domingo, 11 de agosto de 2013

SELLADO POR LA ETERNIDAD



El que nos confirma con vosotros en Cristo, y el que nos ungió, es Dios, el cual también nos ha sellado.
2 Corintios 1:21-22


Habiendo creído en él, fuisteis sellados con el Espíritu Santo de la promesa, que es las arras de nuestra herencia.
Efesios 1:13-14

Desde la carretera que conduce a un puerto de los Pirineos vimos, en medio del pasto, un inmenso rebaño de ovejas. En la espalda tenían una señal inscrita con pintura azul, roja o negra. Esas ovejas pacían juntas, pero cada propietario había marcado las suyas con una señal distintiva, para poder reconocerlas después de un verano en la montaña.
El cristiano también tiene un signo distintivo. No es una marca física que se puede borrar, sino una marca espiritual, indestructible, eterna. Dios nos selló con su Espíritu porque le pertenecemos, somos las ovejas del buen Pastor (Juan 10:11). Nos marcó con su sello, con su signo de propiedad. A partir de ese momento no deberíamos ser confundidos con los que no han creído. Somos hijos de Dios, le pertenecemos totalmente, y un día gozaremos de los tesoros de su cielo. La presencia del Espíritu Santo en nosotros es como un anticipo de la felicidad eterna.
¡Qué privilegio estar sellados así, para siempre, como posesión del Señor! Pero, ¿somos conscientes de lo que implica eso? Si Dios nos selló con una marca imborrable, no podemos llevar una segunda marca, pues nuestro Maestro no podría aceptarlo. Si el mundo impregna nuestra vida con su propia marca, nuestro testimonio a favor del Señor se tuerce.
Jóvenes cristianos, el mundo siempre trata de poner su marca sobre ustedes, como si le perteneciesen. Pero son del Señor, él los compró al precio de su propia vida.
¡Tengamos cuidado de no llevar los caracteres del mundo!


© Editorial La Buena Semilla, 1166 PERROY (Suiza)

No hay comentarios: