Cuando venga lo perfecto, entonces lo que es en
parte se acabará... Ahora vemos... oscuramente; mas entonces veremos
cara a cara. Ahora conozco en parte; pero entonces conoceré como fui
conocido.
1 Corintios 13:10, 12
Estaba admirando un gran cuadro en un museo. Un
niño pasó por allí, y para divertirse, empezó a mirarlo todo con una
lupa. Me acerqué a él y le pedí que me describiera el cuadro. Paseó su
lupa de arriba abajo y empezó a describirme cada detalle: aquí hay un
ramo de flores, allí un hermoso petirrojo... Pero el niño tenía una
visión tan parcial del cuadro que era incapaz de decirme qué
representaba realmente.
Entonces le sugerí que mirara sin la lupa, con sus dos ojos. Esta vez vio el paisaje entero, la armonía de los colores y de las proporciones. Su visión parcial dio paso a la visión del conjunto. ¡Era el mismo cuadro, pero la descripción que hizo fue muy diferente!
“Ahora conozco en parte...”, dice el apóstol Pablo. En la tierra nuestra percepción de las cosas es parcial, debido a las limitaciones de nuestro cuerpo. Pero Dios tiene una visión del conjunto. Mediante la oración expresamos a Dios nuestras necesidades, según la percepción que tenemos, pero Dios conoce el conjunto. Y su respuesta llena de sabiduría tiene en cuenta los numerosos elementos que se nos escapan.
A través de su Palabra, Dios nos muestra sus pensamientos. Aprendemos a conocer a nuestro Salvador y su gran salvación. Pero la persona y los pensamientos de Dios sobrepasan mucho lo que podemos captar.
Suspiramos, pues, por ese momento en que comprenderemos las cosas en su totalidad. Con cuerpos transformados, veremos a nuestro Salvador cara a cara. Y al fin, maravillados, lo adoraremos como él es digno de ser adorado.
Entonces le sugerí que mirara sin la lupa, con sus dos ojos. Esta vez vio el paisaje entero, la armonía de los colores y de las proporciones. Su visión parcial dio paso a la visión del conjunto. ¡Era el mismo cuadro, pero la descripción que hizo fue muy diferente!
“Ahora conozco en parte...”, dice el apóstol Pablo. En la tierra nuestra percepción de las cosas es parcial, debido a las limitaciones de nuestro cuerpo. Pero Dios tiene una visión del conjunto. Mediante la oración expresamos a Dios nuestras necesidades, según la percepción que tenemos, pero Dios conoce el conjunto. Y su respuesta llena de sabiduría tiene en cuenta los numerosos elementos que se nos escapan.
A través de su Palabra, Dios nos muestra sus pensamientos. Aprendemos a conocer a nuestro Salvador y su gran salvación. Pero la persona y los pensamientos de Dios sobrepasan mucho lo que podemos captar.
Suspiramos, pues, por ese momento en que comprenderemos las cosas en su totalidad. Con cuerpos transformados, veremos a nuestro Salvador cara a cara. Y al fin, maravillados, lo adoraremos como él es digno de ser adorado.
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