martes, 28 de febrero de 2017

¿A MÍ NO ME HABLAS?

(Pilato dijo a Jesús): ¿A mí no me hablas? ¿No sabes que tengo autoridad para crucificarte, y que tengo autoridad para soltarte? Respondió Jesús: Ninguna autoridad tendrías contra mí, si no te fuese dada de arriba.

Juan 19:10-11

Esta fue la pregunta hecha por un juez a un acusado que comparecía ante su tribunal. El juez era Pilato, el gobernador romano de Jerusalén que tenía autoridad para decidir si el acusado debía vivir o morir. El acusado era Jesús, detenido como malhechor. A Pilato le sorprendió que Jesús no respondiese a todas sus preguntas y que no hablase para defenderse, e insistió: “¿A mí no me hablas? ¿No sabes que tengo autoridad para crucificarte?”. Entonces Jesús le respondió que no tendría ningún poder si Dios no se lo hubiese dado.
La actitud de Jesús nos muestra en qué casos hay que callar o responder cuando alguien nos interroga. Jesús no habló para defenderse, sino más bien para llevar a su juez a reconocer la verdad. Cumplió la profecía que dice: “Como oveja delante de sus trasquiladores, enmudeció” (Isaías 53:7), y al mismo tiempo “dio testimonio de la buena profesión” (1 Timoteo 6:13).
Fácilmente nos inquietamos cuando somos interrogados sobre nuestra fe. Jesús lo sabe muy bien, por eso nos dice: “No os preocupéis por lo que habéis de decir, ni lo penséis, sino lo que os fuere dado en aquella hora, eso hablad; porque no sois vosotros los que habláis, sino el Espíritu Santo” (Marcos 13:11). Hablemos de nuestra fe en el momento adecuado y experimentaremos la ayuda del Señor en las situaciones difíciles.
“Estad siempre preparados para presentar defensa con mansedumbre y reverencia ante todo el que os demande razón de la esperanza que hay en vosotros” (1 Pedro 3:15).

© Editorial La Buena Semilla, 1166 PERROY (Suiza)

domingo, 26 de febrero de 2017

NO SIENTO NADA

 
Es, pues, la fe la certeza de lo que se espera, la convicción de lo que no se ve.
Hebreos 11:1
Por gracia sois salvos por medio de la fe; y esto no de vosotros, pues es don de Dios.
Efesios 2:8
Por fe andamos, no por vista.
2 Corintios 5:7
 
 
Víctor es un joven creyente. Creyó en el Señor Jesús, pero desde hace algún tiempo está turbado; esto fue lo que compartió con un amigo.
–Hay días en los que me siento feliz; creo que soy salvo y tengo paz. Oro y me parece que Jesús me escucha realmente, que está a mi lado. Pero a veces no siento absolutamente nada, y cuando oro tengo la impresión de que no está ahí, que no escucha mi oración. Esos días me pregunto si realmente soy salvo.
–Víctor, si cierra bien los ojos, ¿piensa que el sol ha dejado de brillar?
–¡No, afortunadamente!
–Tiene razón, el hecho de cerrar los ojos no tiene ningún efecto sobre el sol. Es usted el que se priva de su luz. Y cuando hay mal tiempo y las nubes y la lluvia lo esconden, tampoco pueden apagarlo. Él brilla en el cielo mucho más arriba.
La Biblia dice: “Para siempre... permanece [Su] palabra en los cielos” (Salmo 119:89). Ella es verdadera todos los días de su vida, siéntalo o no, pues ella no depende de usted. Usted ha sido salvo por la fe, porque creyó en el Señor Jesús. ¡Dios así lo afirma! (Hechos 16:31). Sus sentimientos no pueden cambiar nada, pues Dios no le pide que sienta; él le invita a creer en su Palabra.
Si tiene dudas, lléveselas al Señor. Él es el Pastor de su alma y quiere darle la paz. Usted no podrá encontrarla mirándose a sí mismo. Tiene que mirar a Jesús y su obra cumplida una vez por todas.

© Editorial La Buena Semilla, 1166 PERROY (Suiza)

sábado, 25 de febrero de 2017

¿QUERÉIS ACASO IROS TAMBIÉN VOSOTROS?

 
Dijo entonces Jesús a los doce: ¿Queréis acaso iros también vosotros? Le respondió Simón Pedro: Señor, ¿a quién iremos? Tú tienes palabras de vida eterna. Y nosotros hemos creído y conocemos que tú eres el Cristo, el Hijo del Dios viviente.
Juan 6:67-69
 
 
A veces los milagros y las enseñanzas de Jesús despertaron entusiasmo, y multitudes acudieron a escucharlo. Pero el entusiasmo no es fe, y cuando Jesús mostró lo que implica la fe, muchos se alejaron. Jesús sintió tristeza al ver esas deserciones, pero sabía que la hora de la verdad debía llegar para cada persona, e hizo esta pregunta a los discípulos más cercanos a él: “¿Queréis acaso iros también vosotros?”.
A la hora de tomar decisiones, o en medio del sufrimiento y el desánimo, nosotros que hemos escuchado las enseñanzas de Jesús, ¿daremos marcha atrás? ¿Formaremos parte de los que desertan? Las buenas costumbres no bastarán para retenernos, ni siquiera el afecto de nuestros amigos creyentes... ¡solo la fe determinará nuestra decisión!
Pedro, espontáneo y en un impulso de afecto y sinceridad, respondió: “Tú tienes palabras de vida eterna. Y nosotros hemos creído y conocemos que tú eres el Cristo, el Hijo del Dios viviente”. Su respuesta hace resaltar los dos puntos de apoyo de su fe:
– Primero las palabras del Señor, mediante las cuales encontró la vida eterna, es decir, una vida que lo puso para siempre en relación con Dios mismo; desde entonces las palabras de Jesús alimentaron su vida.
– Luego Pedro fue hasta el corazón de su fe: creyó, y por lo tanto supo que Jesús es mucho más que un hombre. Es aquel a quien Dios designó, único entre los hombres. Es el Mesías, “el Hijo de Dios”, el Salvador del mundo.

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viernes, 24 de febrero de 2017

CRISTO, EL SIERVO QUE SUFRIÓ

 
Era necesario al Hijo del Hombre padecer mucho... y ser muerto, y resucitar después de tres días.
Marcos 8:31
El Hijo del Hombre no vino para ser servido, sino para servir, y para dar su vida en rescate por muchos.
Marcos 10:45
 
 
Es el más corto y el más condensado de los cuatro evangelios. En él se mencionan más las obras de Jesús que sus palabras. Desde el principio Marcos habla del servicio del Señor. La expresión “luego” aparece con mucha frecuencia, para subrayar el compromiso incesante de Jesús en su servicio.
Marcos presenta a Jesús como el Siervo perfecto. No solo es el Rey prometido a Israel, como lo revela Mateo, sino también el verdadero Siervo de Dios (ver Isaías 42:1-9; 49:1-6; 52:13-15; Zacarías 3:8). No es el siervo de los hombres, sino de Dios. Sin embargo, su servicio para Dios se cumple sirviendo a los hombres; de este modo da a conocer la bondad y la misericordia divinas.
Jesús también es el Siervo que sufrió. En este evangelio, los sufrimientos y la muerte de Jesús ocupan mucho lugar. El Señor Jesús habló cuatro veces a sus discípulos de los sufrimientos por los que debía pasar: “Está escrito del Hijo del Hombre, que padezca mucho y sea tenido en nada”. “Le escarnecerán, le azotarán, y escupirán en él, y le matarán; mas al tercer día resucitará” (Marcos 9:12; 10:34, ver también cap. 8:31; 9:31). Según sus propias palabras, “no vino para ser servido, sino para servir, y para dar su vida en rescate por muchos”.
Un rescate es el precio que hay que pagar para que los cautivos puedan ser liberados. Jesús anunció que iba a morir en lugar de aquellos que creían en él, para liberarlos de la esclavitud de Satanás y del pecado.

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jueves, 23 de febrero de 2017

LA SIMPATÍA DIVINA

 
El Señor la vio, se compadeció de ella, y le dijo: No llores.
Lucas 7:13
En la multitud de mis pensamientos dentro de mí, tus consolaciones alegraban mi alma.
Salmo 94:1


En cada paso que dio, Jesús se encontró con el sufrimiento y la muerte, consecuencias del pecado para el hombre. Se conmovía profundamente y podía secar las lágrimas, como lo hizo con aquella viuda en duelo por su hijo único (Lucas 7:13). En otra ocasión, cuando Juan el Bautista fue ejecutado, sus discípulos, desorientados y afligidos, fueron a Jesús y le contaron lo que había sucedido.
Esta actitud de Jesús se repite con frecuencia en los evangelios; los que lo conocían a menudo sintieron su compasión y su profunda simpatía. En medio de su profunda tristeza se encomendaron a él, y siempre experimentaron lo mismo: los cuidados y el consuelo únicos que da el Señor. Como sabían que el Señor mide la prueba, la comprende y la vive junto al que sufre, ellos mismos iban a recibir un consuelo divino.
Incluso si ahora no vemos a Jesús como lo veían los discípulos, mediante la fe podemos sentir la realidad de su comprensión y consuelo. Gracias a él tendremos la fuerza para dejar una tumba en la que descansa el cuerpo de un ser querido, y de estar a Sus pies para exponerle nuestra tristeza, nuestra desesperación.
Entonces no nos sentiremos decepcionados, pues Jesús comprende el corazón desesperado por el peso del dolor. Siempre está dispuesto a escuchar, listo para responder, aliviar y consolar a todo el que confía en él. ¡Él mismo pasó por tantos sufrimientos!
“No tenemos un sumo sacerdote que no pueda compadecerse de nuestras debilidades, sino uno que fue tentado en todo según nuestra semejanza, pero sin pecado” (Hebreos 4:15).

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miércoles, 22 de febrero de 2017

¡MIRA, LEE, Y ESCUCHA!

 
(Dios) nos ha hablado por el Hijo.
Hebreos 1:2
Dios estaba en Cristo reconciliando consigo al mundo.
2 Corintios 5:19
 
 
La Biblia es la Palabra de Dios, y ella es otra manera usada por Dios para darse a conocer. También nos muestra quiénes somos y el valor que nuestra vida tiene para Dios.
La Biblia no es un libro como los demás. Ella habla de un Dios que se comunica con su criatura. En varias porciones podemos leer: “Así dice el Señor”. Un Dios cuyo anhelo es escuchar y ayudar a los hombres, un Dios que pudo preservar su Palabra a pesar de todos los esfuerzos de quienes quisieron hacerla callar o desaparecer a lo largo de los siglos. Un Dios que guardó al pueblo hebreo como nación durante milenios, algo único. Un Dios que anunció muchos eventos que se cumplieron al pie de la letra. Por ejemplo, la Biblia contiene más de 300 profecías que anuncian la venida de Jesucristo a la tierra, y que efectivamente tuvo lugar.
El Dios de la Biblia también es el Dios Salvador. Los autores inspirados concuerdan, a pesar de su impresionante número (al menos 40) y las diferentes épocas en las que vivieron (unos 1.500 años): ¡el hombre necesita un mediador para poder reconciliarse con Dios! Este mediador es Jesucristo. Gracias a su sacrificio, Dios perdona a aquel que se arrepiente de sus actos desobedientes, de su rebelión, de sus errores. Todo el que reconoce que es pecador, puede volverse a Dios: sus pecados fueron borrados; Jesús los expió.
¡Nunca caímos demasiado bajo para ser salvos por Jesucristo! La Biblia nos presenta el Evangelio, las buenas nuevas, y ese Evangelio es un poder de vida para salvación de aquel que cree (Romanos 1:16). ¡Léala y créala!

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lunes, 20 de febrero de 2017

GOZO Y PAZ

 
El Dios de esperanza os llene de todo gozo y paz en el creer.
Romanos 15:13
 
 
«¿Qué lo hace feliz?». Esta fue la pregunta que leí en la primera página de una revista muy conocida. Al hojearla descubrí una multitud de artículos destinados a amoblar y decorar la casa, o a crear un jardín más bonito. Vivir en un espacio agradable y confortable puede, sin duda, contribuir al bienestar, pero este privilegio no es accesible a todos.
En cambio, hay una felicidad a la que todos tienen acceso y es gratuita. “He aquí os doy nuevas de gran gozo”, dijo el ángel a los pastores cuando Jesús nació. “Os ha nacido hoy, en la ciudad de David, un Salvador, que es Cristo el Señor” (Lucas 2:10-11). El mundo de aquel entonces no quiso recibir esta buena noticia, pero hoy, todo aquel que se acerca a Jesús con fe puede experimentar el verdadero gozo de la salvación, del perdón y de la vida eterna.
Dios también da la paz: “Tenemos paz para con Dios por medio de nuestro Señor Jesucristo” (Romanos 5:1). Él mismo hizo la paz “mediante la sangre de su cruz” (Colosenses 1:20). Jesús, muerto y resucitado, dijo a sus discípulos tristes y temerosos: “Paz a vosotros” (Juan 20:21). Creer en el Señor Jesucristo es experimentar esta paz profunda en nuestra conciencia y su gozo en nuestro corazón. Los primeros cristianos de Roma poseían esta felicidad y esta paz, y el apóstol Pablo deseaba que estuviesen rebosantes de ellas.
Cristianos, oremos para que Dios nos ayude a estar llenos de ellas y a transmitirlas a los que nos rodean.
“Por cuanto me has alegrado, oh Señor, con tus obras; en las obras de tus manos me gozo” (Salmo 92:4). “Me hiciste conocer los caminos de la vida; me llenarás de gozo con tu presencia” (Hechos 2:28).

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viernes, 17 de febrero de 2017

¿RESUCITÓ JESÚS?

 
Bendito el Dios y Padre de nuestro Señor Jesucristo, que según su grande misericordia nos hizo renacer para una esperanza viva, por la resurrección de Jesucristo de los muertos.
1 Pedro 1:3
Jesucristo, a quien amáis sin haberle visto, en quien creyendo, aunque ahora no lo veáis, os alegráis con gozo inefable y glorioso.
1 Pedro 1:7-8
 
 
Cuando Jesús fue arrestado, sus discípulos lo abandonaron. Después de su muerte, estaban desanimados, temerosos y decepcionados. Aunque Jesús ya se lo había dicho, no habían comprendido que resucitaría (Lucas 24:1-11). Pero después de su resurrección y de lo que vivieron el día de Pentecostés, cuando el Espíritu Santo descendió sobre ellos, esos mismos hombres y mujeres que antes estaban desanimados fueron transformados mediante el poder de Cristo resucitado.
En su nombre trastornaron el mundo. Varios de ellos perdieron la vida debido a su fe; otros fueron terriblemente perseguidos. Su valentía no hubiese tenido sentido sin su convicción de que Jesucristo había resucitado de los muertos realmente. Pensaban que Cristo valía mucho más que sus vidas.
Jesús es un Señor vivo. Debido a su resurrección, los que lo siguen no siguen principios éticos de un jefe religioso mortal, sino que tienen una relación viva y personal con un Salvador vivo. Hoy Jesucristo vive y cuida a aquellos que confían en él y le obedecen.
A lo largo de los siglos, multitudes de hombres y mujeres reconocieron la importancia de creer en Jesucristo resucitado, ese Salvador vivo que quiere conducirnos por las sendas elevadas, y a veces audaces, de la fe. “El Señor es mi pastor; nada me faltará” (Salmo 23:1). ¡Él hizo todo lo necesario para que fuese posible!

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jueves, 16 de febrero de 2017

¿JESÚS RESUCITÓ?

 
Después de haber padecido, se presentó (Jesús a sus discípulos) vivo con muchas pruebas indubitables, apareciéndoseles durante cuarenta días y hablándoles acerca del reino de Dios.
Hechos 1:3
Así está escrito, y así fue necesario que el Cristo padeciese, y resucitase de los muertos al tercer día.
Lucas 24:46
 
 
–Jesús mismo había anunciado su resurrección a sus discípulos: “Después que le hayan azotado, le matarán; mas al tercer día resucitará. Pero ellos nada comprendieron de estas cosas, y esta palabra les era encubierta, y no entendían lo que se les decía” (Lucas 18:31-34).
–La tumba en la que el cuerpo de Jesús había sido colocado fue hallada vacía. Sin embargo, esta tumba había sido custodiada por unos soldados, cerrada con una enorme piedra, y sellada (Mateo 27:60, 66).
–Jesús apareció muchas veces a sus discípulos después de su muerte. Tras su resurrección, apareció al menos diez veces a los suyos, y en una ocasión apareció a 500 personas a la vez. El Señor probó que sus apariciones no eran alucinaciones, pues comió con sus discípulos, habló con ellos, lo tocaron. Le dijo a Tomás, mostrándole sus heridas: “Pon aquí tu dedo, y mira mis manos; y acerca tu mano, y métela en mi costado; y no seas incrédulo, sino creyente” (Juan 20:27).
–En vano los enemigos de Jesús trataron de hacer callar, mediante amenazas, a aquellos que habían sido testigos de su resurrección (Mateo 28:11-15).
–La resurrección de Jesús y la venida del Espíritu Santo, que se produjo poco tiempo después, son el fundamento del mensaje cristiano (Hechos 2:14-36).

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miércoles, 15 de febrero de 2017

CRISTO ES EL CUMPLIMIENTO DE LAS ESCRITURAS

 
Bienaventurados vuestros ojos, porque ven; y vuestros oídos, porque oyen. Porque de cierto os digo, que muchos profetas y justos desearon ver lo que veis, y no lo vieron; y oír lo que oís, y no lo oyeron.
Mateo 13:16-17
 
 
Cada uno de los cuatro evangelios presenta un aspecto diferente de Jesús. El primero, Mateo, revela a Jesús como el Mesías esperado, aquel que cumple las profecías. Marcos evoca el siervo de Dios; Lucas, el hombre perfecto; y Juan, el Hijo de Dios.
El evangelio según Mateo es como un puente entre el Antiguo y el Nuevo Testamento. Los profetas del Antiguo Testamento anunciaban las profecías concernientes al Mesías, el Cristo, y esperaban su cumplimiento. Los discípulos de Jesús las estaban viviendo, pues Jesús era el Cristo. Estaban viendo y oyendo lo que los creyentes de otro tiempo habían esperado. Mateo describe a Jesús no como un profeta más, sino como aquel que cumplió la profecía. El Reino de Dios, esperado desde hacía tanto tiempo, había llegado en la persona del Señor Jesús, pero no fue recibido.
Jesús también es Aquel que cumple la Ley de Dios revelada en el Antiguo Testamento. Algunos pensaban que Jesús no la respetaba, por ejemplo cuando sanó a una persona el día sábado. Pero Jesús pudo decir: “No he venido para abrogar, sino para cumplir” (Mateo 5:17). Jesús fue más allá de un simple respeto exterior a la Ley. Era esta justicia del corazón, y no de las palabras, lo que animaba su vida. Los motivos que le hacían actuar eran los de Dios, quien es amor y luz. Jesús vivía “de toda palabra que sale de la boca de Dios” (Mateo 4:4).

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lunes, 13 de febrero de 2017

ORAR CON LOS LABIOS O CON EL CORAZÓN

 
El que siembra escasamente, también segará escasamente; y el que siembra generosamente, generosamente también segará. Cada uno dé como propuso en su corazón: no con tristeza, ni por necesidad, porque Dios ama al dador alegre.
2 Corintios 9:6-7
 
 
Un hombre rico, que decía ser cristiano, oraba con su familia para que Dios cuidase de los pobres y los desdichados. Pero cuando un mendigo llamaba a su puerta, se apresuraba a responder que no le quedaba nada, que solo tenía para sus propias necesidades.
Tristemente su pequeño hijo había asistido muchas veces a esas escenas en las que su padre despedía a esos menesterosos. Sin embargo, al llegar la noche oraba sin falta por aquellos que no tenían lo necesario.
–Papá, le dijo su hijo un día, ¡cómo me gustaría tener tu dinero!
–¿Qué harías con él, hijo mío?
–Respondería tus oraciones.
¿No nos sucede, queridos cristianos, que pronunciamos hermosas oraciones sin estar motivados por lo que pedimos, y sin darnos cuenta de que a veces tenemos nuestra propia responsabilidad para que sean respondidas? Por ejemplo, si decimos: “Hágase tu voluntad”, ¿nos damos prisa para saber cuál es y hacerla?
En los evangelios a menudo escuchamos a nuestro Señor denunciar a los fariseos hipócritas que, so pretexto de hermosas oraciones, solo buscaban su reputación religiosa y sus intereses personales. ¿Nos parecemos a ellos?
Un contraste perfecto es el Señor Jesús en su vida de olvido de sí mismo, compartiendo las tristezas de los demás y mediante una total abnegación. ¡Una vida así debería caracterizar a cada uno de los que dicen pertenecer a él!

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domingo, 12 de febrero de 2017

CONSEJOS PARA LEER LA BIBLIA


La recibisteis no como palabra de hombres, sino según es en verdad, la palabra de Dios, la cual actúa en vosotros los creyentes.
1 Tesalonicenses 2:13
Abre mis ojos, y miraré las maravillas de tu ley.
Salmo 119:18
 
 
El mensaje de la Biblia se vuelve vivo si es leído, no como obra de los hombres, sino como la Palabra de Dios.
–Dios habló para que la gente lo comprendiese. Leamos, pues, la Biblia sin buscar explicaciones complicadas. Es mejor leer pasajes seguidos, página por página, que leer versículos aislados. Una lectura aislada impide captar el sentido general. Es más fácil empezar por un evangelio, por ejemplo el de Marcos.
–Los textos más recientes de la Biblia son de hace unos 1.900 años. A menudo toman como imágenes escenas de la vida de antes. Sin embargo, la enseñanza espiritual de la Biblia sigue siendo muy actual. La erudición es inútil para comprender el sentido moral.
–Leamos la Biblia con oración. No se trata de hacer un análisis literario de los textos, sino de recibir su mensaje con confianza y creerlo. Gracias al Espíritu Santo podemos captar y asimilar la Palabra de Dios.
–Leámosla sin ideas preconcebidas, haciendo abstracción de lo que hemos oído o leído. Cada vez que leamos la Biblia, hagámoslo en la presencia de Dios como si fuese la primera vez. Hoy en día esto es imprescindible, pues se difunden muchas opiniones contradictorias sobre la Biblia.
–Leámosla sin tratar de buscar en ella una enseñanza filosófica. Busquemos más bien aquello que necesitamos para nuestra vida espiritual de cada día. La Palabra de Dios se aclara cuando ponemos en práctica lo que comprendimos.

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sábado, 11 de febrero de 2017

INTERPRETACIÓN

 
Te alabo, Padre, Señor del cielo y de la tierra, porque escondiste estas cosas de los sabios y de los entendidos, y las revelaste a los niños. (Palabras del Señor Jesús).
Mateo 11:25
 
 
A veces oímos decir: «La Biblia no debe tomarse al pie de la letra. Para un mismo texto existen diferentes interpretaciones posibles...».
–Si le pido a mi hijo que ponga la mesa inmediatamente, puede hacerse el sordo o desobedecer. Pero en todo caso la orden es clara y no deja lugar a ninguna interpretación.
La Biblia dice: “Dios... ahora manda a todos los hombres en todo lugar, que se arrepientan” (Hechos 17:30). Es una orden, y es válida ahora, en todo lugar y para todos. Es clara e indiscutible.
–Si le entrego un regalo a mi amigo y le digo: «Toma, es para ti», ¿se preguntará cómo tiene que interpretar mis palabras?
La Biblia también dice: “De tal manera amó Dios al mundo, que ha dado a su Hijo unigénito, para que todo aquel que en él cree, no se pierda, mas tenga vida eterna” (Juan 3:16). Se trata de un regalo para el que cree en Jesús. ¿Es necesario interpretar este texto, o creerlo simplemente?
Seamos prudentes para interpretar los textos de la Biblia. Corremos el riesgo de mezclarlos con nuestros pensamientos y sustraernos a su mensaje. Podríamos perder las certezas que Dios quiere darnos. Si no podemos creer a Dios, ¿entonces a quién creeremos?
Es cierto que la Biblia contiene pasajes difíciles. La Palabra de Dios nos supera. Pero Dios nos ha indicado claramente el camino para ir a él. “Cree en el Señor Jesucristo, y serás salvo” (Hechos 16:31). Dios habla para ser comprendido, y siempre cumple sus promesas.

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viernes, 10 de febrero de 2017

LA CUEVA DE ADULAM


 
David... huyó a la cueva de Adulam; y cuando sus hermanos y toda la casa de su padre lo supieron, vinieron allí a él. Y se juntaron con él todos los afligidos, y todo el que estaba endeudado, y todos los que se hallaban en amargura de espíritu, y fue hecho jefe de ellos; y tuvo consigo como cuatrocientos hombres.
1 Samuel 22:1-2
 
 
El rey David es uno de los personajes más conocidos de la Biblia. Es el joven pastor que venció a Goliat, es el autor de numerosos salmos y el primer rey fiel a Dios en Israel. Pero David pasó por muchas dificultades antes de llegar al trono. Fue perseguido por sus enemigos, e incluso tuvo que vivir en una caverna.
Los hermanos de David se reunieron allí con él, persuadidos de que Dios lo había elegido para salvar a su pueblo. Otro grupo de personas también se refugió junto a David; no tenían ningún parentesco con él, pero tenían en común una cosa: lo habían perdido todo. Unos estaban sumidos en la tristeza, otros tenían deudas y otros se hallaban en amargura de espíritu.
La tristeza es ese sentimiento que experimentamos cuando ya no tenemos más puntos de referencia y no sabemos a dónde ir. Pero en una situación así, podemos experimentar realmente la confianza en Dios.
Las deudas pueden ser abrumadoras, pero la mayor de todas es la que tenemos con Dios debido a nuestro pecado. Así como esos hombres fueron a David, nosotros podemos ir al Salvador, quien pagó la deuda en nuestro lugar.
Por último, la amargura en el alma puede evocar el temor de la muerte, perspectiva que da un sabor amargo a las más hermosas alegrías. Refugiémonos en el Señor Jesús, quien dijo: “Yo soy la resurrección y la vida” (Juan 11:25). Él es el Salvador, pero también el jefe y el centro de reunión de los cristianos.

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jueves, 9 de febrero de 2017

EL PODER DEL PERDÓN DE CRISTO

Vuélvete... dice el Señor; no haré caer mi ira sobre ti, porque misericordioso soy yo, dice el Señor, no guardaré para siempre el enojo.

Jeremías 3:12

Vuélvase al Señor, el cual tendrá de él misericordia, y al Dios nuestro, el cual será amplio en perdonar.

Isaías 55:7

Pedro, discípulo de Jesús, pensaba que amaba a su Maestro más que los demás. Sin embargo lo negó tres veces consecutivas (Lucas 22:54-62). Luego, algunos días después de la muerte y resurrección del Señor, Pedro y otros discípulos fueron al lago a pescar. De repente Jesús se acercó. Juan fue el primero en reconocerlo y dijo a Pedro: “¡Es el Señor!” (v. 7). E inmediatamente Pedro se echó al agua para ir al encuentro de Jesús lo más rápido posible.
¿Había olvidado que acababa de negar a su Maestro? ¿No tenía vergüenza? ¿No hubiese hecho mejor manteniéndose alejado y presentarse en último lugar? No, al contrario, Pedro se apresuró a reunirse con él porque entre tanto Jesús había tenido un encuentro con él en privado (Lucas 24:34) y le había asegurado su total perdón. Su actitud no fue inoportuna, pues dio testimonio de la confianza que tenía en el amor de su Maestro.
Creyentes, esto puede darnos ánimo si nos hemos comportado mal, si hemos pecado. Es triste deshonrar al Señor cuando conocemos su amor. Pero si después de haberle confesado nuestro pecado nos mantenemos alejados so pretexto de que somos indignos de acercarnos, dudamos de él. Es escuchar la voz de Satanás, quien trata de mantenernos lejos de Aquel que perdona y quiere restaurarnos.
¡Acerquémonos a nuestro Salvador con confianza y humildad, con la valentía de la fe, pues él nos ama!

© Editorial La Buena Semilla, 1166 PERROY (Suiza)

miércoles, 8 de febrero de 2017

¿QUÉ SIGNIFICA SER CRISTIANO?

 
En ningún otro hay salvación; porque no hay otro nombre bajo el cielo, dado a los hombres, en que podamos ser salvos.
Hechos 4:12
A los discípulos (de Cristo) se les llamó cristianos.
Hechos 11:26
Siendo manifiesto que sois carta de Cristo.
2 Corintios 3:3
 
 
Hoy en día hay mucha confusión con respecto al sentido de esta palabra. Muchas personas dicen que son cristianas simplemente porque fueron bautizadas. Pero si no hay nada más, solo se trata de una etiqueta.
La palabra “cristiano”, al igual que la palabra «cristianismo», tiene la misma raíz, es decir, “Cristo”. Al principio de la historia de la Iglesia, los discípulos de Jesucristo recibieron este calificativo. Un verdadero discípulo es aquel que cree en la persona y en el mensaje de su maestro, y se esfuerza en vivir según sus enseñanzas. Para ser un cristiano, en primer lugar se debe creer en Jesús, aceptarlo personalmente como Salvador y Señor. Es necesario haber nacido “de nuevo” (Juan 3:3), es decir, poseer la vida eterna. Todos los que reconocen que son pecadores y creen que Jesús, al morir en la cruz, sufrió en su lugar el juicio que merecían, pueden recibir esta vida eterna.
Desde el día en que la Iglesia fue formada, ha habido muchas generaciones de cristianos. ¿Han sido todos verdaderos creyentes? Es grave atribuirse el nombre de cristiano sin tener la vida de Dios, sin preocuparse por Jesucristo. El que lo hace lleva una etiqueta que no refleja la realidad.
Cada uno de nosotros debe saber claramente quién es. ¿Soy un verdadero cristiano? ¿He tenido un encuentro personal con Jesucristo? Y si es así, ¿estoy dispuesto a seguir a mi Maestro y a honrarlo en mi vida?

© Editorial La Buena Semilla, 1166 PERROY (Suiza)

lunes, 6 de febrero de 2017

¿NO ME CONOCE?

 
Jesús le dijo: ¿Tanto tiempo hace que estoy con vosotros, y no me has conocido, Felipe? El que me ha visto a mí, ha visto al Padre.
Juan 14:9
 
 
Desde que Jesús le dijo: “Sígueme” (Juan 1:43), Felipe lo siguió y dio testimonio de que había hallado al Mesías. Luego vivió en compañía de Jesús durante tres años. Escuchó sus enseñanzas y vio sus milagros. Incluso escuchó a Pedro declarar a Jesús: “Tú eres... el Hijo del Dios viviente” (Mateo 16:16).
Pero Felipe no captó lo esencial del mensaje de Jesús y el valor de su presencia, y le dijo: “Señor, muéstranos el Padre, y nos basta” (Juan 14:8). Jesús le respondió: “¿Tanto tiempo hace que estoy con vosotros, y no me has conocido, Felipe? El que me ha visto a mí, ha visto al Padre” (Juan 14:9).
Esta pregunta se dirige a nosotros: ¿Cómo conocemos a Jesús? ¿Lo consideramos como un gran hombre, fundador de una religión? Esto no es suficiente, pues lo fundamental es conocerlo como el Hijo de Dios, que está vivo, el Señor.
Felipe no había captado que Jesús revela a Dios perfectamente. Al ver a Jesús percibimos a Dios, el Padre, tal y como se dio a conocer. El que desea acercarse a Jesús con toda humildad y verdad descubre quién es Dios. Ir a Jesús es el único camino hacia Dios. Jesús es el único intermediario, el único mediador entre Dios y los hombres. Es el hombre Jesucristo, quien se dio a sí mismo en rescate por todos (1 Timoteo 2:5-6).
Conocer al Señor Jesús es el principio y, a la vez, el objetivo de la vida cristiana. ¿Qué progresos he hecho en el conocimiento de Jesús desde que él me salvó? ¿Me dejo transformar a su imagen? (2 Corintios 3:18).

© Editorial La Buena Semilla, 1166 PERROY (Suiza)

sábado, 4 de febrero de 2017

AL BORDE DE LA TRAGEDIA

 
En una o en dos maneras habla Dios; pero el hombre no entiende.
Job 33:14
Os rogamos en nombre de Cristo: Reconciliaos con Dios.
2 Corintios 5:20
 
 
Ella navegaba en solitario. En la noche salió a la cubierta y una ola la arrojó fuera del barco, que prosiguió su ruta dirigido por el piloto automático. Más tarde el equipo de salvamento marino la rescató in extremis. Al día siguiente dijo que estaba viva de milagro, y añadió: «El diablo no me quiso».
El objetivo del diablo es hacer daño a los hombres, pero no puede ir más allá de los límites que Dios, quien es soberano, le puso (Job 1 y 2). Al contrario, Dios ama a todos los seres humanos y protege a sus hijos. ¡Fue él quien permitió ese milagro! A veces nos habla de forma muy clara, como lo hizo con esta navegante. Su bondad nos invita al arrepentimiento así como al agradecimiento. Estemos atentos a su voz, y sobre todo no consideremos al diablo como un tema de broma. Si no escuchamos la voz de Dios, tendremos que escuchar en el día del juicio esta terrible frase pronunciada por Cristo: “Apartaos de mí, malditos, al fuego eterno preparado para el diablo y sus ángeles” (Mateo 25:41). ¡Entonces ya no habrá solución!
Reconocer que Dios me habla, creer que hizo todo para salvarme, es tomar la mano del Salvador de mi alma... ¡Significa aceptar que Jesús murió en la cruz para llevar el juicio por mis pecados y recibir el don gratuito de Dios, es decir, la vida eterna! Este Salvador es el Cristo, el Hijo de Dios. Mañana será el Juez de vivos y muertos.
“El que cree en el Hijo tiene vida eterna; pero el que rehúsa creer en el Hijo no verá la vida, sino que la ira de Dios está sobre él” (Juan 3:36).

© Editorial La Buena Semilla, 1166 PERROY (Suiza)

viernes, 3 de febrero de 2017

EL AMOR VENCEDOR

 
En esto hemos conocido el amor, en que él puso su vida por nosotros.
1 Juan 3:16
Fuerte es como la muerte el amor.
Cantar de los cantares 8:6
 
 
«Es mejor un amor vencido que una victoria sin amor», dijo el filósofo ateo André Comte-Sponville con respecto a Jesús, quien murió en la cruz del Calvario.
Nadie, en efecto, puede negar el amor manifestado por Jesucristo hacia todos los que tuvieron un encuentro con él. Alimentó multitudes, curó enfermos y echó fuera demonios. “Anduvo haciendo bienes” (Hechos 10:38). A pesar de su incesante abnegación, tuvo que constatar: “Sin causa me aborrecieron” (Juan 15:25). Los que se habían beneficiado de su gracia y de sus cuidados le hicieron sufrir los más crueles ultrajes y luego lo condenaron a una terrible muerte.
¿Podemos concluir que su amor fue vencido por la maldad de los hombres? ¡No, pues fue precisamente su amor el que dejó que lo maltratasen! Cuando una tropa de soldados llegó para detenerlo, la única frase que pronunció les cerró la boca. Cuando Jesús dijo: “Yo soy, retrocedieron, y cayeron a tierra” (Juan 18:6). Hubiera podido escapar, pero aceptó voluntariamente los sufrimientos y la muerte en la cruz para ganar definitivamente la victoria sobre el pecado y la muerte. Satanás fue vencido (Hebreos 2:14), la muerte fue vencida (1 Corintios 15:54) y el pecado fue borrado de la presencia de Dios (Hebreos 9:26).
Así la victoria completa y definitiva del amor de Dios tuvo lugar cuando los hombres cometieron ese odioso crimen. Todo aquel que cree puede beneficiarse de esta victoria. ¡“Gracias sean dadas a Dios, que nos da la victoria por medio de nuestro Señor Jesucristo”! (1 Corintios 15:57).

© Editorial La Buena Semilla, 1166 PERROY (Suiza)