En una o en dos
maneras habla Dios; pero el hombre no entiende.
Job 33:14
Tú eres a ellos como cantor de amores, hermoso de voz y que canta bien; y oirán tus palabras, pero no las pondrán por obra.
Ezequiel 33:32
En la época de la intolerancia religiosa, cuando en
diversos países de Europa se encendían las hogueras, a veces se recurría a los
redobles de tambores para ahogar la voz de los mártires que morían por su fe en
Jesucristo. Se temía que su último
testimonio fuese oído por los asistentes a su suplicio.
Hoy día existen muchas personas que voluntariamente ahogan la voz de su conciencia por medio de los ruidos y la agitación del mundo. En el torbellino de las ocupaciones y las distracciones, muchos permanecen sordos al llamado de la gracia de Dios. Sin embargo el Señor los ama. Quiere liberarlos de la perdición eterna, sacarlos de su desesperación moral o simplemente de su despreocupación, por medio de la fe en Jesucristo. Él quiere aconsejarlos, que disfruten de una vida santa, sana, recta, pura y feliz. ¡Pero hay demasiado ruido para poder escuchar la voz del Señor! Y es probablemente por eso que a veces Dios se ve obligado a hablar muy fuerte.
No tratemos de ahogar más la voz de Aquel que ofrece el perdón, la paz del corazón, la felicidad perfecta en el cielo, y todo eso por pura gracia. Escuchemos ese urgente llamado: “Si oyereis hoy su voz, no endurezcáis vuestros corazones” (Hebreos 3:15).
“Isaías dice: Señor, ¿quién ha creído a nuestro anuncio? Así que la fe es por el oír, y el oír, por la palabra de Dios” (Romanos 10:16-17).
Hoy día existen muchas personas que voluntariamente ahogan la voz de su conciencia por medio de los ruidos y la agitación del mundo. En el torbellino de las ocupaciones y las distracciones, muchos permanecen sordos al llamado de la gracia de Dios. Sin embargo el Señor los ama. Quiere liberarlos de la perdición eterna, sacarlos de su desesperación moral o simplemente de su despreocupación, por medio de la fe en Jesucristo. Él quiere aconsejarlos, que disfruten de una vida santa, sana, recta, pura y feliz. ¡Pero hay demasiado ruido para poder escuchar la voz del Señor! Y es probablemente por eso que a veces Dios se ve obligado a hablar muy fuerte.
No tratemos de ahogar más la voz de Aquel que ofrece el perdón, la paz del corazón, la felicidad perfecta en el cielo, y todo eso por pura gracia. Escuchemos ese urgente llamado: “Si oyereis hoy su voz, no endurezcáis vuestros corazones” (Hebreos 3:15).
“Isaías dice: Señor, ¿quién ha creído a nuestro anuncio? Así que la fe es por el oír, y el oír, por la palabra de Dios” (Romanos 10:16-17).
© Editorial La Buena Semilla, 1166 PERROY (Suiza)
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