La misericordia y la
verdad se encontraron; la justicia y la paz se besaron.
Salmo 85:10
El efecto de la justicia será paz; y la labor de la justicia, reposo y seguridad para siempre.
Isaías 32:17
El Señor es mi pastor; nada me faltará. En lugares de delicados pastos me hará descansar; junto a aguas de reposo me pastoreará. Confortará mi alma; me guiará por sendas de justicia.
Salmo 23:1, 3
Desde su más tierna infancia el ser humano se muestra sensible a
la injusticia, sobre todo si siente que lo han perjudicado. Su egoísmo innato
lo lleva a aferrarse a sus propios derechos, los cuales quiere hacer valer, en
vez de preocuparse por sus deberes y examinar su comportamiento respecto a los
demás. Esta forma de ser, que a menudo provoca celos, amargura o enojo, puede
conducir a todo tipo de conflictos familiares, sociales o nacionales.
En este mundo turbado por la injusticia, ¿podemos tener la esperanza de que un día triunfe la justicia y la paz universal? Este anhelo es el sueño de la mayoría, pero no se ha cumplido. La justicia humana condenó al único Justo que existió en la tierra: Jesús.
Esta esperanza de un mundo de justicia y paz universal se cumplirá un día bajo el dominio del Príncipe de paz, el Señor Jesús. Sólo Él puede hacer reinar la justicia y restablecer la paz en la tierra. Tiene el poder para hacerlo porque es Dios. Adquirió el derecho cuando se dio a sí mismo en la cruz.
Desde hoy, los que lo aceptan como su Salvador son felices de reconocerlo también como su Señor y de someterse a su autoridad. Él los conduce por caminos de justicia y llena de paz su corazón en medio de las circunstancias de la vida.
En este mundo turbado por la injusticia, ¿podemos tener la esperanza de que un día triunfe la justicia y la paz universal? Este anhelo es el sueño de la mayoría, pero no se ha cumplido. La justicia humana condenó al único Justo que existió en la tierra: Jesús.
Esta esperanza de un mundo de justicia y paz universal se cumplirá un día bajo el dominio del Príncipe de paz, el Señor Jesús. Sólo Él puede hacer reinar la justicia y restablecer la paz en la tierra. Tiene el poder para hacerlo porque es Dios. Adquirió el derecho cuando se dio a sí mismo en la cruz.
Desde hoy, los que lo aceptan como su Salvador son felices de reconocerlo también como su Señor y de someterse a su autoridad. Él los conduce por caminos de justicia y llena de paz su corazón en medio de las circunstancias de la vida.
© Editorial La Buena Semilla, 1166
PERROY (Suiza)
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