sábado, 15 de abril de 2017

ENTRE LAS RUINAS DE BABILONIA

 
 
Porque de cierto os digo que hasta que pasen el cielo y la tierra, ni una jota ni una tilde pasará de la ley, hasta que todo se haya cumplido.
Mateo 5:18
 
 
Hace más de un siglo, un oficial inglés pidió a un predicador que le diese una prueba clara y segura de que la Biblia es realmente la Palabra de Dios, y que no tiene un origen humano. Como el evangelista sabía que el oficial hacía numerosos viajes a Irak, en el Cercano Oriente, le preguntó si había visitado las ruinas de Babilonia. Efectivamente, había ido, por eso le respondió: «Las ruinas de Babilonia están llenas de animales salvajes que se pueden cazar. Una vez le pedí permiso al jeque para que me dejase ir con unos cazadores de la región. Algunos fueron conmigo a la antigua ciudad, pero al final del día, para mi gran sorpresa, todos recogieron su tienda y se fueron. Tuve que dejar la caza y seguirles. Al día siguiente fui a quejarme ante el jeque, quien me respondió: ¡Es demasiado peligroso pasar la noche en ese lugar! ¡Nadie se queda allí cuando anochece!».
El evangelista abrió su Biblia y leyó el texto escrito unos 700 años antes de Jesucristo: “Babilonia, hermosura de reinos y ornamento de la grandeza de los caldeos, será como Sodoma y Gomorra, a las que trastornó Dios. Nunca más será habitada, ni se morará en ella de generación en generación; ni levantará allí tienda el árabe, ni pastores tendrán allí majada; sino que dormirán allí las fieras del desierto, y sus casas se llenarán de hurones; allí habitarán avestruces, y allí saltarán las cabras salvajes. En sus palacios aullarán hienas, y chacales en sus casas de deleite; y cercano a llegar está su tiempo, y sus días no se alargarán” (Isaías 13:19-22).

© Editorial La Buena Semilla, 1166 PERROY (Suiza)

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