miércoles, 25 de enero de 2012

¿PRECARIEDAD O ESTABILIDAD?

Dios mío, fortaleza mía, en él confiaré… A ti clamaré, oh Señor. Roca mía… Oye la voz de mis ruegos.

Salmos 18:2; 28:1-2

Nos duele ver cada vez más personas que viven en una situación precaria en nuestra sociedad. ¡Cuántas personas sin un domicilio, ni trabajo, ni familia, obligadas a vivir cada día en condiciones difíciles que no se sabe cuánto tiempo durarán! El creyente no debe permanecer insensible a tales sufrimientos, y la generosidad debería caracterizarlo. Esta es la enseñanza de Jesús en el evangelio: “Al que te pida, dale; y al que quiera tomar de ti prestado, no se lo rehúses” (Mateo 5:42).
Pero si reflexionamos bien podemos darnos cuenta de que todo hombre vive en una situación precaria frente a la eternidad. Efectivamente, ¿quién está exento de una repentina desgracia económica, de un problema de salud, e incluso quién puede saber si estará vivo mañana? “Toda carne es como hierba, y toda la gloria del hombre como flor de la hierba. La hierba se seca, y la flor se cae; mas la palabra del Señor permanece para siempre” (1 Pedro 1:24-25). Este versículo, si bien nos compara a una efímera flor, también nos dice que en Dios podemos encontrar lo duradero, lo inmutable. No ofrece soluciones precarias a los problemas de los seres humanos, sino que les asegura la vida eterna. “El que cree en el Hijo (de Dios) tiene vida eterna” (Juan 3:36). El que cree en Jesucristo adquiere una condición de estabilidad absoluta: pasa a ser hijo del gran Dios soberano y comprueba que día tras día su Padre celestial se encarga de todos los aspectos de su vida terrenal. Además, sabe que le prepara un futuro eterno.


© Editorial La Buena Semilla, 1166 PERROY (Suiza)

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