viernes, 10 de marzo de 2017

CRISTO ES LA PALABRA ETERNA

En el principio era el Verbo, y el Verbo era con Dios, y el Verbo era Dios... Todas las cosas por él fueron hechas, y sin él nada de lo que ha sido hecho, fue hecho. En él estaba la vida, y la vida era la luz de los hombres.

Juan 1:1-4

Cada uno de los evangelios empieza de una manera distinta. Mateo expone la genealogía de Jesús, Lucas empieza con su concepción, su nacimiento y su infancia. Marcos presenta primero el servicio de Juan el Bautista. Juan se remonta al origen de todo. “En el principio era el Verbo, y el Verbo era con Dios, y el Verbo era Dios”. Este Verbo (o la Palabra), persona divina y eterna, fue el autor de la creación de todo el universo, y nunca abandonó el mundo que creó.
Un día “el Verbo”, perfecta expresión de Dios el Padre, fue hecho carne “y habitó entre nosotros” (Juan 1:14). No fue una simple visita, sino una verdadera encarnación. El Verbo se convirtió en un ser humano en la persona de Jesús de Nazaret. El Creador se hizo semejante a sus criaturas. Aquel que es eterno entró en el tiempo. El Todopoderoso conoció el dolor, los golpes, las heridas. El Santo fue expuesto a la tentación. Finalmente, “el Príncipe de la vida” aceptó morir crucificado.
Juan subraya la gloria del Hijo de Dios. La primera parte de su evangelio (cap. 1 a 12) relata siete milagros. Desde el capítulo 13 el Señor se dirige exclusivamente a sus discípulos. Les revela que Él es el único camino para ir al Padre; es la verdad y la vida. En esa segunda parte expone otras manifestaciones del amor de Jesús. Por ejemplo, leemos cómo Jesús se arrodilló para lavar los pies de sus discípulos (cap. 13:1-20). Más tarde, en la cruz, donde Jesús dio su vida, vemos la manifestación suprema de su amor.

© Editorial La Buena Semilla, 1166 PERROY (Suiza)

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