jueves, 12 de mayo de 2011

REPERCUSIONES

Mi pecado te declaré, y no encubrí mi iniquidad.

Salmos 32:5

«Los padres toman y los hijos trincan», dice un eslogan contra el alcohol. Esta frase subraya una triste realidad: Lo que hacemos tiene repercusiones sobre los demás, tanto para bien como para mal.
Dios nos creó para que nos amásemos y nos ayudásemos. Hizo que fuésemos solidarios y responsables unos con otros, pero el pecado vino a mancharnos y herirnos. Nuestros errores tienen consecuencias incalculables a nuestro alrededor, entre nuestros contactos. Así el mal se extiende, pues cada pecado que cometo contribuye al reinado del mal, que hiere a toda la humanidad, empezando por mis familiares.
¿Es esta una constatación sin esperanza? No, pues Dios no abandona a nadie a tales consecuencias, sino que declara: “El hijo no llevará el pecado del padre” (Ezequiel 18:20). Jesús es el Salvador que Dios ofreció para todos los pecadores. Tiene compasión de todos los que están heridos o cansados. Se pone a la altura de la situación en la que estoy, herido, lleno de pensamientos corruptos, de odio hacia Dios o hacia mi prójimo, rodeado de mil flaquezas y dudas… Puedo hacer la misma oración que encuentro en la Biblia: “De lo profundo, oh Señor, a ti clamo… Si mirares a los pecados, ¿quién, oh Señor, podrá mantenerse? Pero en ti hay perdón, para que seas reverenciado” (Salmos 130:1, 3-4). Jesús es el Salvador de toda vida arruinada. Él levanta a los de corazón oprimido y libera de las cadenas más pesadas. Es mi Salvador, y también quiere ser el suyo.
1Trincar (del alemán trinken): Término familiar que significa tomar bebidas alcohólicas


© Editorial La Buena Semilla, 1166 PERROY (Suiza)

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