jueves, 16 de octubre de 2008

CUANDO EL PADRE DE FAMILIA PIERDE SU TRABAJO

por Dr. Carlos Pinto

Consideraciones pastorales para una realidad cada vez más frecuente en nuestras congregaciones
Cuando el padre de familia pierde el trabajo, por la razón que sea, se instala un sentimiento de preocupación en el interior de la familia. Esta situación se torna difícil especialmente cuando él es el único que solventa las necesidades económicas de su familia. Infortunadamente, este caso es muy común en las últimas décadas debido a la inestabilidad laboral y económica que enfrentan nuestras sociedades.
Frente al despido laboral y el desempleo, las familias sirven de refugio y de desahogo para aquellos varones que se sienten humillados profundamente en su identidad masculina; por lo general, los hombres en esa situación experimentan sentimientos de descontento, ira y desánimo entre otros, porque ellos y sus familias se ven forzados a danzar al son de la música de la falta de trabajo y de dinero.
El varón, desde tiempos inmemorables, ha sido considerado el encargado de la economía doméstica. Por ejemplo, en sociedades del trópico amazónico, la división de roles y labores es muy marcada. Estos grupos humanos participan de un sistema de subsistencia orientado a actividades de recolección, caza y pesca. Aquí, el varón es percibido desde tiempos lejanos como el más fuerte y por lo tanto, es él quien se encarga de la caza, la pesca y de combatir a los gigantes de la naturaleza. El varón es quien con orgullo lleva a sus hijos al bosque para enseñarles la difícil tarea de dominar los peligros que conlleva ser un cazador pues este es un rol que está muy asociado a la imagen de la masculinidad. En este medio, el varón no se siente afectado en su autoestima por haber sido despedido de su empresa. Sin embargo, se podría sentir muy mal si sale de caza y regresa sin traer la presa que es el símbolo de triunfo del hombre sobre la naturaleza.
Al parecer el varón, padre de familia, tanto en la selva tropical como en la selva de cemento o ciudad, se siente afectado emocionalmente al no poder suplir las necesidades de su familia. Por el contrario, poder hacerlo trayendo una buena caza o un buen salario reafirma su masculinidad y su posición de persona económicamente activa en la economía doméstica. Por esta razón, cuando el padre pierde su trabajo o está desempleado, se afecta emocionalmente y esta situación le impacta, no solo a él, sino a toda la familia.
El gran impacto
Cuando el varón recibe la noticia de despido y es consciente de que está sin empleo, experimenta una serie de sentimientos intensos. Por momentos podrá sentir tristeza; en otros, la ira le invadirá o simplemente sentirá desconsuelo frente a una realidad que no puede controlar ni cambiar. Sentirse «menos hombre» por no proveer económicamente a su esposa e hijos es un valor machista que experimenta con mucha frecuencia en estos momentos. Es cierto que esta es una tradición cultural, pero no se puede negar que todavía está vigente en el mundo interior del varón. En parte, él siente que no ha logrado las expectativas que la sociedad le ha impuesto y esto le causa iras contra sí mismo, su familia y la sociedad.
En la cultura latinoamericana, el varón y padre, que muchas veces mantiene a su familia, se siente humillado cuando tiene que depender económicamente de su esposa debido a su desempleo. Para él, este es un rol opuesto a lo asignado: lo aceptable es que él sea independiente y sustente a su familia. Entonces, frente a sus hijos intentará, en ocasiones, negar esta realidad utilizando engaños y promesas para no hacer evidentes sus sentimientos de humillación. Sin embargo, en los momentos de intimidad y soledad podrá experimentar sentimientos de lástima hacia sí mismo.
También es común que algunas veces el varón reaccione buscando apoyo en su familia; otras veces la agredirá para ventilar así su irresuelta ira interior. Lógicamente, esta es una manera inadecuada de expresar los sentimientos de frustración e ira, sin embargo, es común que en esta etapa el nivel de ansiedad y estrés escalen a niveles que para algunos son incontrolables. Por ejemplo, durante esta etapa es notorio el alto índice de eventos de agresión verbal y física ocurridos en el interior de la familia. Al parecer, el varón desempleado experimenta una gran tensión que afecta la forma en que interactúa con su familia.
Por esta razón se recomienda que él exprese sus sentimientos de frustración por medio del diálogo, para que la intensidad de sus emociones disminuya y no sean manifestados posteriormente en actos de agresión.
Doblemente herido
En nuestra sociedad, el varón es el símbolo de la persona económicamente productiva. Este rol rígido provoca que se le margine cuando no cumple con esta expectativa, por estar sin trabajo. Irónicamente, la actitud más común en nuestro medio es marginar y rechazar a una persona desempleada como si fuera culpable de su condición.
«A mí me han dicho que soy un vago, un vividor y no digno de confiar. Algunas personas hasta me dijeron que seguramente yo mismo provoqué mi despedida para así poder vivir del trabajo de mi mujer.»
Estas eran las frases que don Manuel (un hombre que vivió esta experiencia) recordaba con tristeza. Como podrá imaginarse, las reacciones de la sociedad aumentaron aun más el dolor de este varón —y de prácticamente cualquier padre de familia—, que vive una temporada de desempleo.
La pregunta que menos desea escuchar el padre desempleado es: « ¿Hasta cuándo seguirás así? Tú sabes que debes alimentar a los hijos, debes conseguir cualquier cosa.» Estas afirmaciones son interpretadas por él como si le estuvieran acusando de disfrutar de su condición de no tener trabajo. De esta manera, los sentimientos de culpabilidad se intensifican y pueden llevar a provocar un cuadro depresivo. Por ende, en esta etapa él se aísla, se desalienta y percibe al futuro de manera muy negativa.
Afortunadamente, para muchos esta etapa es pasajera y queda superada cuando la familia acepta la condición de desempleo y asume la actitud de brindar apoyo y ánimo en vez de crítica. Ese trato provoca que el varón y padre de familia comience a sentir una fuerza motivadora interna con la cual puede volver a creer en sí mismo y buscar otro trabajo.
Al verlo llegar de la calle, los hijos y la esposa dudan entre preguntarle: « ¿Cómo te fue?» o callar y esperar que él diga la frase esperada: «Encontré un nuevo empleo».
Esta danza de callar y esperar provoca ansiedad en la familia, pero es necesaria en estos momentos. Tanto la esposa como los hijos están llamados a asumir un rol de aceptación, tolerancia y apoyo, el cual es de mucha necesidad para la tranquilidad de él en este proceso de búsqueda de reinserción laboral.
Cuando el mal se torna en bien
Algunas mujeres manifiestan que el tiempo de desempleo de sus esposos fue difícil al inicio, pero que al final se tornó en un tiempo de mayor acercamiento e intimidad. Esto es posible cuando la pareja utiliza la crisis del desempleo para estar más tiempo juntos y cuando el varón sin trabajo se involucra más en las tareas de la casa y llega a valorar el trabajo que su esposa realiza diariamente. Los hijos también pueden disfrutar cuando el padre desempleado utiliza el excedente de tiempo libre llevándolos al parque y realizando actividades de recreación con ellos.
Esta crisis puede llevar a una relación de interdependencia mutua y a una mayor cercanía entre quienes conforman la familia, la cual se verá abocada a reorganizarse en una forma democrática y responsable para suplir el vacío económico que vive. Cuando la familia reacciona de esta manera, el padre de familia desempleado y toda su familia habrán logrado utilizar esta crisis en su favor y él estará en mejores condiciones anímicas para salir otro día más en búsqueda del añorado trabajo.
«En los próximos meses, será mi esposa quien nos mantendrá», decía César, otro varón y padre desempleado, quien con alegría pudo ver cómo su desempleo motivó que su esposa buscara un trabajo temporal. Al parecer, algunas veces los momentos oscuros ayudan a ver con mayor claridad las estrellas.
Reflexión
Toda situación inesperada puede provocar tanto una crisis en la persona que lo experimenta como en la familia a la que pertenece. Cuando un padre pierde el trabajo, la seguridad de contar con un salario se desvanece y ello provoca inestabilidad económica y emocional. La familia cristiana que enfrenta esta situación puede enfocarse en «pérdida» o enfocarse en el «pacto de Dios». Puede recordar que Dios ha establecido un pacto entero de amor y protección con su pueblo (Gn. 12:1–3) que brinda paz en medio de la crisis. Saber que Dios se ha comprometido a ser un padre sustentador y protector de su pueblo, provee un sentimiento de esperanza en momentos de desempleo.

El autor es peruano, realizó estudios doctorales en Psicología Clínica y Familiar, es Coordinador de la Asociación Latinoamericana de Asesoramiento y Pastoral Familiar, EIRENE Internacional, también dirige la División de Educación de HCJB para América Latina.
© Apuntes Pastorales, edición abril – junio, 2004. Volumen 21 – Número 3.

1 comentario:

Unknown dijo...

Este artículo me impactó y por eso me di a la tarea de ponerlo en mi Blog para compartirlo con personas que quizás están atravesando esta misma situación. A mí me tocó vivir esta realidad al quedar desempleado por espacio de 3 años después de haber laborado por espacio de 21 años ininterrumpidamente, y hoy entiendo que el Señor utilizó toda esta situación crítica para que yo llegara rendido a los pies de Su Hijo Amado, Jesucristo de Nazaret. Así que, estimado amigo, si te encuentras en esta misma situación, yo te digo que no te preocupes, que el Señor tiene algo grande preparado para ti, te lo declaro en el Nombre de Jesús.