viernes, 14 de abril de 2017

LA CRUCIFIXIÓN DE JESUCRISTO


 
 
Jesús... anduvo haciendo bienes y sanando...
Hechos 10:38
(Pilato) les dijo por tercera vez: ¿Pues qué mal ha hecho este? Ningún delito digno de muerte he hallado en él... Mas ellos instaban a grandes voces, pidiendo que fuese crucificado... Entonces Pilato sentenció que se hiciese lo que ellos pedían.
Lucas 23:22-24
 
 
La crucifixión, «ese castigo de los más crueles y viles», según las palabras de Cicerón (autor latino del 1er siglo), era infligido por los romanos a los esclavos fugitivos y a los extranjeros criminales y rebeldes. Miles de condenados lo sufrieron, hasta que el emperador Constantino lo prohibió en el año 320.
Los evangelios relatan que Jesucristo fue condenado a esta muerte horrible. Pero, ¿qué crimen había cometido? Había manifestado compasión por los pobres, los abandonados, había alimentado a las multitudes, sanado a los enfermos, resucitado a muertos... Las multitudes se daban prisa para escuchar sus palabras de sabiduría y gracia. Pero Jesús también desenmascaraba las hipocresías y denunciaba el mal. Entonces, ¿por qué fue condenado? Las autoridades religiosas, celosas de su influencia, lo detuvieron y, después de un simulacro de juicio, lo acusaron de blasfemia porque había declarado que era el Hijo de Dios. Lo entregaron a la autoridad romana para que lo matasen. Pilato, aunque en tres ocasiones reconoció la inocencia de Jesús, cedió a su presión y lo condenó al suplicio de la cruz.
Pero, ¿fue esta la única razón de la muerte del Cristo? ¿Podemos considerarla solo como el resultado de un proceso inicuo, de un error jurídico voluntario? La Biblia nos señala otro aspecto sorprendente: “¿No era necesario que el Cristo padeciera estas cosas?” (Lucas 24:26).

© Editorial La Buena Semilla, 1166 PERROY (Suiza)

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