lunes, 5 de agosto de 2013

PIEDRAS PRECIOSAS



Bienaventurado el hombre que halla la sabiduría, y que obtiene la inteligencia; porque su ganancia es mejor que la ganancia de la plata, y sus frutos más que el oro fino. Más preciosa es que las piedras preciosas.
Proverbios 3:13-15

A veces una tempestad o un terremoto, en sentido figurado, pueden ser necesarios para abrirnos los ojos en cuanto a la verdadera felicidad.
En el verano de 1831, un tornado arrancó de raíz un árbol gigantesco en los montes Urales, en Rusia. La mañana siguiente encontraron unas magníficas piedras verdes bajo sus raíces. Un nuevo yacimiento de esmeraldas acababa de salir a la luz.
Después de un vasto deslizamiento de tierras en la vertiente india del Himalaya, pequeñas piedras azules brillaron bajo la puesta del sol. Eran los zafiros de Cachemira.
Quizás en su vida también haya una tormenta o sucedió un terremoto. Y usted pregunta: ¡Oh, Dios, ¿por qué me ocurre esto? Tal vez esté pasando por una enfermedad, un duelo, preocupaciones, decepciones o grandes tristezas. Sin embargo, su situación puede llevarle a descubrir el mayor tesoro posible.
Dios quiere abrir los ojos de cada uno de nosotros para mostrarnos la Persona de la que hablan las Santas Escrituras: Jesucristo. Aceptarlo por la fe como nuestro Salvador, conocer “las inescrutables riquezas de Cristo” (Efesios 3:8), es la mayor felicidad que podemos tener.
“Bueno me es haber sido humillado, para que aprenda tus estatutos. Mejor me es la ley de tu boca que millares de oro y plata” (Salmo 119:71-72).

© Editorial La Buena Semilla, 1166 PERROY (Suiza)

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