Amargura grande me sobrevino en la paz, mas a ti
agradó librar mi vida del hoyo de corrupción; porque echaste tras tus espaldas
todos mis pecados.
Isaías 38:17
«Estaba cayendo cada vez
más bajo… Sin darme cuenta me estaba haciendo esclavo del pecado. A los dieciséis años mi vida no podía ir peor.
Fui expulsado del colegio, pasé tres
días bajo vigilancia, corría el riesgo de ir a la cárcel y gente mal
intencionada quería matarme. No podía
aguantar más; ya no esperaba nada de la vida; había caído en lo más bajo…
Tomé conciencia de mis pecados, me puse de rodillas ante Dios y lloré ante él, pidiendo su misericordia y un profundo cambio en mi vida. Era realmente sincero… Su respuesta no tardó en llegar. Vivía en un barrio peligroso y Dios sabía la influencia que éste tenía sobre mí. Hacía años que debíamos mudarnos, y de repente, mis padres recibieron una respuesta positiva para ir a vivir en una casa situada en un barrio tranquilo. Luego Dios continuó su obra: las puertas de la escuela de Arte se abrieron para mí. ¡Dios me había respondido!
Respondió a mis llamados; me perdonó por medio de su Hijo Jesucristo… me sentía totalmente insignificante ante ese amor tan fuerte e inconmensurable; estaba avergonzado por haber entristecido tanto a ese Dios que me ama tanto.
Hoy mi vida es totalmente diferente: vivo para Dios, a quien amo. Veo su obra en mi vida día tras día. Dios es bueno y misericordioso. Tengan fe en él, obedézcanle y alábenle. Dios es tan bueno que no tenerlo en cuenta sería el error más grande de su vida».
Tomé conciencia de mis pecados, me puse de rodillas ante Dios y lloré ante él, pidiendo su misericordia y un profundo cambio en mi vida. Era realmente sincero… Su respuesta no tardó en llegar. Vivía en un barrio peligroso y Dios sabía la influencia que éste tenía sobre mí. Hacía años que debíamos mudarnos, y de repente, mis padres recibieron una respuesta positiva para ir a vivir en una casa situada en un barrio tranquilo. Luego Dios continuó su obra: las puertas de la escuela de Arte se abrieron para mí. ¡Dios me había respondido!
Respondió a mis llamados; me perdonó por medio de su Hijo Jesucristo… me sentía totalmente insignificante ante ese amor tan fuerte e inconmensurable; estaba avergonzado por haber entristecido tanto a ese Dios que me ama tanto.
Hoy mi vida es totalmente diferente: vivo para Dios, a quien amo. Veo su obra en mi vida día tras día. Dios es bueno y misericordioso. Tengan fe en él, obedézcanle y alábenle. Dios es tan bueno que no tenerlo en cuenta sería el error más grande de su vida».
© Editorial La Buena
Semilla, 1166 PERROY (Suiza)
1 comentario:
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