Si no os volvéis y os hacéis como niños, no entraréis en el reino de los
cielos.
Mateo 11:25; 18:2-3
Esta oración de Jesús (Mateo 11:25-26) es una alabanza dirigida a su
Padre. El motivo de dicha alabanza
podría sorprendernos, pues da las gracias porque muchas cosas que están
escondidas para los sabios y entendidos, son reveladas a los niños.
Quizá nos parece que hombres maduros entenderían mejor la Palabra de Dios que los niños. Eso es cierto en lo concerniente al conocimiento del hombre o de la naturaleza. Pero Dios se halla tan por encima de nosotros que no podemos acercarnos a él a través de nuestros medios humanos limitados.
La única manera de conocer a Dios es por la fe. Esa fe es semejante a la confianza serena de un niño respecto a sus padres, la cual sencillamente consiste en creer en alguien que sabe lo que hace y que no se equivoca.
Incluso si eso es difícil debido a nuestro orgullo, debemos abandonar nuestros razonamientos y aceptar simplemente lo que nos declara: somos pecadores, necesitamos un Salvador y por amor a nosotros el Hijo de Dios aceptó ser ese Salvador perfecto mediante el sacrificio de su vida en la cruz del Gólgota.
El niño que cree en sus padres aprende y comprende rápido; y los que creen en Dios también. Entonces pueden asociarse a la alabanza de Jesús y bendecir a Dios por esta magnífica revelación de su amor.
Quizá nos parece que hombres maduros entenderían mejor la Palabra de Dios que los niños. Eso es cierto en lo concerniente al conocimiento del hombre o de la naturaleza. Pero Dios se halla tan por encima de nosotros que no podemos acercarnos a él a través de nuestros medios humanos limitados.
La única manera de conocer a Dios es por la fe. Esa fe es semejante a la confianza serena de un niño respecto a sus padres, la cual sencillamente consiste en creer en alguien que sabe lo que hace y que no se equivoca.
Incluso si eso es difícil debido a nuestro orgullo, debemos abandonar nuestros razonamientos y aceptar simplemente lo que nos declara: somos pecadores, necesitamos un Salvador y por amor a nosotros el Hijo de Dios aceptó ser ese Salvador perfecto mediante el sacrificio de su vida en la cruz del Gólgota.
El niño que cree en sus padres aprende y comprende rápido; y los que creen en Dios también. Entonces pueden asociarse a la alabanza de Jesús y bendecir a Dios por esta magnífica revelación de su amor.
© Editorial La
Buena Semilla, 1166 PERROY (Suiza)
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