viernes, 4 de febrero de 2011

LA PEOR DERROTA: ¡EL DESALIENTO!

Ps. Diego Arbeláez -

"Ya que el Señor Dios me ayuda no me desanimaré; por lo tanto, puse mi rostro como pedernal para hacer su voluntad, y sé que venceré" (Isaías 50:7).

La mayor parte de las gentes son sus propios enemigos, porque se desaniman al primer tropiezo que encuentran en su camino y en vez de afrontar serenamente las circunstancias difíciles, confiando en la seguridad de vencerlas, dan entrada en su mente a pensamientos de temor y desaliento que, como caballo desbocado en cristalería, destrozan en un instante la obra de largos años de paciente labor.

Cuenta la leyenda que un día el diablo puso en venta todas sus armas de destrucción. Debidamente pulidas y bien presentadas, en una mesa cubierta con un paño rojo, estaban la envidia, el enojo, los celos, las drogas, el alcohol y todos esos instrumentos con que el enemigo ha venido destruyendo a la humanidad.

Todas estas armas tenían su etiqueta con su respectivo precio y lo que más llamaba la atención a los visitantes del mercado de las armas destructoras del maligno, era un artefacto en particular que se veía muy gastado, al parecer era el que más usaba el diablo y el que más valoraba, pues su precio era el más alto de todos. Cuando le preguntaron al diablo porqué era tan costosa esa arma explicó que ésta era la más eficaz ya que funcionaba perfectamente donde otras fracasaban. Con ella había logrado perturbar aún a los más osados misioneros, a los más celosos predicadores y a los más consagrados cristianos. Su nombre: ¡el desaliento!

El desánimo es espantoso. Cuando estamos desalentados perdemos temporalmente nuestro sentido de seguridad. Las cosas pequeñas se agigantan. Una leve irritación, como una piedrecilla en el zapato, parece enorme. La motivación se escurre y la esperanza se va.

¿Cómo logra el enemigo de nuestras almas desalentarnos? Generalmente usa a las mismas personas que nos rodean: amigos, familiares, desconocidos y los que no nos quieren. Ellos dicen algo, o hacen algo, que nos manda el ánimo a los pies.

¿Cuántas veces usted habrá dejado de luchar porque otros le han dicho lo que usted no puede hacer y usted lo ha aceptado sin hacer caso a la persona más importante que es usted mismo?

La vida esta llena de desafíos, alternativas y aún catástrofes. Lo grave es que muchas personas fallan una vez y no vuelven a hacer el intento. Su problema no radica en que carezcan de dones, su falla es que no tienen un tesón inquebrantable. Los errores ocurren fácilmente, son inevitables, pero no hay mayor error que el no perseverar. Aún en el abismo más profundo, la constancia encuentra el camino hacía las alturas.

Muchos perdieron cuanto de más valioso tenían en el mundo, el fruto de toda una vida de esfuerzo, sacrificio y privaciones; y sin embargo, su valeroso corazón e indomable ánimo les capacitó para recuperar lo perdido, porque disponían de la inagotable riqueza de su carácter afirmado. Se puede medir la valía de un hombre por el trabajo que cuesta desalentarlo.

Cada uno es responsable de sus actos. ¿Por qué va a desanimarse usted por lo que hacen o le dicen los demás? ¿Qué tiene que ver usted con eso? Siga adelante, aunque todo el mundo esté en contra suya. Usted puede vencer, aunque le pongan dificultades. Continúe sin desanimarse, porque usted es el único responsable de sus actos. ¡No permita que el desaliento lo anule!

Si en estos momentos usted se encontrara junto a una fogata y saltara una chispa a su ropa, estoy seguro, que su reacción sería quitarla inmediatamente. Actúe de la misma manera cada vez que le asalte un pensamiento negativo porque no es grande el que siempre triunfa, sino el que no se desalienta.

El hombre triunfador tendrá que dedicarse a una acción tenaz sin desanimarse por los obstáculos, las críticas, las circunstancias adversas, o lo negativo que los demás piensen, hagan o digan. Esa energía concentrada hacia la consecución de una meta, atrae enormemente las oportunidades, las cuales no se dejan atrapar por los que están sin hacer nada, pero se acercan generosamente a quienes se atreven a atacar, a trabajar fuertemente por conseguir el éxito. Así que, determínese, propóngase conseguir su ideal sin desanimarse ni echar pié atrás en el esfuerzo.

Hay que insistir en el poder de la constancia y en los peligros del desaliento. Todo está perdido cuando nos rendimos y dejamos de luchar y de buscar salidas. No hay que dejarse sugestionar por las actitudes y palabras de desaliento de otros. Siempre existe una solución para cualquier problema, por más complejo y difícil que nos parezca. El poder de Dios que rige el universo está a nuestro favor. Únase al poder universal de bondad y amor, el poder de Jesucristo y vencerá todos los obstáculos.

"He notado que todas las personas que han triunfado, tienen cierta capacidad especial, por lo cual el cansancio casi no les molesta. ¡Eso es algo maravilloso! Parece que, por el contrario, su placer es devorar trabajo cada día más y más".

No hay comentarios: