Jesucristo nuestra
esperanza…
1 Timoteo 1:1
El Dios y Padre de nuestro Señor Jesucristo… nos hizo renacer para una esperanza viva, por la resurrección de Jesucristo de los muertos.
1 Pedro 1:3
La tribulación produce paciencia; y la paciencia, prueba; y la prueba, esperanza.
Romanos 5:3-4
A menudo oímos decir: «De esperanza vive el hombre». El atleta
que entrena, el estudiante que repasa sus lecciones, el agricultor que compra
un terreno… Todos esperan ganar, tener éxito. La esperanza da ánimo para
esforzarse; si ésta desaparece, la duda y a veces la depresión se apoderan de
uno. La esperanza forma parte de nuestras necesidades básicas. Sin embargo,
nada tiene realmente un futuro en la tierra, pues todo se termina
inevitablemente con la muerte. Al considerar ese corto plazo, quien confía en
el hombre está tentado a abandonar toda esperanza y esfuerzo.
En contraste, la esperanza cristiana encuentra su fuente y su objetivo en Dios. Es una espera que llena el corazón del que aguarda la venida de Cristo. Por su muerte y su resurrección, el Señor Jesús venció a todos nuestros enemigos, los poderes espirituales de maldad, el pecado y la muerte. Cristo puso en nuestros corazones la esperanza de la gloria, esa seguridad de estar eternamente en la presencia del Dios de amor.
La esperanza cristiana está asociada a la paciencia y a la felicidad, porque nos conduce a poner en las manos de Dios nuestro futuro. Nos da una impresión lúcida del estado de este mundo; nos hace libres para manifestar compasión por la miseria de nuestro prójimo y para hablar de nuestro Señor a quienes nos rodean. Nos permite afrontar la muerte con la seguridad de estar para siempre con Aquel que nos amó. ¡Qué maravillosa esperanza!
En contraste, la esperanza cristiana encuentra su fuente y su objetivo en Dios. Es una espera que llena el corazón del que aguarda la venida de Cristo. Por su muerte y su resurrección, el Señor Jesús venció a todos nuestros enemigos, los poderes espirituales de maldad, el pecado y la muerte. Cristo puso en nuestros corazones la esperanza de la gloria, esa seguridad de estar eternamente en la presencia del Dios de amor.
La esperanza cristiana está asociada a la paciencia y a la felicidad, porque nos conduce a poner en las manos de Dios nuestro futuro. Nos da una impresión lúcida del estado de este mundo; nos hace libres para manifestar compasión por la miseria de nuestro prójimo y para hablar de nuestro Señor a quienes nos rodean. Nos permite afrontar la muerte con la seguridad de estar para siempre con Aquel que nos amó. ¡Qué maravillosa esperanza!
© Editorial La Buena Semilla, 1166
PERROY (Suiza)
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