sábado, 24 de septiembre de 2011

Y SE CERRO LA PUERTA

Vino el esposo; y las que estaban preparadas entraron con él a las bodas; y se cerró la puerta. Después vinieron también las otras vírgenes, diciendo: ¡Señor, señor, ábrenos! Mas él, respondiendo, dijo: De cierto os digo, que no os conozco. Velad, pues, porque no sabéis el día ni la hora en que el Hijo del Hombre ha de venir.

Mateo 25:10-13

Un predicador explicaba a su auditorio la parábola de las diez vírgenes (Mateo 25:1-13), subrayando especialmente las palabras del final: “Y se cerró la puerta”.
Entre el público se encontraban dos bro­mistas que habían asistido con la intención de ridiculizar el Evangelio y al predicador. Al escuchar esas palabras, uno susurró al oído del otro: « ¡No hay peligro alguno! Sabemos de sobra que cuando una puerta se cierra, ¡Siempre hay otra que se abre!».
Y cuál no fue su sorpresa cuando el predicador, quien no podía haber oído esa reflexión, continuó diciendo: Quizás en esta sala haya personas imprudentes e indiferentes que se resisten a la Palabra de Dios, y que se dicen: « ¡Qué importa! ¡Cuando una puerta se cierra, otra se abre!». Tienen toda la razón. Sí, cuando la puerta del cielo se cierre, otra se abrirá. ¿Necesito decirles cuál? Es la puerta del abismo, la puerta del tormento eterno, la puerta del infierno».
Los dos jóvenes, perplejos, reconocieron que Dios mismo había oído lo que habían dicho y les contestaba inmediatamente por medio del predicador. Poco tiempo después uno de ellos se convirtió y encontró la paz con Dios.


© Editorial La Buena Semilla, 1166 PERROY (Suiza)

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