domingo, 31 de diciembre de 2017

¡ABBA, PADRE!

 
Dios envió a su Hijo... a fin de que recibiésemos la adopción de hijos. Y por cuanto sois hijos, Dios envió a vuestros corazones el Espíritu de su Hijo, el cual clama: ¡Abba, Padre!
Gálatas 4:4-6
Amados, ahora somos hijos de Dios.
1 Juan 3:2
 
 
Una de las primeras palabras que un niño hebreo aprendía a pronunciar era «Abba». Son dos sílabas cortas que corresponden a nuestro «papá» en español. Papá, Abba, es un término de cariño, de intimidad, que significa: Padre. El apóstol Pablo, si bien escribe en griego su epístola a los romanos, emplea la palabra Abba, cuando dice a los que habían recibido a Cristo como Salvador: “Habéis recibido el espíritu de adopción, por el cual clamamos: ¡Abba, Padre!” (Romanos 8:15).
¡Cuán dulce es repetir la expresión: Padre! ¡Qué felicidad no ser más huérfano, tener un apoyo, un protector, una familia! Esta única palabra resume todas las bendiciones que Jesucristo trajo al mundo. Vino para darnos un Padre, ¡su Padre! “Como el Padre me ha amado, así también yo os he amado”, dijo a sus discípulos, y también a nosotros (Juan 15:9). Después de su resurrección, anunció a María Magdalena: “Subo a mi Padre y a vuestro Padre, a mi Dios y a vuestro Dios” (Juan 20:17).
Nuestras desobediencias nos habían alejado de Dios, pero Jesús vino a acercarnos a él. No solo fuimos perdonados, sino que entre Dios y nosotros se estableció una relación de intimidad: Jesús puso nuestra mano en la mano del Padre. Es la felicidad y la seguridad para todos los que creen y aceptan este hecho maravilloso.
“De tal manera amó Dios al mundo, que ha dado a su Hijo unigénito, para que todo aquel que en él cree, no se pierda, mas tenga vida eterna” (Juan 3:16).

© Editorial La Buena Semilla, 1166 PERROY (Suiza)

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