jueves, 28 de septiembre de 2017

¿AGOBIADO POR FALTAS PASADAS?

 
Si confesamos nuestros pecados, él es fiel y justo para perdonar nuestros pecados, y limpiarnos de toda maldad.
1 Juan 1:9
 
 
Hay cargas que no podemos compartir con nadie. Las más pesadas son los tormentos que nos agobian por pecados incrustados en nuestra memoria. Si a las preocupaciones ordinarias de la vida añadimos las de esas faltas pasadas que nos obsesionan, la carga será demasiado pesada. Solo mediante la confesión podemos ser liberados de tal peso.
Todo pecado es primeramente un pecado contra Dios y debemos confesárselo. Las faltas cometidas contra una persona igualmente deben ser confesadas en privado a aquel a quien se ha ofendido. Los pecados cometidos en público, por ejemplo una calumnia, deben ser confesados públicamente.
Sin embargo, no es bueno que un sentimiento excesivo de culpabilidad nos lleve a confesar en público aquello que solo debería ser confesado a Dios y, si es el caso, a la persona con la que nos hemos comportado mal.
Cuando las cosas que cargaban nuestra conciencia han sido arregladas, la Biblia da muchas promesas como esta: “Nunca más me acordaré de sus pecados y transgresiones” (Hebreos 10:17). ¡Seríamos realmente insensatos si guardásemos en nuestra memoria aquello de lo que Dios nunca más se acordará! Por supuesto, nuestra mente no deja de funcionar, pero tenemos derecho a no volver a las faltas del pasado, pues nuestros pensamientos y nuestra conciencia tienen paz con respecto a ese tema.
“Bienaventurado aquel cuya transgresión ha sido perdonada, y cubierto su pecado. Bienaventurado el hombre a quien el Señor no culpa de iniquidad, y en cuyo espíritu no hay engaño” (Salmo 32:1-2).

© Editorial La Buena Semilla, 1166 PERROY (Suiza)

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