domingo, 30 de diciembre de 2012

¡FELIZ AÑO!



Esta es la vida eterna: que te conozcan a ti, el único Dios verdadero, y a Jesucristo, a quien has enviado.
Juan 17:3

Al finalizar un año y comenzar uno nuevo las felicitaciones van y vienen entre familiares, amigos, vecinos, en el trabajo… Por doquier escuchamos expresiones como: « ¡Feliz año, y sobre todo salud, que es lo principal!».
Sí, pero ¿qué se escribirá en esa gran página blanca que constituye el nuevo año? ¿Qué nos traerá? ¿Qué nos quitará? Nadie sabe con antelación qué le está reservado.  ¿Qué desear? ¡Salud, por supuesto! Pero, ¿es eso lo esencial? Cada uno tiene esperanzas y planes los cuales espera que se hagan realidad, pero ni siquiera estamos seguros del día de mañana.  ¿Quién responderá a mis preguntas? ¿Quién dirigirá efectivamente mi vida? ¿El azar o el control minucioso de mis actividades y de mi salud? ¡Eso sería olvidar que hay muchas circunstancias que desconozco! Nuestra salud es tan frágil que puede depender de la solidez de un pequeño vaso cerebral, un poco más grueso que un cabello.  Si me preocupo por lo esencial, no puedo conformarme con apostar por el futuro convencido de que todo irá bien.
Sólo una relación con Dios basada en la confianza puede iluminar nuestro futuro y darnos la paz, no sólo por un día, sino para toda la vida; ¡la vida presente y la venidera, la que tendremos más allá de la muerte! Conocer a Jesús como Salvador es recibir la vida eterna, es entrar en una verdadera relación con Dios, esperanza y guía segura de nuestra vida.
Nuestro deseo, para cada lector de estas meditaciones cotidianas, es que experimente la verdadera felicidad que Cristo ofrece.

© Editorial La Buena Semilla, 1166 PERROY (Suiza)

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