sábado, 21 de octubre de 2017

JESÚS, EL HIJO DE DIOS, FUE UN HOMBRE DE ORACIÓN

 
Jesús, alzando los ojos a lo alto, dijo: Padre, gracias te doy por haberme oído. Yo sabía que siempre me oyes; pero lo dije por causa de la multitud que está alrededor, para que crean que tú me has enviado.
Juan 11:41-42
Uno de sus discípulos le dijo: Señor, enséñanos a orar.
Lucas 11:1
 
 
A menudo los evangelios nos muestran a Jesús orando: solo o con sus discípulos, en un lugar desierto o en una montaña, a menudo durante la noche, en la cruz...
A la edad de doce años, Jesús “se llenaba de sabiduría; y la gracia de Dios era sobre él” (Lucas 2:40). Cuando María y José lo encontraron en el templo, él les dijo: “¿No sabíais que en los negocios de mi Padre (Dios) me es necesario estar?” (Lucas 2:49). Más tarde dijo: “Yo sabía que siempre me oyes”. Así fue su vida de comunión y de oración con Dios, su Padre, desde su infancia.
Sus oraciones expresan una perfecta confianza en su Padre, una total sumisión a su voluntad (Lucas 22:42). También son expresiones de agradecimiento, incluso antes de ser respondidas, pues Jesús siempre hizo la voluntad de su Padre. Por último, son una expresión conmovedora de su comunión con su Padre, con respecto a sus discípulos y a todos los creyentes (Juan 17).
Jesús nos invita a dirigirnos a Dios como a un Padre: “Cuando oréis, decid: Padre...” (Lucas 11:2), con una total confianza: “Todo lo que pidiereis orando, creed que lo recibiréis, y os vendrá” (Marcos 11:24). Es un Padre fiel que nos ama y nos escucha, y sus respuestas siempre tendrán como objetivo nuestro bien.
Todavía hoy Jesús resucitado, en el cielo, ora por todos aquellos que depositan su confianza en él (Hebreos 7:25). ¡Ora por usted y por mí!

© Editorial La Buena Semilla, 1166 PERROY (Suiza)

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