domingo, 16 de diciembre de 2012

LEA EL LIBRO DE DIOS



Bienaventurado el que lee, y los que oyen las palabras de esta profecía, y guardan las cosas en ella escritas; porque el tiempo está cerca.
Apocalipsis 1:3


Ríos de agua descendieron de mis ojos, porque no guardaban tu ley.
Salmos 119:136


Ocúpate en la lectura.
1 Timoteo 4:13

El profeta Jeremías acabó su servicio durante los reinos de los últimos reyes de Judá, quienes hicieron “lo malo ante los ojos del Señor” (2 Reyes 23:32; 24:9, 19).  Exhortaba al pueblo de Israel a arrepentirse y a volverse a Dios.  Pero nadie lo escuchó y Jeremías fue encarcelado.  Dios lo visitó allí y le ordenó que escribiese en un rollo las palabras que Él le decía.  En su celda, Jeremías dictó el mensaje de Dios a Baruc, su secretario, y le pidió que lo leyese al pueblo, a los príncipes y al rey (Jeremías 36).  Cuando el rey oyó esas palabras, rompió y quemó el rollo, y exigió que le entregasen a Jeremías y a Baruc.  Pero Dios los escondió.  Entonces Baruc escribió un segundo rollo anunciando el mismo juicio, que no tardó en caer sobre el pueblo y los reyes infieles.
Siglos más tarde, encadenado en Roma, el apóstol Pablo pudo decir: “La palabra de Dios no está presa” (2 Timoteo 2:9).  En la cárcel escribió cartas que forman parte de las Escrituras y que leemos con interés.
Los hombres pueden quemar la Biblia, pero no impedirán que Dios cumpla sus propósitos revelados en ella.  Jesús dijo: “El que… no recibe mis palabras… la palabra que he hablado, ella le juzgará en el día postrero” (Juan 12:48).  ¿Somos de los cristianos que leen la Biblia y le prestan atención?

© Editorial La Buena Semilla, 1166 PERROY (Suiza)

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