lunes, 13 de febrero de 2017

ORAR CON LOS LABIOS O CON EL CORAZÓN

 
El que siembra escasamente, también segará escasamente; y el que siembra generosamente, generosamente también segará. Cada uno dé como propuso en su corazón: no con tristeza, ni por necesidad, porque Dios ama al dador alegre.
2 Corintios 9:6-7
 
 
Un hombre rico, que decía ser cristiano, oraba con su familia para que Dios cuidase de los pobres y los desdichados. Pero cuando un mendigo llamaba a su puerta, se apresuraba a responder que no le quedaba nada, que solo tenía para sus propias necesidades.
Tristemente su pequeño hijo había asistido muchas veces a esas escenas en las que su padre despedía a esos menesterosos. Sin embargo, al llegar la noche oraba sin falta por aquellos que no tenían lo necesario.
–Papá, le dijo su hijo un día, ¡cómo me gustaría tener tu dinero!
–¿Qué harías con él, hijo mío?
–Respondería tus oraciones.
¿No nos sucede, queridos cristianos, que pronunciamos hermosas oraciones sin estar motivados por lo que pedimos, y sin darnos cuenta de que a veces tenemos nuestra propia responsabilidad para que sean respondidas? Por ejemplo, si decimos: “Hágase tu voluntad”, ¿nos damos prisa para saber cuál es y hacerla?
En los evangelios a menudo escuchamos a nuestro Señor denunciar a los fariseos hipócritas que, so pretexto de hermosas oraciones, solo buscaban su reputación religiosa y sus intereses personales. ¿Nos parecemos a ellos?
Un contraste perfecto es el Señor Jesús en su vida de olvido de sí mismo, compartiendo las tristezas de los demás y mediante una total abnegación. ¡Una vida así debería caracterizar a cada uno de los que dicen pertenecer a él!

© Editorial La Buena Semilla, 1166 PERROY (Suiza)

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