martes, 5 de septiembre de 2017

¡SILENCIO, DIOS QUIERE HABLARNOS!


Yo (el Señor) la atraeré y la llevaré al desierto, y hablaré a su corazón.

Oseas 2:14

Bueno es esperar en silencio la salvación (el socorro) del Señor.

Lamentaciones 3:26

Samuel dijo (al Señor): Habla, porque tu siervo oye.

1 Samuel 3:10

Hoy son numerosos los que no saben aislarse y detenerse para reflexionar. Algunos incluso sienten una verdadera angustia solo al pensar en estar solos. Y si no pueden aturdirse con los ruidos o las distracciones de todo tipo, alimentan ideas oscuras. La sociedad contemporánea está organizada de tal modo que se ha hecho casi imposible leer o reflexionar en los lugares públicos. Un periodista constató en un diario: «La música y el ruido nos acompañan en el camino, en el autobús, en el centro comercial, en el restaurante e incluso en el trabajo, en la playa... Giramos el botón de la radio para escuchar palabras sin hacer caso de su sentido, pues solo le pedimos que tranquilice nuestras conciencias. El ruido es un estupefaciente, y como todos los estupefacientes, un remedio para la angustia de estar solo».
Desgraciadamente, el cristiano no escapa a esta calamidad. Por ello es imperativo que reserve algunos momentos a solas con Dios. Así como el rocío no cae cuando sopla el viento, la Biblia no nos transmite el mensaje divino cuando nuestra mente está turbada por la contaminación sonora o moral. El creyente debe descubrir o redescubrir esos momentos favorables de intimidad con el Señor, para que él hable a su corazón.
¡Hagamos silencio, no solo a nuestro alrededor, sino en nosotros mismos, para poder escuchar la Palabra de Dios!

© Editorial La Buena Semilla, 1166 PERROY (Suiza)

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