martes, 6 de marzo de 2012

¿TENEMOS SED?

Dios, Dios mío eres tú; de madrugada te buscaré; mi alma tiene sed de ti.

Salmo 63:1



Derramaré aguas sobre el sequedal.

Isaías 44:3

“Si alguno tiene sed, venga a mí y beba” (Juan 7:37). Estas palabras fueron pronunciadas por Jesús ante una gran multitud durante una fiesta religiosa en Jerusalén. El Salvador del mundo llevaba entonces, como lo hace aún hoy, la buena nueva de salvación.
Quizás usted sienta una sed que hasta ahora nada ha podido saciar… sed de paz, de amor, de seguridad. A usted precisamente se dirige este llamado de Jesús.
Una mujer, insatisfecha con su vida, dijo un día a Jesús: “Dame esa agua, para que no tenga yo sed” (Juan 4:15). Quería recibir el “don de Dios” ofrecido por aquel que acababa de decirle: “El que bebiere del agua que yo le daré, no tendrá sed jamás”. Entonces, no pudiendo esconder nada a Jesús, quien conocía su vida, tuvo que reconocer la verdadera razón de su sed espiritual: ¡había pecado! Después de este encuentro, que transformó su vida, fue a decir a los habitantes de su ciudad: “Venid, ved a un hombre que me ha dicho todo cuanto he hecho” (4:29).
Sí, acudir a Jesús para reconocer y confesar sus pecados es ir a la fuente del agua de la vida. Ir a él es creer en su sacrificio que borra los pecados y purifica la conciencia del creyente. A todos los que depositan su confianza en él, Jesucristo les da alegría y paz desde ahora.
Leamos la Palabra de Dios, la Biblia, y así seremos alimentados, refrescados. “Mi alma tiene sed de ti… será saciada mi alma… Está mi alma apegada a ti” (Salmos 63:1, 5, 8).


© Editorial La Buena Semilla, 1166 PERROY (Suiza)

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