miércoles, 20 de septiembre de 2017

LA AURORA BOREAL

 
... aunque ahora por un poco de tiempo, si es necesario, tengáis que ser afligidos en diversas pruebas, para que sometida a prueba vuestra fe... sea hallada en alabanza, gloria y honra cuando sea manifestado Jesucristo.
1 Pedro 1:6-7
 
 
Era una noche oscura, afuera reinaba un frío casi siberiano. Sin embargo, nuestros amigos finlandeses nos invitaron a que saliésemos: «Abríguense bien y salgan. ¡Vengan a ver algo espectacular!». Rápidamente nos abrigamos bien y salimos intrigados por lo que íbamos a ver. De repente el cielo se iluminó, como si se proyectasen potentes rayos láser. La luz iba y venía; era como una gigantesca cortina luminosa colgada de la bóveda celeste. ¡Estábamos maravillados! ¡Era una aurora boreal!
Ese espectáculo maravilloso nos hace pensar en lo que a veces sucede en nuestras vidas. Nos gustaría permanecer en nuestro confort, pero de repente nos encontramos en el frío de la prueba y la noche del sufrimiento. En vez de desanimarnos, ¡vayamos al Señor! Él es el Dios de gloria, el autor de todas las maravillas de la naturaleza, y el esplendor de las auroras boreales es una de ellas. Pero también creó otro tipo de belleza, una belleza de carácter moral, espiritual: el despliegue de su gracia, capaz de transformar en joyas de su amor vidas estropeadas por el pecado. Esta magnífica gracia no es efímera, sino que acompaña al creyente durante toda su vida.
Un cristiano, prisionero debido a su fe, dijo: «En medio del sufrimiento aprendemos a conocer a Jesús de una manera diferente que si estuviésemos en la abundancia. La prueba lleva sus frutos, de manera que nos damos cuenta del amor de Cristo aun más». En nuestras noches más profundas brilla con mayor resplandor la gracia del Señor.

© Editorial La Buena Semilla, 1166 PERROY (Suiza)

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