lunes, 30 de enero de 2012

"LOS QUE NO TIENEN DINERO, VENID"

Porque tú dices: Yo soy rico… de ninguna cosa tengo necesidad; y no sabes que tú eres un desventurado, miserable, pobre, ciego y desnudo. Por tanto, yo te aconsejo que de mí compres oro refinado en fuego, para que seas rico, y vestiduras blancas para vestirte…

Apocalipsis 3:17-18

En los versículos de hoy el apóstol Juan pinta un cuadro muy oscuro de los cristianos de Laodicea. Pero éste también es el estado en el cual se encuentra gran número de seres humanos. El que no conoce a Dios es “miserable, pobre, ciego y desnudo”. No es feliz, y para esconder su tristeza se sumerge en todo tipo de placeres mundanos en los cuales nunca encuentra la paz. Su pobreza es evidente. Incluso si acumula riquezas, al final de cuentas se queda sin nada. “Como salió del vientre de su madre, desnudo, así vuelve, yéndose tal como vino; y nada tiene de su trabajo para llevar en su mano” (Eclesiastés 5:15). En otras palabras, está ciego espiritualmente, porque prefirió las tinieblas a la luz que trae Jesucristo (Juan 3:19).
Dios dice: “A todos los sedientos: Venid…, comprad… sin dinero y sin precio” (Isaías 55:1). Dios ofrece la vida eterna “sin dinero y sin precio”. Es un don gratuito, porque Jesús ya pagó el precio. Lo único que debemos hacer es reconocer nuestra incapacidad para salvarnos, arrepentirnos y creer en el Salvador que expió nuestros pecados mediante su sacrificio en la cruz. Sólo él da la felicidad de una conciencia liberada a aquel que cree. Lo reviste de la única justicia aceptada por el gran Juez. Las “abundantes riquezas de su gracia” son para él (Efesios 2:7).


© Editorial La Buena Semilla, 1166 PERROY (Suiza)

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