jueves, 23 de febrero de 2017

LA SIMPATÍA DIVINA

 
El Señor la vio, se compadeció de ella, y le dijo: No llores.
Lucas 7:13
En la multitud de mis pensamientos dentro de mí, tus consolaciones alegraban mi alma.
Salmo 94:1


En cada paso que dio, Jesús se encontró con el sufrimiento y la muerte, consecuencias del pecado para el hombre. Se conmovía profundamente y podía secar las lágrimas, como lo hizo con aquella viuda en duelo por su hijo único (Lucas 7:13). En otra ocasión, cuando Juan el Bautista fue ejecutado, sus discípulos, desorientados y afligidos, fueron a Jesús y le contaron lo que había sucedido.
Esta actitud de Jesús se repite con frecuencia en los evangelios; los que lo conocían a menudo sintieron su compasión y su profunda simpatía. En medio de su profunda tristeza se encomendaron a él, y siempre experimentaron lo mismo: los cuidados y el consuelo únicos que da el Señor. Como sabían que el Señor mide la prueba, la comprende y la vive junto al que sufre, ellos mismos iban a recibir un consuelo divino.
Incluso si ahora no vemos a Jesús como lo veían los discípulos, mediante la fe podemos sentir la realidad de su comprensión y consuelo. Gracias a él tendremos la fuerza para dejar una tumba en la que descansa el cuerpo de un ser querido, y de estar a Sus pies para exponerle nuestra tristeza, nuestra desesperación.
Entonces no nos sentiremos decepcionados, pues Jesús comprende el corazón desesperado por el peso del dolor. Siempre está dispuesto a escuchar, listo para responder, aliviar y consolar a todo el que confía en él. ¡Él mismo pasó por tantos sufrimientos!
“No tenemos un sumo sacerdote que no pueda compadecerse de nuestras debilidades, sino uno que fue tentado en todo según nuestra semejanza, pero sin pecado” (Hebreos 4:15).

© Editorial La Buena Semilla, 1166 PERROY (Suiza)

No hay comentarios: