Cuando se levantó de la oración, y vino a sus
discípulos, los halló durmiendo a causa de la tristeza; y les dijo: ¿Por
qué dormís? Levantaos, y orad para que no entréis en tentación.
Lucas 22:45-46
Jesús acostumbraba retirarse a Getsemaní, un
huerto ubicado al este de Jerusalén. Este lugar ha quedado grabado en la
memoria de los cristianos: allí Jesús estuvo muy triste, fue
traicionado y detenido. Allí, en medio de intensas oraciones, más allá
de lo que podemos comprender, Jesús aceptó ir a la cruz y derramar “su
vida hasta la muerte” (Isaías 53:12).
Jesús tomó consigo algunos de sus compañeros para que estuviesen con él y orasen. Luego se alejó y, solo con su Dios, oró: “Padre, si quieres, pasa de mí esta copa; pero no se haga mi voluntad, sino la tuya” (Lucas 22:42). Ningún discípulo comprendió la intensidad de ese combate espiritual, sin embargo Jesús les había dicho: “Mi alma está muy triste, hasta la muerte; quedaos aquí, y velad conmigo” (Mateo 26:38).
Cristianos, nos quedamos pensativos y admirados ante tal tristeza y tales sufrimientos... El combate del Señor nos hace sentir el horror que Dios tiene al pecado, y la grandeza de su amor.
Según las profecías, el Salvador fue dejado solo, no tuvo ningún consolador (Salmo 69:20). Los discípulos se durmieron de tristeza. Jesús no les hizo ningún reproche, solo les dijo: “¿Por qué dormís?”. Luego los animó, como lo hace con nosotros: “Levantaos, y orad para que no entréis en tentación” (Lucas 22:46). El sueño espiritual equivale a los momentos, a los días que el cristiano pasa lejos de Cristo. Son ocasiones propicias para que la tentación nazca en nuestro corazón.
Jesús tomó consigo algunos de sus compañeros para que estuviesen con él y orasen. Luego se alejó y, solo con su Dios, oró: “Padre, si quieres, pasa de mí esta copa; pero no se haga mi voluntad, sino la tuya” (Lucas 22:42). Ningún discípulo comprendió la intensidad de ese combate espiritual, sin embargo Jesús les había dicho: “Mi alma está muy triste, hasta la muerte; quedaos aquí, y velad conmigo” (Mateo 26:38).
Cristianos, nos quedamos pensativos y admirados ante tal tristeza y tales sufrimientos... El combate del Señor nos hace sentir el horror que Dios tiene al pecado, y la grandeza de su amor.
Según las profecías, el Salvador fue dejado solo, no tuvo ningún consolador (Salmo 69:20). Los discípulos se durmieron de tristeza. Jesús no les hizo ningún reproche, solo les dijo: “¿Por qué dormís?”. Luego los animó, como lo hace con nosotros: “Levantaos, y orad para que no entréis en tentación” (Lucas 22:46). El sueño espiritual equivale a los momentos, a los días que el cristiano pasa lejos de Cristo. Son ocasiones propicias para que la tentación nazca en nuestro corazón.
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