sábado, 30 de septiembre de 2017

EL PAN DE VIDA

 
(Jesús dijo:) El pan de Dios es aquel que descendió del cielo y da vida al mundo... Yo soy el pan de vida; el que a mí viene, nunca tendrá hambre; y el que en mí cree, no tendrá sed jamás.
Juan 6:33, 35
 
 
La víspera del día en que Jesús pronunció estas palabras, miles de personas habían podido comer hasta saciarse gracias a cinco panes y dos peces que un niño había traído y que Jesús había multiplicado. Jesús quiso hablarles de otro pan destinado a alimentar sus almas. El milagro que había hecho era la señal de una realidad espiritual, invisible. El pan partido y multiplicado revelaba la intención divina: que el hombre viva de lo que viene de Dios.
Todavía hoy, el hombre tiene hambre de paz, de reconciliación, de generosidad, de amor, de pureza. El éxito social no puede saciar esta hambre tan grande. Dicho sea de paso, este éxito a menudo se construye sobre la base de la rivalidad, la especulación o incluso el robo violento, lo que es muy grave.
Jesús lo sabe y se presenta a cada uno de nosotros como el pan de vida. ¿Cómo podemos alimentarnos de él? Simplemente creyendo en él, tratando de conocerlo mejor mediante la lectura de los evangelios, para poder imitarlo en nuestra vida diaria. La fe en Cristo, en su amor, en su muerte por nuestros pecados, nos da una nueva vida espiritual.
El hombre necesita alimentarse cada día; pero además de alimentarse para vivir, también necesita tener una razón de vivir. Alimentarse de Jesús, de sus palabras, contemplarlo en su incansable abnegación al servicio de todos, pensar en él, en su gloria, todo esto da un sentido y un valor a la vida y hace que se arraigue en el universo de Dios. Hallamos la energía divina para estar a su servicio y, mediante ello, al servicio de nuestro prójimo.

© Editorial La Buena Semilla, 1166 PERROY (Suiza)

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