lunes, 14 de marzo de 2011

CUANDO EL PERSEVERAR TE RESULTE DIFICIL

Por Fernando Alexis Jiménez

Vivir a Cristo es todo un proceso que comienza, cuando lo recibimos a Él en nuestro corazón como único y suficiente Salvador. No basta con recibirlo y seguir como si nada. En absoluto, algo muy grande ocurrió, como lo describe el autor sagrado: "… pues habéis sido comprados por precio; glorificad, pues, a Dios en vuestro cuerpo y en vuestro espíritu, los cuales son de Dios" (1 Corintios 6:20).

No nos pertenecemos a nosotros. ¿Se da cuenta? Nuestros pensamientos y acciones deben estar en consonancia con sus principios eternos, que aprendemos en la Biblia.

Pero, ¿cómo lograrlo? En las fuerzas de Dios. Observe lo maravilloso que es Él. Perdonó nuestros pecados por la obra sacrificial de Su Hijo Jesús y, además, si dependemos de Él, nos ayuda a sobreponernos a la tentación.

Una disposición personal

Dios nos ayuda a superar las tentaciones, no obstante debe haber una disposición interna, en usted y en mí, para no ceder. Solamente Él nos fortalece.

Esa disposición fue la misma que mostró Daniel, cuando desde tiempos antiguos se dispuso a no ceder: "Daniel propuso en su corazón no contaminarse con la comida del rey ni con el vino que él bebía; pidió, por tanto, al jefe de los eunucos que no se le obligara a contaminarse" (Daniel 1:8).

Él tenía claro que el mundo de la época se guiaba por principios, errados, pero principios al fin. Haberlos seguido implicaba una separación del Señor.

Hoy día nos vemos confrontados con una situación similar, como advierte el apóstol Juan: "No améis al mundo ni las cosas que están en el mundo. Si alguno ama al mundo, el amor del Padre no está en él" (1 Juan 2:15).

Teniendo cuidado al pensar y al obrar

Satanás siempre sale al paso para mostrarnos como atrayente, el mundo y los placeres que ofrecen. Incluso hay quienes, llamándose creyentes, se dejan mover por esas corrientes de pensamiento.

El rey Salomón, con infinita sabiduría, exhortó a ser muy cuidadosos de qué sendero tomamos, así luzca atrayente a simple vista: "Hay camino que al hombre le parece derecho, pero es camino que lleva a la muerte" (Proverbios 16:25).

Ahora, ¿qué hacer si nos encontramos en el laberinto? Ser muy sabios. Y tal sabiduría no proviene de nuestro corazón sino de Dios mismo. Es necesario que caminemos con pies de plomo.

Al respecto, el apóstol Pablo escribe: "Todas las cosas me son lícitas, pero no todas convienen; todas las cosas son lícitas, pero yo no me dejará dominar por ninguna" (1 Corintios 6:12).

Quien tiene claro que es creyente, sabe permanecer en el Camino de Salvación y no se deja arrastrar. A eso se refiere el amado Pablo al referirse a si se es lícito o no lo que se hace.

Cuando aquello a lo que nos sentimos inclinados a hacer, lo pasamos por el tamiz de la Biblia, encontramos paz o inquietud, lo que nos dirá sin mayores rodeos, si está bien o mal.

Juan lo explicó de la siguiente manera: "Amados, si nuestro corazón no nos reprende, confianza tenemos en Dios..." (1 Juan 3:21).

Perseverar implica dar cada nuevo paso, tomados de la mano del Señor Jesús y no en nuestras fuerzas. Recuérdelo bien: en nuestras fuerzas tenemos la tendencia a fallar. En Cristo, en absoluto, porque vamos en victoria.

Quizá lo que ocurre con usted es que persevera, pero en sus fuerzas y no en las de Cristo. Invierta el orden y descubrirá que no es tan difícil como aparenta.


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