indecibles. Mas el que escudriña los corazones sabe cuál es la intención del Espíritu, porque conforme a la voluntad de Dios intercede por los santos.
Romanos 8:26-27
 
 
Hemán, un creyente agobiado por las dificultades, escribió: “He estado medroso” (Salmo 88:15). Sí, incluso un creyente serio y celoso puede turbarse y no saber qué pensar, a veces ni siquiera puede orar.
Sin embargo, a pesar de hallarse en una situación tan extrema, el creyente sabe que no está solo. Su espíritu puede estar agitado y deprimido, pero el Espíritu que mora en él presenta a Dios, mediante “gemidos indecibles”, sus verdaderas necesidades. Esos “gemidos” unidos a nuestra debilidad son escuchados por Dios y están acordes con su voluntad. La intercesión del Espíritu va más allá de nuestra inteligencia, es una gracia de Dios. Toma el lugar de nuestro espíritu agobiado para conducirnos por una senda de paz.
Da vida a la esperanza del cristiano. En la prueba, las lágrimas y la duda traducen nuestro dolor, pero ahí también apreciamos los cuidados especiales del Señor.
La oración es el centro de nuestra relación con Dios. Es el medio para renovar nuestra confianza en él. A menudo no sabemos pedir como conviene, no comprendemos la magnitud de nuestras necesidades, y no vemos que Dios puede y quiere ayudarnos.
¡Qué gozo tener la seguridad de que el Espíritu Santo está ahí para ayudarnos y conducirnos en nuestras oraciones! Recordemos también que Jesús, desde el cielo, intercede por cada uno de los que salvó (Romanos 8:34).

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sábado, 21 de octubre de 2017

JESÚS, EL HIJO DE DIOS, FUE UN HOMBRE DE ORACIÓN

 
Jesús, alzando los ojos a lo alto, dijo: Padre, gracias te doy por haberme oído. Yo sabía que siempre me oyes; pero lo dije por causa de la multitud que está alrededor, para que crean que tú me has enviado.
Juan 11:41-42
Uno de sus discípulos le dijo: Señor, enséñanos a orar.
Lucas 11:1
 
 
A menudo los evangelios nos muestran a Jesús orando: solo o con sus discípulos, en un lugar desierto o en una montaña, a menudo durante la noche, en la cruz...
A la edad de doce años, Jesús “se llenaba de sabiduría; y la gracia de Dios era sobre él” (Lucas 2:40). Cuando María y José lo encontraron en el templo, él les dijo: “¿No sabíais que en los negocios de mi Padre (Dios) me es necesario estar?” (Lucas 2:49). Más tarde dijo: “Yo sabía que siempre me oyes”. Así fue su vida de comunión y de oración con Dios, su Padre, desde su infancia.
Sus oraciones expresan una perfecta confianza en su Padre, una total sumisión a su voluntad (Lucas 22:42). También son expresiones de agradecimiento, incluso antes de ser respondidas, pues Jesús siempre hizo la voluntad de su Padre. Por último, son una expresión conmovedora de su comunión con su Padre, con respecto a sus discípulos y a todos los creyentes (Juan 17).
Jesús nos invita a dirigirnos a Dios como a un Padre: “Cuando oréis, decid: Padre...” (Lucas 11:2), con una total confianza: “Todo lo que pidiereis orando, creed que lo recibiréis, y os vendrá” (Marcos 11:24). Es un Padre fiel que nos ama y nos escucha, y sus respuestas siempre tendrán como objetivo nuestro bien.
Todavía hoy Jesús resucitado, en el cielo, ora por todos aquellos que depositan su confianza en él (Hebreos 7:25). ¡Ora por usted y por mí!

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miércoles, 18 de octubre de 2017

LA ANGUSTIA DEL SEÑOR JESÚS

 
Estando en agonía, oraba más intensamente; y era su sudor como grandes gotas de sangre que caían hasta la tierra.
Lucas 22:44
Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has desamparado? ¿Por qué estás tan lejos de mi salvación, y de las palabras de mi clamor?... No te alejes de mí, porque la angustia está cerca... no hay quien ayude.
Salmo 22:1, 11
 
 
Algunas horas antes de morir, el Señor Jesús estaba en el huerto de Getsemaní. Sabía lo que iba a suceder, por ello sintió una angustia muy profunda. Allí, moralmente solo, oró de rodillas a su Padre. A algunos metros de allí, sus discípulos dormían, ajenos a la angustia de su Maestro. “Estando en agonía, oraba más intensamente”.
Su angustia era tan profunda que su sudor era “como grandes gotas de sangre que caían hasta la tierra”. ¿Qué sucedía? Ante él estaba la obra que llevaría a cabo, los sufrimientos que iba a soportar en la cruz; no solo los sufrimientos físicos, sino aquellos debido al juicio de Dios sobre el pecado. La ira de Dios lo castigaría en nuestro lugar. Entonces Jesús pronunció estas palabras: “Padre, si quieres, pasa de mí esta copa (imagen de todo lo que iba a soportar); pero no se haga mi voluntad, sino la tuya” (Lucas 22:42).
Como amaba a los hombres y deseaba hacer la voluntad de su Padre, Jesús, que era puro y no tenía pecado, aceptó ser castigado por las faltas de los demás. ¿Quién puede comprender la angustia tan intensa que sintió?
¡Pero qué triunfo! Su perfecto amor le permitió llevar a cabo todos los planes de Dios. Murió en nuestro lugar. En las tres horas de tinieblas, fue castigado por nuestros pecados para que Dios los perdonase. Así cumplió la gran obra por la que lo alabaremos y adoraremos eternamente.

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martes, 17 de octubre de 2017

ORAR EN EL NOMBRE DE JESÚS

 
(Jesús dijo:) Todo lo que pidiereis al Padre en mi nombre, lo haré, para que el Padre sea glorificado en el Hijo.
Juan 14:13
Esta es la confianza que tenemos en él, que si pedimos alguna cosa conforme a su voluntad, él nos oye. Y si sabemos que él nos oye en cualquiera cosa que pidamos, sabemos que tenemos las peticiones que le hayamos hecho.
1 Juan 5:14-15
 
 
El Señor enseñó a sus discípulos a orar al Padre en su “nombre”. ¿Qué significa esto? Por supuesto, no significa decir: «en el nombre de Jesús», como una fórmula de cortesía escrita al final de una carta. Tampoco es una fórmula mágica que obligaría a Dios a respondernos. Lo que cuenta no son las palabras, sino el pensamiento y la fe con las cuales las pronunciamos. Pedir en el nombre del Señor significa hacer peticiones siendo conscientes de que él mismo podría formularlas, que son según su voluntad.
Su “nombre” designa su persona, lo que él es verdaderamente. Por ello, orar en el nombre de Cristo significa orar deseando estar de acuerdo con él. Una oración no tendría que acabar con las palabras «en el nombre de Jesús» o algo equivalente, si no es expresada con el deseo, del que ora, de ser sometido al Señor.
Debemos orar “para que el Padre sea glorificado en el Hijo”. ¡La gloria de Dios!, poderoso motivo para guiar nuestras peticiones. Así se evitarán ciertas oraciones egoístas o superficiales. No hay límite para los temas de oración, pero tratemos de expresarlos bajo la mirada del Señor, con toda sinceridad. ¡Así es como la oración expresa nuestra confianza, nos renueva, nos tranquiliza!
“Orando en todo tiempo con toda oración y súplica en el Espíritu, y velando en ello con toda perseverancia” (Efesios 6:18).

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sábado, 14 de octubre de 2017

HOY O MAÑANA VEREMOS A JESÚS

 
Cuando le vi, caí como muerto a sus pies. Y él puso su diestra sobre mí, diciéndome: No temas; yo soy el primero y el último; y el que vivo, y estuve muerto; mas he aquí que vivo por los siglos de los siglos, amén. Y tengo las llaves de la muerte y del Hades (estancia de los muertos).
Apocalipsis 1:17-18
 
 
Toda persona que ha escuchado el Evangelio debe responder al mensaje de Jesucristo. No responder equivale a decir no. Un día cada uno de nosotros tendrá que encontrarse con Jesús. ¡Nadie escapará a este encuentro! La esperanza del cristiano es ver a su Salvador cara a cara para estar siempre con él. Los que no creen también verán a Jesús, pero como su juez.
Hoy muchas personas no se interesan en Dios y hacen como si no existiese. Pero un día “toda rodilla” se doblará en el nombre de Jesús, y “toda lengua” confesará que “Jesucristo es el Señor, para gloria de Dios Padre” (Filipenses 2:10-11). El plan de Dios se ejecutará. “El consejo del Señor permanecerá para siempre; los pensamientos de su corazón por todas las generaciones” (Salmo 33:11).
En el día del juicio todos, sin excepción, tendrán que rendir cuentas de su vida a Jesús. Los que lo hayan rechazado como Salvador serán privados eternamente de toda relación con Dios y sufrirán por ello (Mateo 25:46). Este solemne hecho se aplica a todos y confiere al evangelio una importancia capital. “Toda rodilla” y “toda lengua”, dice la Escritura. “He aquí que viene con las nubes, y todo ojo le verá” (Apocalipsis 1:7).
Un día, los que no hayan creído serán condenados justamente, y su castigo será una destrucción eterna (2 Tesalonicenses 1:9).
Pero ahora Jesucristo perdona y salva a todos los que aceptan gratuitamente su gracia. ¡Vaya a él hoy mismo!

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jueves, 12 de octubre de 2017

LAS SOLUCIONES DE LA FE

 
Cuando anochecía, se acercaron a él sus discípulos, diciendo: El lugar es desierto, y la hora ya pasada; despide a la multitud, para que vayan por las aldeas y compren de comer. Jesús les dijo: No tienen necesidad de irse; dadles vosotros de comer. Y ellos dijeron: No tenemos aquí sino cinco panes y dos peces. Él les dijo: Traédmelos acá.
Mateo 14:15-18
 
 
Jesús llevó a sus discípulos a un lugar aparte para que descansasen (Mateo 14:13-21), pero la gente los siguió. Cuando Jesús vio a la multitud desamparada, como ovejas que no tienen pastor, les enseñó pacientemente. Los discípulos, cansados de la jornada y viendo que el lugar estaba desierto, sacaron una conclusión muy razonable para ellos: “Despide a la multitud, para que... compren de comer”. ¡Lógica aparentemente irrefutable! Sin embargo la respuesta de Jesús los turbó: “No tienen necesidad de irse”. Él sabía de antemano cómo iba a colmar las necesidades de todos.
A menudo somos como los discípulos. Cuando tenemos que tomar una decisión, lo hacemos en función de lo que nos parece más lógico, lo más razonable. Angustiados por la precariedad de nuestros recursos, hacemos planes olvidándonos quizá de contar con la ayuda y la sabiduría de nuestro Dios. Pero aquí Jesús nos recuerda que las cosas no tienen por qué suceder como lo imaginamos, y que él tiene las llaves que la sabiduría humana no posee.
Las soluciones que nos propone siempre comprometen nuestra fe: “Dadles vosotros de comer”. Las dudas aparecen y nos encontramos con obstáculos insuperables. “No tenemos aquí sino cinco panes y dos peces”. Jesús simplemente nos pide llevarle nuestra modesta contribución (“Traédmelos acá”), para así multiplicarla y asombrarnos por su intervención.

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miércoles, 11 de octubre de 2017

UNA VIDA DE ESPERANZA

 
Nada hemos traído a este mundo, y sin duda nada podremos sacar.
1 Timoteo 6:7
Permanecéis fundados y firmes en la fe, y sin moveros de la esperanza del evangelio que habéis oído.
Colosenses 1:23
 
 
Como un viajero, el hombre va caminando, guiado por sus ambiciones o sus deseos, pero empujado, inexorablemente, por las agujas del tiempo. Espera un futuro cada vez mejor y lucha por alcanzar sus objetivos de felicidad. Los jóvenes se impacientan por ser grandes para «hacer su vida», los adultos esperan la jubilación, y las personas mayores hojean con nostalgia su agenda... Al hacer el balance, ¡cuántas promesas olvidadas, amistades rotas, sonrisas borradas...! ¡Cuántas desilusiones y tiempo perdido!
¿Solo queda la certeza de un final sin retorno? ¡No! ¿Entonces hay una esperanza? ¡Sí, hay una buena noticia! Jesús vino para darnos vida abundante y eterna, para darnos una esperanza segura y firme. Por medio de él los creyentes son reconciliados con Dios, quien se da a conocer como su Padre, y les asegura un lugar en su propia “casa”. Sí, Jesús compró allí un lugar para nosotros a un precio muy alto, al costo de su propia vida; por eso puede afirmar categóricamente: “La paz os dejo, mi paz os doy; yo no os la doy como el mundo la da. No se turbe vuestro corazón, ni tenga miedo” (Juan 14:27). Pero es necesario aceptar ese regalo que él nos hace, regalo gratuito y definitivo. Aceptar que fue por nosotros, por mí personalmente, que Jesús murió y resucitó.
¡Acéptelo ahora y vivirá con una nueva esperanza!
“La esperanza no avergüenza; porque el amor de Dios ha sido derramado en nuestros corazones por el Espíritu Santo que nos fue dado” (Romanos 5:5).

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martes, 10 de octubre de 2017

EL ESPÍRITU CRÍTICO

 
Recibieron la palabra con toda solicitud, escudriñando cada día las Escrituras para ver si estas cosas eran así.
Hechos 17:11
Derribando argumentos y toda altivez que se levanta contra el conocimiento de Dios, y llevando cautivo todo pensamiento a la obediencia a Cristo.
2 Corintios 10:5
 
 
En las instituciones de enseñanza profesional se busca desarrollar cada vez más el espíritu crítico de los estudiantes. Comprendemos el interés de esta práctica, dada la multiplicidad de canales de información, más o menos fiables. Es preciso ejercitarse para tener un juicio personal y poner orden en todo lo que oímos, lo que vemos o lo que leemos.
Pero los cristianos deben ser conscientes de los límites del campo de aplicación de este espíritu crítico. La inteligencia nos permite discernir algo del poder de Dios en la creación en la que vivimos (Romanos 1:20). Pero solo mediante el Espíritu de Dios podemos acceder a Su naturaleza, a Su santidad, a su amor, e incluso a lo que él hace por nosotros. El apóstol Pablo lo resume diciendo: “¿Quién de los hombres sabe las cosas del hombre, sino el espíritu del hombre que está en él? Así tampoco nadie conoció las cosas de Dios, sino el Espíritu de Dios” (1 Corintios 2:11). Y también nos dice: “Ya que... el mundo no conoció a Dios mediante la sabiduría, agradó a Dios salvar a los creyentes” (1 Corintios 1:21).
En el ámbito espiritual, la mejor manera de apreciar la rectitud de un pensamiento no consiste solo en aplicar nuestro espíritu crítico, sino sobre todo en someterlo a la luz de la Biblia, con la ayuda del Espíritu Santo.
¡Desconfiemos del hecho de usar solo la razón, pues muy a menudo Satanás la emplea para desviarnos!

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sábado, 7 de octubre de 2017

VIVIR FELIZ

 
Cantad con gozo a Dios, fortaleza nuestra.
Salmo 81:1
El que hace misericordia, con alegría.
Romanos 12:8
Regocijaos en el Señor siempre. Otra vez digo: ¡Regocijaos!
Filipenses 4:4
 
 
Recuerdo haber oído decir a un creyente mayor: «Un cristiano triste es un triste cristiano». Quería decir que la tristeza no es el estado normal de un hijo de Dios y puede ser un mal testimonio para los que lo rodean.
Como cristiano tengo razones fundamentales para ser feliz: sé que mis pecados fueron borrados para siempre, que Dios me adoptó como hijo suyo y que mi futuro eterno está asegurado en la gloria del cielo. Esto debería producir ciertos efectos en mi vida. ¡La gente debería oírme cantar de gozo y verme servir gozoso a mi Dios y a mi prójimo!
El apóstol Pablo es un ejemplo a seguir. Su vida, lejos de ser fácil, estuvo llena de pruebas y motivos de preocupaciones sin comparación con mi propia vida (lea 2 Corintios 11:23-28). Pero su gozo interior no fue alterado, y era sincero cuando decía que estaba entristecido pero siempre gozoso (2 Corintios 6:10).
Si mi gozo fluctúa según las circunstancias por las que paso, quizá sea porque no pienso lo suficiente en el amor de Jesús por mí. Ayer dejó el cielo para venir a salvarme y dio su vida para borrar mis pecados. Hoy se ocupa de mí al igual que un pastor cuida de sus ovejas, y me prepara un lugar en la casa de su Padre. Mañana él mismo vendrá a buscarme para llevarme con él. ¿Qué más necesito para vivir feliz?
“No os entristezcáis, porque el gozo del Señor es vuestra fuerza” (Nehemías 8:10).

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viernes, 6 de octubre de 2017

EL LENGUAJE DE LAS GOLONDRINAS

 
Bienaventurado el que guarda las palabras de la profecía de este libro... He aquí yo vengo pronto, y mi galardón conmigo, para recompensar a cada uno según sea su obra... Ciertamente vengo en breve. Amén; sí, ven, Señor Jesús.
Apocalipsis 22:7, 12, 20
 
 
Una mañana del mes de octubre, cuando salían los primeros rayos del sol, cientos de golondrinas se reunieron para su larga migración al sur. Iban y venían piando enérgicamente. ¡Era un día de fiesta para ellas! ¿Quién había dado la señal de salida? ¿Y de qué llamado misterioso se trataba, pues solo ellas lo habían oído? Los demás pájaros continuaban sus idas y venidas habituales, pero las golondrinas habían oído la invitación al viaje hacia otros cielos.
Un día, quizá muy cercano, sonará otro llamado. Es el de Jesucristo, quien vendrá a buscar a todos los que hayan creído en él. Solo estos conocen su voz, depositaron su confianza en él. Jesús también los conoce. Incluso puede llamar a cada uno por su nombre. Los creyentes que hayan muerto también oirán su llamado y resucitarán. En un instante, en un abrir y cerrar de ojos, todos se reunirán alrededor de él en las nubes para ser recibidos en la presencia de Dios. El mundo constatará su ausencia. Podrá razonar, averiguar las causas y perderse en hipótesis. ¡Pero ya no podrá creer! ¡El tiempo de la gracia habrá pasado!
La primera venida de Jesús a la tierra fue anunciada con gran antelación por los profetas. Muchos fieles la esperaron y no la vieron, pero un día en la ciudad de Belén se pudo ver a un niño, Jesús, acostado en un pesebre.
De la misma manera, su segunda venida está claramente anunciada en la Biblia. Llegará el día en que se cumplirá igual que la primera. Jesús nos dice: “Ciertamente vengo en breve”.

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martes, 3 de octubre de 2017

EL PODER DE LA PALABRA DE DIOS

 
(Jesús dijo:) Las palabras que yo os he hablado son espíritu y son vida.
Juan 6:63
La palabra de Dios es viva y eficaz.
Hebreos 4:12
 
 
En los años 1930, un vendedor había logrado vender una Biblia en un pueblo aislado de Polonia. Cuando tres años más tarde volvió a ese pueblo, sintió un gran gozo: doscientas personas habían sido llevadas a la fe en Cristo, ¡gracias a la lectura de la única Biblia que poseían!
Como aquellos cristianos solo tenían a disposición un ejemplar de la Biblia, habían decidido dividir cuidadosamente el libro en varias partes para que circulasen entre los habitantes, y así beneficiarse todos de la lectura.
El vendedor organizó un encuentro con aquellos creyentes y les preguntó si podían decir de memoria algunos versículos de la Biblia. Uno de los oyentes le preguntó: «¿Comprendimos bien? ¿Se refiere a versículos o capítulos?».
Muy sorprendido, el vendedor descubrió que estos creyentes habían aprendido de memoria no solo versículos aislados, sino varios capítulos e incluso libros enteros de la Biblia. Algunos podían repetir de memoria un evangelio entero, otros una parte del libro de los Salmos o de Génesis. En total, aquellos doscientos creyentes podían recitar prácticamente toda la Biblia. Gracias a Dios, porque las partes de la Biblia, que eran leídas diariamente e iban de casa en casa, estaban tan gastadas que casi no eran legibles.
¡Memoricemos, nosotros también, la Palabra de Dios! ¡Démosla a conocer, pues el Señor mismo prepara los corazones para que sea recibida!

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lunes, 2 de octubre de 2017

PERDONADO PORQUE DIOS ES JUSTO

 
Habiendo efectuado la purificación de nuestros pecados por medio de sí mismo, se sentó a la diestra de la Majestad en las alturas.
Hebreos 1:3
(Jesús) Herido fue por nuestras rebeliones, molido por nuestros pecados; el castigo de nuestra paz fue sobre él, y por su llaga fuimos nosotros curados.
Isaías 53:5
 
 
¿Por qué Dios perdona a los creyentes? Alguien responderá: porque nos ama y tiene compasión de nosotros. Es cierto, pero hay otra razón fundamental: Dios nos perdona porque es justo.
Quizás usted piense que Dios debería condenarlo, debido a Su santidad, pero que lo perdona porque se compadece de usted. Sin embargo, esto no es lo que la Biblia dice. De hecho, Dios nos perdona porque es Dios. No “volveré para destruir... porque Dios soy, y no hombre” (Oseas 11:9). En Dios la justicia y el amor nunca se oponen.
Para que Dios pudiera perdonar con justicia, Cristo mismo hizo “la purificación de nuestros pecados”. Para que Dios pudiera recibirnos, e incluso adoptarnos como sus hijos, para poder bendecirnos, primero debía ocuparse de nuestros pecados.
Nadie podía hacer nada para purificar sus propias faltas, pues el mal cometido, que es irreparable, constituye una ofensa a Dios. La purificación de nuestros pecados debía ser, pues, una obra divina. Esta obra fue hecha una vez por todas, cuando Jesús llevó en la cruz el castigo debido al pecado, el castigo por cada uno de nuestros pecados. Victorioso, Jesús resucitó y ahora está sentado a la diestra de Dios, su obra fue terminada en la cruz. El perdón de Dios puede ser proclamado y recibido por la fe. Por lo tanto puedo pedir su perdón y recibir el don de su gracia perfecta.

© Editorial La Buena Semilla, 1166 PERROY (Suiza)