Alguien le dijo: Señor, ¿son pocos los que se
salvan? Y él les dijo: Esforzaos a entrar por la puerta angosta; porque
os digo que muchos procurarán entrar, y no podrán.
Lucas 13:23-24
Algunas preguntas de la Biblia
Alguien preguntó a Jesús si son pocas las personas
que se salvan. El Señor no respondió directamente la pregunta, pero
explicó lo que cada uno debe hacer para ser salvo. “Esforzaos a entrar
por la puerta angosta” (Lucas 13:24). El camino de la salvación es
accesible a todos y es el mismo para todos: Hay que pasar por la puerta
estrecha, es decir, por Jesús crucificado. “Yo soy la puerta; el que por
mí entrare, será salvo” (Juan 10:9).
Entrar por esta puerta es reconocerse perdido y creer que Jesús es el único medio para ser salvo. Hay que renunciar a cualquier otro medio humano, por ejemplo: obras religiosas, adhesión intelectual, tradiciones, educación...
Antes de su conversión el apóstol Pablo, hombre muy instruido, animado por un celo salvaje por su religión, perseguía a los creyentes. Pero luego estimó como “basura” todas las ventajas que había recibido de su educación y de sus funciones religiosas. Su fe contaba solamente con la justicia que Dios da a aquel que cree (ver Filipenses 3:9).
Si rehusamos ir al Señor, buscarlo y creer en él, entonces permanecemos lejos de Dios, unidos al mal, y nos exponemos a escuchar esta terrible frase del Señor en el día del juicio: “No os conozco” (Mateo 25:12).
Ser salvo es primeramente tener la vida eterna mediante la fe en Cristo. Solo entonces podremos llevar una vida que agrade a Dios, y esforzarnos en permanecer arraigados a su gracia.
Entrar por esta puerta es reconocerse perdido y creer que Jesús es el único medio para ser salvo. Hay que renunciar a cualquier otro medio humano, por ejemplo: obras religiosas, adhesión intelectual, tradiciones, educación...
Antes de su conversión el apóstol Pablo, hombre muy instruido, animado por un celo salvaje por su religión, perseguía a los creyentes. Pero luego estimó como “basura” todas las ventajas que había recibido de su educación y de sus funciones religiosas. Su fe contaba solamente con la justicia que Dios da a aquel que cree (ver Filipenses 3:9).
Si rehusamos ir al Señor, buscarlo y creer en él, entonces permanecemos lejos de Dios, unidos al mal, y nos exponemos a escuchar esta terrible frase del Señor en el día del juicio: “No os conozco” (Mateo 25:12).
Ser salvo es primeramente tener la vida eterna mediante la fe en Cristo. Solo entonces podremos llevar una vida que agrade a Dios, y esforzarnos en permanecer arraigados a su gracia.
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