No te avergüences de dar
testimonio de nuestro Señor… sino participa de las aflicciones por el evangelio
según el poder de Dios, quien nos salvó y llamó con llamamiento santo, no
conforme a nuestras obras, sino según el propósito suyo y la gracia.
2 Timoteo 1:8-9
La reglamentación de aviación civil obliga a la
tripulación aérea a fijarse en las alarmas de seguridad antes del despegue. Una de ellas dice: «En caso de descompresión
de la cabina, las máscaras de oxígeno caerán automáticamente al alcance de su
mano. Tome la máscara, colóquela en la
boca y la nariz y respire normalmente». Las
personas que viajan en avión deben estar atentas a estas recomendaciones, pues
eso podría salvarles la vida.
Los que creemos en Cristo también recibimos un mensaje que puede salvar la vida de las personas que nos rodean: la gracia de Dios trae la vida eterna. A menudo, cuando hablamos de esto, vemos indiferencia en la gente, pero pensemos en las personas que nunca han oído hablar del Señor, y no nos desanimemos: continuemos anunciando este mensaje.
El mensaje de alarma en la aviación está complementado por éste: «Póngase primeramente su máscara antes de ayudar a otros». Este principio de seguridad es capital. La tentación para una madre es colocar primeramente la máscara a su hijo. El riesgo es que no lo consiga a tiempo y que ambos pierdan el conocimiento. Igual sucede con la vida eterna que da la fe en el Señor Jesucristo: primero es necesario poseerla uno mismo antes de poder ayudar a una persona que vive una vida sin Dios.
Los que creemos en Cristo también recibimos un mensaje que puede salvar la vida de las personas que nos rodean: la gracia de Dios trae la vida eterna. A menudo, cuando hablamos de esto, vemos indiferencia en la gente, pero pensemos en las personas que nunca han oído hablar del Señor, y no nos desanimemos: continuemos anunciando este mensaje.
El mensaje de alarma en la aviación está complementado por éste: «Póngase primeramente su máscara antes de ayudar a otros». Este principio de seguridad es capital. La tentación para una madre es colocar primeramente la máscara a su hijo. El riesgo es que no lo consiga a tiempo y que ambos pierdan el conocimiento. Igual sucede con la vida eterna que da la fe en el Señor Jesucristo: primero es necesario poseerla uno mismo antes de poder ayudar a una persona que vive una vida sin Dios.
© Editorial La Buena Semilla, 1166 PERROY (Suiza)
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